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Lo que se avecina en ‘La que se avecina’

La inclusión de dos bipolares en la nueva temporada de la serie desata una protesta

Berna González Harbour
Loles León, en un evento el pasado día 19.
Loles León, en un evento el pasado día 19.Fotonoticias (WireImage)

La conmovedora poeta colombiana Piedad Bonnett convirtió el suicidio de su hijo, un joven golpeado por una terca y bruta enfermedad mental, en un libro memorable que logra no incomodar a nadie y arrojar luz sobre un tabú que la necesitaba. Lo que no tiene nombre(2008) no solo le sirvió de terapia a ella y a numerosas víctimas que encontraron en sus letras un lugar donde reconocerse, sino que demostró que la enfermedad es un territorio fértil y necesario de creación que puede y sabe dar la bienvenida al público más temeroso. Su obra fue útil.

Ahora, Sara M. Parkinson relata la muerte de su hijo en una carta al director de este periódico y denuncia la frivolización que considera que la serie La que se avecina hace de la enfermedad. Dos nuevos personajes de la novena temporada recién comenzada la van a padecer, según ha relatado el nuevo fichaje Loles León. “Parece mentira que se utilice una enfermedad tan cruel como fuente de risa”, asegura Parkinson. “¿Por qué no crean personajes graciosos con síndrome de Down o tetrapléjicos?¿Será porque personas conocidas como Stephen Hawking o Pablo Echenique han demostrado sobradamente su valía humana?”

No es problema obviamente la inclusión de una enfermedad en una obra, pero sí es distintivo de calidad creativa hacerlo bien, y de avance democrático de una sociedad y de un país el tratamiento que reciben las minusvalías, las enfermedades y las situaciones minoritarias. Los cuadros negros de Goya nos hablan de personajes enfermos, enloquecidos o deprimidos con una empatía que aún asusta y nos cautiva, por viajar al pasado en busca de modelos en mayúsculas, como los fueron también Munch o Van Gogh.

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Si buscamos referentes actuales, en minúsculas pero muy dignos, encontramos la serie sueco-danesa Bron (El puente, en su versión en español), que crece en el personaje de la detective de Malmo Saga Norén. A esta policía, el síndrome de Asperger no solo no le resta ninguna aptitud, sino que dota de un encanto irresistible al personaje a pesar de todas las oportunidades que aprovecha para mostrar su lado más abrupto y soez. Carrie Mathison de Homeland también nos conquista.

Di Caprio en El aviador, Russell Crowe en Una mente maravillosa y antes Jack Nicholson en Alguien voló sobre el nido del cuco nos regalaron interpretaciones geniales de enfermedades mentales que nadie quisiéramos vivir en carne propia. El arte ha servido y sirve para abrir puertas cercanas, accesibles, a problemas que queremos lejanos. Y así debe ser.

Reírse de uno mismo es uno de los mejores deportes que se pueden practicar en la televisión y en la vida, y hay risas salvajes como las que nos trajeron Monty Python y Little Britain. Pero importa que el guión sea inteligente, autocrítico y divertido de verdad, y no insultante. La que se avecina no ha estrenado aún esos capítulos y asegura que no se identificará a esas personas como enfermas. Pero tal vez el problema no sea el tratamiento de los bipolares que hace, sino el tratamiento que hace de los ciudadanos en general.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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