La protagonista de la ‘boda roja’, de ‘Juego de tronos’, como nunca la viste
Oona Chaplin, nieta del legendario Charles, habla sobre hombres y sobre una de las escenas más impactantes de la historia de la televisión
La boda roja es una de las escenas más impactantes de la historia de la televisión. Pertenece además a Juego de tronos, probablemente la serie más relevante de la actualidad. Pero a Oona Chaplin, una de las protagonistas de aquellos tremendos y sangrientos seis minutos, no la reconocen por la calle. Como mucho un “hola, ¿nos conocemos?”, al que ella jamás responde con un: “Me has visto en la tele. Yo soy Talisa. La de la boda roja. La de Juego de tronos”.
“Paso muy desapercibida, es una suerte”, dice la actriz mientras se desmaquilla tras la sesión de fotos para ICON. Han sido unas horas ante el fotógrafo que ella ha disfrutado. “Esto es arte y contribuye a la belleza del mundo”, afirma. Eso sí, cuando esto se reduce a posar para salir mona, ya no le gusta tanto. “Odio que me digan: ‘Ponte guapa’. No quiero perpetuar un estereotipo de mujer fácil de mirar”, añade la nieta del gran Charles Charlot Chaplin y Oona (de su abuela le viene el nombre) e hija de Geraldine (y biznieta del Nobel Eugene O’Neill). La mujer casi escultórica de estas imágenes no parece la misma chica que poco antes entraba en un plató fotográfico de un barrio madrileño, con la cara lavada, una maleta y una mochila. Cuando terminemos cogerá un taxi al aeropuerto y volará a Londres, donde vive.
"Todos los hombres tienen que leer 'El hombre multiorgásmico', porque qué trágico es que algo tan sabroso se reduzca a… acabar"
Volvamos a Talisa, a la boda roja, a Juego de tronos. “El gran episodio de mi vida”, reconoce Oona. “Fueron tres días que viví muy intensamente”, recuerda del rodaje. Tanto, que el director del capítulo tuvo que recordarle que “los cadáveres no lloran”. No es spoiler. O sí, pero ¿quién no ha visto la boda roja?
No tan popular en España (aunque sí en los círculos más seriéfilos) es Dates, serie en la que Oona Chaplin se enfrentó a su personaje más difícil, aquella Mia con la que la actriz dice tener muy poco que ver. Se alegra y aplaude cuando oye ese título. O su episodio de Black mirror, el único papel que logró sin pasar un casting. Para participar en la serie de Charlie Brooker, Chaplin prácticamente tuvo que desdoblarse entre Estados Unidos y Gran Bretaña. Hacerse un Black mirror bien vale unos cuantos vuelos, aunque sean transoceánicos.
Repasando la trayectoria de Oona Chaplin se llega a la conclusión de que cuando ella no elige (y bien) los papeles, es ella la (bien) elegida. Pero no es del todo cierto: “Para algunas cosas que me interesaban no me eligieron. Las actrices que no reconocen esto mienten”. Ojo, que esto lo suelta la nieta de una de las leyendas más universales de la historia del cine, una mujer con los 30 recién cumplidos que no engaña a nadie: ni Chaplin es su primer apellido (su padre es el director de fotografía chileno Patricio Castilla) ni se arrepiente de utilizarlo. “Hay que aprovecharlo todo, para qué cerrarte puertas cuando te las puedes abrir”, argumenta.
Algo parecido debieron pensar en su escuela de arte dramático (la prestigiosa Royal Academy of Dramatic Art británica) cuando le propusieron disfrazarse de Charlot para interpretar un personaje en El sueño de una noche de verano, de William Shakespeare. En ese momento es cuando definitivamente a Oona “le cogió el bicho” de la interpretación. Aquel guiño a su legendario abuelo podría haber sido tachado de oportunista o pretencioso, pero en cambio se convirtió en una anécdota entrañable, casi mágica, con la que la quinceañera Chaplin comenzó su viaje. “Lo genial de ir a una academia de arte dramático es que puedes cometer errores en un entorno donde hay mucho apoyo y no va a afectar al resto de tu carrera”, dice, y subraya que antes de dedicarse a la actuación quería estudiar política internacional.
“Fueron tres días muy intensos. El director tuvo que recordarme que los cadáveres no lloran”, dice la actriz sobre la impactante 'boda roja' de 'Juego de tronos'
El castellano de Oona es perfecto: Madrid es su lugar de nacimiento. Sin embargo, rara vez aparece en las listas de actrices españolas con proyección internacional. Igual porque es y no es española. “Nací en España, pero no tengo ningún parentesco español”, apunta ella. “He entrado en un casting y no sabían que hablaba español”, continúa. Mateo Gil, director de Proyecto Lázaro (estreno: 13 de enero), la película que llevó a ambos al último festival de cine de Sitges, sí lo sabía.
“Mateo y yo nos enamoramos artísticamente”, recuerda Chaplin, que con el director de Nadie conoce a nadie y Blackthorn vuelve a la ciencia ficción, un género que le encanta. Aunque para ella lo importante no son los géneros, sino las historias que cuentan las películas. Y, como actriz, “el meterte en la piel de alguien a quien no comprendes”. Eso, reconoce, es lo que le ocurrió en Proyecto Lázaro.
Otra cosa que destaca en la trayectoria de Oona Chaplin es que no suele interpretar a princesas bobas. Incluso la resignada esposa (de Dominic West, el McNulty de The wire) que interpretaba en The hour, serie de la BBC, está lejos de las muñequitas lánguidas y sin opiniones que tanto abundan en el cine y la televisión. Por no hablar de Mia o Talisa. La primera era libre, perturbadora y sorprendentemente luminosa; la última, lo más parecido a una profesional independiente que se ha visto en Juego de tronos.
Oona reclama apasionadamente más mujeres así, más historias así, más puntos de vista alternativos, porque “una gran lástima del mundo de hoy es que los hombres blancos no reconocen lo privilegiados que son”. Y ellos son los que escriben y producen casi todo. No descarta adoptar esos roles en un futuro: escribir, producir o dirigir. Para eso primero tiene que encontrar su propia historia, algo que por ahora no parece quitarle el sueño.
“Una gran lástima del mundo de hoy es que los hombres blancos no reconocen lo privilegiados que son”
Mientras tanto, alterna trabajos en cine y televisión, y cuida su vida espiritual, que considera parte importante de la artística. Su espléndida pero pesada (pesadísima) herencia familiar parece no influirle demasiado. No conoció a su abuelo (ella nació en 1986 y él murió en 1977), pero tiene claro que Charles Chaplin “cambió vidas”. Ella en cambio disfruta del privilegio de no ser reconocida por la calle. Pese a formar parte de una secuencia televisiva que media humanidad recuerda perfectamente.
Se agota el tiempo de la entrevista y Oona, tras asegurarse de quién leerá esto (“esta revista es de hombres, ¿verdad?”), tiene una cosa más que decir, algo que seguramente crea que también contribuye a la belleza del mundo. Dispara a bocajarro: “Todos los hombres tienen que leer El hombre multiorgásmico [de Mantak Chia y Douglas Abrams, editado en España por Neo-Person], porque qué trágico es que algo tan sabroso se reduzca a… acabar”. Se refiere al sexo, no a la entrevista. Supongo.
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