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Suede, los supervivientes del 'britpop'

Entrevistamos a Brett Anderson, líder de una banda que ha sido capaz de hacer lo mejor y lo peor de la escena musical británica

Xavi Sancho

"Me sucede como a Dorothy Parker", anuncia Brett Anderson a través del teléfono en lo que puede considerarse lo más prometedor que ha propuesto el líder de la banda londinense Suede desde 1992, cuando lanzó su primer single, The drowners. "Ella decía que odiaba escribir, pero que le encantaba la idea de haber escrito. Con las grabaciones me pasa lo mismo: son dolorosas, casi insoportables. Durante esos periodos odio a todos los miembros de la banda, me odio a mí, odio hasta al cartero. Pero luego escucho los álbumes y me encanta haberlos hecho".

Al final, lo que cuenta Anderson no es tan brillante como su mejor disco (Dog man star), ni tan sonrojante como esa aberración llamada Head music, el álbum que en 1999 parecía confirmarles como la banda de britpop de final más tragicómico. De hecho, las palabras de Anderson si fueran una cosa, serían (hola, Raffaella) su nuevo disco, Night thoughts: ligeramente sorprendente, bastante familiar, a ratos brillante y siempre digno.

Presentado en un apoteósico concierto el pasado noviembre en Londres, el álbum sigue la línea de su predecesor, Bloodsports: un disco de Suede que logra el hito de entregar media docena de canciones que, cuando sean interpretadas entre sus clásicos, no provocarán estampidas hacia el baño o la barra. "Hemos logrado que, de vez en cuando, alguien te diga que le gustó el concierto pero que hubiese preferido más temas nuevos", informa ufano Anderson, quien formó a principios de los noventa uno de esos grupos que parecía imposible que envejeciera con dignidad y que, cruzada la segunda década del siglo XXI, resulta creíble incluso cuando habla de los problemas de adolescentes desde el punto de vista de un adolescente. "El secreto es el sentido del humor", afirma el vocalista, destacando uno de los pocos aspectos por los que jamás será recordado su grupo. Se lo recordamos. Se ríe. "Es que, de verdad, estos tipos son muy graciosos, y la clave para la longevidad de una banda es tener en ella al menos a dos que amenicen las esperas en los aeropuertos. En Suede hay tres que podrían haber ganado más dinero con la comedia que con el pop. Eso sí, concedo que jamás hemos usado el humor en nuestra música. No hay nada que odie más que la ironía en el pop. Puedes ser gracioso en lo que quieras menos en el pop".

Aparte de esta férrea creencia, la falta de humor en su música también tiene mucho que ver con cómo afronta Anderson su obra. "Cada cosa que hago es para superarme, y es una carrera contra mí mismo que jamás podré ganar. ¿Crees que voy a poder hacer otro disco como Dog man star? Claro que no, sería un imbécil si lo dijera. Eso no quita que sea suficientemente imbécil como para seguir intentándolo", informa con irónica sinceridad. La misma que utiliza al referirse al periodo más oscuro de la banda, la que medió entre su mejor disco (el mencionado Dog man star) y el más comercial (Coming up). Fue entonces cuando dejó la banda Bernard Butler, verdadero ideólogo de Suede para aquellos que también piensan que Johnny Marr era más importante que Morrissey en The Smiths.

"Siento mucho cómo se fue Bernard del grupo. Me arrepiento de muchas cosas porque ya soy suficientemente mayor como para hacerlo sin vergüenza. Lo bueno es que ya he tenido ocasión de hablar con él de lo que pasó. De hecho, he tenido tiempo de hablar de cualquier cosa". Menos de fútbol o política, le recordamos. "El fútbol es para el humor, y ya sabes que de eso no escribo, y la política debe ser cerebral, mientras que el pop es emocional. Solo canciones como North country blues de Dylan logran ser políticas, cerebrales y emocionales a la vez. Yo eso no lo sé hacer”.

• Night thoughts ya está disponible.

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Sobre la firma

Xavi Sancho
Forma parte del equipo de El País Semanal. Antes fue redactor jefe de Icon. Cursó Ciencias de la Información en la Universitat Autónoma de Barcelona.

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