Ellen DeGeneres rompe el molde
Se ha ganado un lugar entre las 50 mujeres más poderosas del mundo. Empresaria y referente para la comunidad gay, es la reina de la televisión de EE UU
"Si te pones a pensar, mi viaje se parece mucho al de Dory. Una aventura muy interesante y que continúa. Al igual que Dory, sigo nadando y buscando quién soy”. Así arranca Ellen DeGeneres (Luisiana, EE UU, 1958) su conversación con este periódico. Es actriz, monologuista y la presentadora más popular de la televisión estadounidense actual, además de la instigadora de la imagen más veces retuiteada: el selfie que se tomó en los Oscar con varios de los mayores ídolos de Hollywood. También, la primera estrella televisiva en reconocer públicamente que tanto ella como el personaje que protagonizaba en su serie Ellen eran lesbianas. Ahora pone la voz a uno de los personajes animados más populares del universo Pixar, ese pez azul, cabezota y charlatán con problemas de memoria de la recientemente estrenada Buscando a Dory.
DeGeneres es todo eso y más, pero nada lo indica con su talante desenfadado. Llega a la cita canturreando y hablando por los codos sobre su nueva película. El tamaño de su estrella solo lo evidencia ese largo séquito de publicistas, relaciones públicas, maquilladores, peluquera y personas de seguridad que acompañan a la reina de la televisión. Físicamente se parece muy poco a este pez que tanto admira. Solo comparten la misma mirada azul y afable que mantiene fija, casi sin pestañear, ante su interlocutor. Pero de carácter, Dory y DeGeneres son iguales. Ambas, inasequibles al desaliento. Y ambas, en el centro de una de las mayores aventuras de Hollywood.
Porque si Buscando a Dory es ya el estreno de animación más taquillero de la historia, amasando 120 millones de euros durante su primer fin de semana en las pantallas, DeGeneres se ha ganado un lugar entre las 50 mujeres más poderosas del mundo, alguien cuyos ingresos anuales superan los 66 millones de euros, según la revista Forbes. The Ellen DeGeneres Show es la envidia de la televisión estadounidense, un magazine diario con seguidores de todos los sexos y de todas las edades al que acuden como invitados todas las estrellas del momento, incluido el matrimonio Obama. “Si vas conmigo por la calle me paran tanto abuelas de 90 como niños de 6 y 8 años”, se admira ella misma de su popularidad. “Supongo que porque soy como un niño”, añade como si esa fuera la razón de su éxito.
No hace ni dos décadas todo esto era impensable. Pero ella ha roto el molde. Tuvo el coraje y la habilidad de reconocer públicamente quién era. Era 1997. No buscó hacer campaña, tan solo sentirse cómoda con ella misma. “Está claro que las cosas han cambiado de manera brutal”, dice con cierto humor. Entonces su carrera parecía acabada. Su confesión provocó el final de su serie y hasta aquellos que estaban de su lado, como Elton John, la criticaron cansados de oírla hablar de su orientación sexual. Hubo quien llamándose cristiano la rebautizó “Degenerada” en lo que creyó un ingenioso juego de palabras. “Todos tenemos problemas y salimos a flote”, resume ahora. De todo esto no queda nada, pero DeGeneres no lo ha olvidado. “Digamos que soy una especie en vías de extinción. Una mujer que relanzó su carrera a los 45 años. Y ha triunfado. Eso resulta una anomalía”, advierte.
Posee una línea de ropa, una marca de cosméticos, accesorios y artículos para el hogar y es la imagen de una de las campañas más populares de American Express. A estas alturas cuenta no solo con su programa de televisión sino con su canal de YouTube, donde busca jóvenes talentos para su sello discográfico Eleveneleven. Y, además, posee una línea de lifestyle. “Soy como Oprah pero sin productos para adelgazar”, bromea con ese humor tan suyo. “Soy cuidadosa con el poder que tengo”, añade en tono más serio. “Es algo extraño porque nunca pienso en términos de poder pero soy consciente de la cantidad de ojos que me miran cada día”.
La inmadurez de la que hablaba al entrar contrasta con su comportamiento, obsesionada con la puntualidad, segura de dónde se quiere sentar, de dónde quiere que le dé la luz, pero todo ello dicho con una sonrisa y con una amabilidad que se siente sincera. Una combinación rara en Hollywood. “Procuro ser una persona honesta y la gente responde a la autenticidad y la honestidad”, explica. Y en ello se emplea cada día, concluyendo siempre su programa animando a sus millones de espectadores a que sean “amables”. Incluso tras la última matanza sufrida en Estados Unidos, la que hace unas semanas dejó 50 víctimas mortales en un club gay en Orlando. La respuesta de DeGeneres ante tanto horror llegó vía su cuenta de Twitter (donde tiene más de 60 millones de seguidores), y fue una loa al amor y no al odio: “Mi corazón duele pero sigo creyendo en el amor”. La comunicadora está casada desde 2008 con la actriz Portia de Rossi. “No me gusta politizar, no está en mí. Prefiero ser amable, sin juzgar, centrarme en lo que nos une en lugar de en lo que nos divide”, añade hablando conciliadora sobre la tónica de su programa.
Su actual estado de continua bondad, de optimismo, de humor, no tiene nada que ver con lo que le enseñaron en el seno de su familia, creyentes en la Iglesia de Cristo y donde su padre la conminaba a no mostrar sus verdaderas emociones. DeGeneres es una persona positiva pero realista. Sobre su sexualidad dice ser consciente de lo mucho que a Hollywood le queda por recorrer. “Pero aunque sea despacio, vamos mejorando”, resume inasequible al desaliento. DeGeneres disfruta lo bien que le va en su profesión pero no oculta que a sus 58 años su futuro se volverá pronto complicado. La edad sigue siendo para una mujer en algunos ámbitos de la sociedad un demérito. “Es fácil caer en la trampa. Yo prefiero pensar que es solo un número”, redondea. ¿Y cuándo llegue a los 100? “Yo como Dory, sigo nadando”, concluye canturreando.
Demasiado conocida para ser actriz
Solo hay una cosa que Ellen DeGeneres lamenta de su actual éxito: no le deja tiempo para la interpretación. “Yo también echo de menos actuar. Y me preocupa que empiezo a ser demasiado conocida”, se queja quien ha presentado con éxito no solo los Oscar (en dos ocasiones), también los Emmy y los Grammy. De ahí que Dory le sirva de vía de escape. “Eso sí que es actuar”, señala del esfuerzo que tiene crear un personaje solo con la voz, sin utilizar su cuerpo. DeGeneres aprendió su humor de maestros como Steve Martin, Woody Allen, Carol Burnett y Lucille Ball. Sin embargo, no le viene a la cabeza ninguna película de animación que no sea la suya. “Tuve una infancia peculiar”, acepta a toro pasado. Aun así, si alguien está contenta del regreso de Dory es ella, que estuvo contando como una niña los días hasta el estreno. “Después de todos estos años ya no me lo esperaba. Y menos aún que esta segunda parte contara conmigo como protagonista. Con Dory”, resume confundiendo de nuevo sus dos personalidades.
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