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Porque lo digo yo
Columna
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Globos de oro

Si no han oído nunca calificar a la ceremonia de los Globos de Oro como “la antesala de los Oscar” es que no ven la tele, no escuchan la radio, no leen los periódicos son ustedes monjes trapenses o acaban de aterrizar con su nave desde el espacio

Kate Hudson, en los Globos de Oro de 2015.
Kate Hudson, en los Globos de Oro de 2015.Cordon Press

Si no han oído nunca calificar a la ceremonia de entrega de los Globos de Oro como “la antesala de los Oscar” es que no ven la tele, no escuchan la radio, no leen los periódicos, no pierden el tiempo en Internet, son ustedes monjes trapenses o acaban de aterrizar con su nave desde el espacio exterior y se prepararan para invadir la tierra, como habrán visto en las películas y series que premian los Globos de Oro.

Los premios se entregaron la pasada madrugada en Los Angeles. Nacieron con la idea de divulgar información de cine en los mercados no estadounidenses. Solía ser una especie de festorro entre amigos – mega famosos–. Un calentamiento de cara a los premios gordos, los de la Academia. Por las mesas corría el champán y el buen humor. En el escenario, a veces la mala leche e incluso la sangre; era su principal atractivo. Existe incluso un club oficioso de damnificados que preside el actor Gary Goldman. Se queja de que los premios se den al buen tuntún: si no lo recogías, corría turno y se lo daban a otro. Ejem. Y un año ganó Pía Zadora. ¡Pía Zadora! ¿Se acuerdan? No, ¿verdad? Pues eso.

Estos premios dejaron de ser algo entre prensa e industria cuando cerraron un lucrativo contrato con la NBC. Este año, el presentador ha sido Jimmy Fallon, conductor habitual de The Tonight Show, en la misma NBC. Fallon es un genio indiscutible de la televisión, pero parece que la vieja idea de acercarse a otros países se perdió por el camino de convertirse en un gran evento televisivo, esencialmente norteamericano.

 

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