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Josep Roca & Diego del Morao, al compás de los vinos de Jerez

El sumiller Josep Roca (a la izquierda) y el guitarrista Diego del Morao.
El sumiller Josep Roca (a la izquierda) y el guitarrista Diego del Morao.samuel aranda
Mónica Luengo Montero

UNA SOLA GOTA de Trafalgar es suficiente. Este amontillado, de más de dos siglos, noquea el paladar. “Te caen años encima”, comenta Josep Roca, Pitu, envuelto en la penumbra de la bodega González Byass, en Jerez de la Frontera. Al sumiller de El Celler de Can Roca le acompaña el guitarrista Diego del Morao, que observa atónito el contenido de la copa que balancea en su mano derecha. Con la izquierda aferra el mástil de una guitarra. Roca le pregunta qué le ha parecido: “A qué te suena”. Y el intérprete jerezano rasguea los compases de una sobria seguidilla con La Maestro, la culpable de esta alianza entre vino y flamenco.

Esta guitarra fue la última encargada por Paco de Lucía, que falleció en 2014 sin llegar a verla terminada. Para honrar su memoria, el creativo Jorge Martínez y el productor y compositor Javier Limón decidieron llevarse este singular instrumento de viaje por los escenarios sonoros que marcaron la vida del artista. La Maestro visitó nueve países y pasó por las manos de músicos como Alejandro Sanz, Carlinhos Brown o Tomatito. La última parada fue Jerez, donde esperaba Diego del Morao, representante de una familia de guitarristas en la que destaca su padre, Moraíto Chico, fallecido en 2011. Toda esta experiencia se convirtió, con la ayuda de Iberia, en un documental: La guitarra vuela. Ahora Del Morao volverá a reencontrarse con La Maestro en una cata-concierto el próximo 12 de junio dentro del foro gastronómico de Copa Jerez. En ella, el guitarrista interpretará varios palos flamencos que se maridarán con vinos de la región elegidos por Pitu.

Visita a González Byass.

La idea entusiasmó al sumiller desde el principio, su vida siempre ha estado ligada al jerez. Se crio con sus hermanos, Joan y Jordi, en un barrio de Girona con gran inmigración andaluza. La clientela del bar de sus padres bebía finos y en cada esquina palpitaba el flamenco. Años después, a escasos 200 metros de este escenario inicial, la bodega de El Celler de Can Roca, uno de los mejores restaurantes del mundo, custodia unas 200 referencias de jerez de un total de más de 3.000. Su labor ha sido clave en la recuperación de estos vinos largo tiempo olvidados. “Son únicos en el mundo”, enfatiza.

Por este motivo, durante los dos días que el sumiller y el guitarrista peregrinaron por las bodegas para preparar la cata, fueron recibidos con cariño en cada parada: Maestro Sierra, González Byass, Tradición, Williams & Humbert, Valdespino, Alonso, La Guita y Barbadillo. Probaron sus tesoros e interpretaron en los húmedos pasillos soleás y fandangos. Tenían en mente elegir cinco vinos y cinco palos del flamenco. Pero los matices de sabor e interpretación complicaban la decisión. “Nos hemos metido en un embrollo”, comentó abrumado Del Morao. A lo que su compañero Pitu contestó: “Y lo que nos queda”.

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Sobre la firma

Mónica Luengo Montero
Redactora de la sección de última hora. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en el periódico. Antes trabajó en las revistas El País Semanal, ICON y Buenavida. También fue redactora en La Gaceta de Salamanca. Estudió periodismo en la Universidad Pontificia de Salamanca y Sciences Po, más tarde cursó el Máster de periodismo de EL PAÍS.

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