_
_
_
_
_

El irlandés irónico y culto que hace canciones bellas

Con el alias The Divine Comedy, Neil Hannon ha hecho discos preciosistas desde los noventa. Y sigue en ello

Neil Hannon posando para ICON perdido en la sección de refrigerados de un supermercado
 de Madrid.
Neil Hannon posando para ICON perdido en la sección de refrigerados de un supermercado de Madrid.Ximena Garrigues y Sergio Moya

“Viví 12 años en Londres y volví a Irlanda porque no me hacía particular ilusión que mi hija creciera como inglesa”. Al oír esto, la manager de The Divine Comedy, sentada en la mesa contigua, levanta un pulgar en dirección a Neil Hannon (Derry, Irlanda del Norte, 1970). Obviamente, es inglesa. El músico reacciona. “A ver, no tengo nada contra los ingleses. Como dice mi madre, ‘son gente encantadora, pero un poco raritos”, remata con acento de señora pija. Y ambos rompen a reír.

Es complicado reproducir una conversación con Hannon, porque se desliza por esa delicada superficie que es la ironía y por escrito se corre el riesgo de perder el tono. “La vida no es seria todo el rato, pasamos la mayor parte del tiempo bromeando. Mentiría si pretendiera que lo único que hago es mantener profundas conversaciones a corazón abierto. Mi gente favorita de la historia tenía sentido del humor. No confío en aquellos que no lo tienen. Claro que por eso nadie me toma en serio”.

Depende qué consideremos “tomar en serio”. Como The Divine Comedy, el alias que utiliza desde 1988, realiza pop con un pie en la comedia y otro en lo que define como su faceta de “trovador melancólico”. Lo explica en Madrid, en plena gira de Foreverland, su primer disco desde 2010. A pesar del largo silencio está todo vendido y ha dejado gente fuera. Aficionados que comprarían en la reventa, si la hubiera. Pero no hay. Al parecer, su público prefiere verle a ganarse un suculento extra.

"Pasamos la vida bromeando. Mentiría si pretendiera que solo mantengo profundas conversaciones a corazón abierto. Mi gente favorita de la historia tenía sentido del humor. El problema es que nadie me toma en serio”

Hannon ha pasado los últimos seis años viviendo en las afueras de Dublín con su chica, Cathy Davey, cantautora y activista por los derechos de los animales, y su hija en común. Ha hecho cosas excéntricas, como un disco sobre el críquet, y ha explorado campos que le eran ajenos, como la música clásica en To our parents in distress, una serie de piezas para órgano que le encargó el Royal Festival Hall de Londres.

En 2014 publicó un emotivo artículo en el periódico The Guardian donde explicaba cómo el alzheimer de su padre había marcado esa obra. Empezaba así: “Cuando me lo comunicó hice mi truco habitual: ignorarlo y esperar que desapareciera. Seis años después preferiría que me hubiera dicho que sus piernas habían sido masticadas por una cosechadora. Por lo menos estaríamos comentando los detalles sangrientos mientras lo pasease en silla de ruedas”. Más que excesivo, parece defensivo. “Me salió un humor muy negro. Es el carácter irlandés. Encontramos muy complicado hablar en serio sobre algo”, añade. De ese artículo hay otra cosa que llama la atención. Físicamente, su padre y él se parecen mucho. “Y cuanto mayor me hago, más. Es una de esas cosas que nunca hubieras pensado. En fin, es un hombre bien parecido y conserva el pelo. Así que no es tan grave”.

Su padre, Brian, fue obispo de la Iglesia de Irlanda. “Somos anglicanos, una rama conocida por ser muy relajada. Si quieres una religión que no te dé problemas, esta es la que te conviene, porque consiste básicamente en ‘vive y deja vivir”. Una filosofía que no tuvo que ser fácil de mantener durante su infancia y juventud.

Tiene 46 años y es de Ulster. Eso significa que creció en las décadas más duras de la guerra sucia entre republicanos y unionistas, fruto de una profunda división entre católicos y protestantes. “Supongo que es otra de las razones por las que bromeo constantemente. No quería pensar en lo que pasaba. Intentaba evadirme. Y eso que en Enniskillen no estábamos tan separados, hasta compartíamos pubs”.

Esa forma de ver el arte como una forma de escapar se traduce en canciones, cada vez más cercanas al musical, en las que viste una serie de caretas para ser él solo parcialmente. “Posiblemente la más sincera de este disco sea My happy place, donde todo es una mierda y busco refugio en mi lugar feliz”. ¿Ese sitio existe o es una fantasía? “Mira, lo que pasó fue que pasaba mucho tiempo ocupado y Cathy se fue a salvar animales y me dejó solo. Y yo pensé: ‘Es una mierda, y es mi culpa, y me gustaría irme a mi lugar feliz. Pero no puedo, porque mi lugar feliz es ella”. ¿En serio, Neil? “Eeeh… No te preocupes, ahora todo está bien”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_