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Gobernantes marcados

Justin Trudeau o Cristina Cifuentes son solo algunos de los políticos que muestran orgullosos sus tatuajes

El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a la derecha, en un combate de boxeo.
El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, a la derecha, en un combate de boxeo.REUTERS

Uno de los participantes de la última reunión del G-20 iba tatuado. El primer ministro canadiense, Justin Trudeau, es posiblemente el único jefe de Gobierno con la piel entintada, o el único que lo luce públicamente. En 2012, cuando era parlamentario, participó en un combate de boxeo benéfico y mostró un llamativo dibujo en el hombro izquierdo: un globo terráqueo que se hizo con 23 años y que cubrió al cumplir los 40 con un cuervo Haida. En las cenas del G-8, por ejemplo, Trudeau tendrá algo de qué hablar con la primera dama británica, Samantha Cameron, que tiene un delfín dibujado en el tobillo.

En pocas décadas, los tatuajes han dejado de ser sinónimo de delincuencia y mala vida para convertirse en un complemento de moda. El 14% de los estadounidenses está tatuado, según el Pew Research Center, y estima que entre los 26 y los 40 años son cuatro de cada 10. La moda del tatuaje ha ido llegando a la política, aunque con menos furor que al resto de la sociedad. Sin embargo, parece que se pierde el temor de asustar a posibles votantes. Vladimir Franz, un compositor checo completamente tatuado, se presentó como candidato a la presidencia de la República Checa en 2013 y obtuvo 350.000 votos en la primera vuelta (6,8%). Más que el PNV o UPyD en las últimas elecciones.

Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid.
Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid.Claudio Alvarez

“Pocos políticos están tatuados porque pertenecen a una generación en la que era un estigma y no un signo estético”, apunta el sociólogo de la Universidad de Estrasburgo David Le Breton, que ha escrito libros sobre el significado social de los tatuajes y los piercings. Añade que para los políticos jóvenes ya no tiene esta asociación. “Es una forma de mostrarle a los jóvenes: ‘Mírame, soy como tú”.

El hipster Trudeau no es, sin embargo, un pionero. En la historia ha habido un número significativo de monarcas tatuados. Uno de los primeros fue Harold II de Inglaterra, que tenía en el pecho escrito el nombre de su esposa Edith, lo que permitió identificar su cadáver tras su muerte en la batalla de Hastings, en 1066. “Esto podría ser una embellecida ficción histórica”, advierte la historiadora de los tatuajes Anna Friedman, en su blog tattoohistorian.com. En la historia más reciente —y confirmada fotográficamente—, el rey Federico IX de Dinamarca popularizó los tatuajes en su país al posar sin camisa, en 1951, para la revista Life y lucir las marcas que adornaban su pecho y antebrazos.

Tres de los 44 presidentes de EE UU han entintado su piel: Andrew Jackson tenía un tomahawk [un arma india en el muslo; James Polk, un símbolo chino en el brazo que significaba “ansioso” y Ted Roosevelt, supuestamente, se decoró en el pecho el escudo familiar. También se ha publicado que el primer ministro británico Winston Churchill tenía un ancla en el brazo, dato que su fundación ni respalda ni desmiente.

“Siempre ha habido personajes excéntricos, también en las clases altas”, añade el sociólogo Le Breton, “Tatuarse es una forma de mostrar que son distintos y que no siguen códigos”. En la época Victoriana Eduardo VII tenía un dragón y una cruz cristiana, fruto de sus viajes a Jerusalén y Japón. Tanto le gustó que cuando su hijo, Jorge V, hizo los mismos viajes organizó para que lo tatuaran los mismos artistas.

De todos los colores

De vuelta a la España del siglo XXI, aquí y ahora, son cada vez más frecuentes los gobernantes tatuados. Pertenecen tanto a la izquierda como a la derecha, a los partidos nuevos y a los tradicionales. El alcalde de Cádiz, José María González, el Kichi, tiene en el antebrazo las letras AG/KG -las iniciales de su hijo mayor y del propio Kichi-, escritas con la misma tipografía de la banda australiana AC/DC. También en Podemos, el secretario de organización y recién electo diputado, Sergio Pascual, tiene en el antebrazo un perro y una rana, que simbolizan la fidelidad y el cambio. En el PSOE, Elena Valenciano luce una mariposa que se hizo con 40 años. Por su parte, el presidente del PP en Guipuzkoa Borja Semper lleva escrito en el antebrazo “ha salido el sol”. La campeona de los tatuajes en España es también del PP: la presidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes. Tiene cinco: un dibujo tribal en la parte baja de su espalda, una rosa en el hombro, un sol y una estrella en los tobillos y en la muñeca derecha lleva la letra china ‘Bao’ (‘proteger’ o ‘guardar’). Se los hizo en momentos importantes de su vida, como el nacimiento de sus hijos.

Tatuadores de reyes y curas

"Es posible que uno de mis ancestros haya tatuado a Jorge V o a Eduardo VII”, explica por teléfono Wassim Razzouk, que pertenece a una familia que empezó haciendo tatuajes en Egipto hace 700 años y que desde hace 250 tatúa a quienes peregrinan a Jerusalén. “En un documental de la BBC dicen que fue otro artista, pero cuando hicieron el viaje mi familia era la única que trabajaba en Jerusalén”, dice Razzouk. Su clientela se compone fundamentalmente de cristianos ortodoxos y suele tatuar “curas, obispos, arzobispos, un pastor luterano y, recientemente, a una monja”. Sus tatuajes son un certificado de haber visitado la tierra Santa. El abuelo de Razzouk tatuó al Emperador etíope Haile Selasie durante su visita a Jerusalén en 1936. “Fue a su hotel con la maquina y le hizo una cruz en el brazo con la fecha de su viaje”.

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