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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Los sueldos de los banqueros

La propuesta de Goirigolzarri para la autorregulación salarial ha removido las aguas de la gobernanza en la banca

El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri.
El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri.Zipi (EFE)

El presidente de Bankia, José Ignacio Goirigolzarri, ha removido las aguas de la gobernanza en la banca postulando vincular la retribución de consejeros y ejecutivos a su productividad. Las “remuneraciones han sido tradicionalmente altas porque las rentabilidades del negocio también lo eran”, pero ahora que ha llegado la época de las vacas flacas las “retribuciones deben acompañar esta evolución”, ha sintetizado.

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Pese a que este enunciado haya escandalizado a algunos de sus colegas, resulta impecable y oportuno. Desde la perspectiva económica general, vincular mucho más las retribuciones a la productividad no ofrece flanco de discusión. Empresarialmente, al tratarse de un sector tan específico, regulado e influyente como la banca, también cae por su propio peso, pues de lo contrario se rompería el equilibrio entre accionistas y gestores, en detrimento de aquellos, valiéndose asimétricamente de un esquema general de estrecha vigilancia (y protección explícita e implícita) pública.

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Y desde la coyuntura actual, de pesada digestión de las consecuencias sociales más gravosas de la Gran Recesión, la propuesta también tiene sentido. Porque el incremento de las desigualdades halla en las disparidades excesivas de retribución justificado banderín de enganche, cuando no coartada propicia, a cualquier exceso demagógico. La prudencia y el sentido de proporción deberían redundar en beneficio reputacional de la propia banca.

Es verdad que el supervisor europeo —y su terminal española— ha puesto coto a algunos excesos y ha establecido normas para evitar que se premie el resultado a corto plazo en perjuicio de la solvencia de las entidades. Pero también lo es que aún queda recorrido y que siempre resulta más satisfactorio transitarlo por la vía de la autorregulación de los propios interesados que por las normas imperativas emanadas de las autoridades.

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