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El pulso
Columna
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De momento los griegos pasan de cuotas femeninas

Tsipras ha tenido muchos condicionantes para cuadrar el imposible sudoku de una Grecia otra vez al borde del abismo.

María Antonia Sánchez-Vallejo
Empleadas de limpieza del Ministerio de Finanzas griego, despedidas por los recortes, expresan su apoyo por Alexis Tsipras.
Empleadas de limpieza del Ministerio de Finanzas griego, despedidas por los recortes, expresan su apoyo por Alexis Tsipras.bloomberg

Sorpresa mayúscula al etiquetar en Twitter en estos días de vértigo poselectoral, cambio histórico y nubarrones sobre Atenas: hay un hashtag llamado #Tsiprasmachista. Como si no bastara con la amenaza de #Grexit; las filípicas de socios airados, conminando a los chicos malos de Atenas a obedecer las reglas, o la emergencia económica y social que afronta el país, el clamor suscitado en el exterior –y sobre todo en España– por la ausencia de mujeres en el nuevo Gobierno griego resuena también por aquí, en diferido, aunque la polémica resulte tan extemporánea como ajena a la realidad social del país: en Grecia nadie se ha hecho cruces, ni rasgado las vestiduras, ni mucho menos editorializado (es decir, impartido doctrina) sobre la aparente falta de representación femenina en el Ejecutivo porque es un reflejo de la sempiterna ausencia de mujeres de la vida pública.

Con 68 diputadas en una Cámara de 300 escaños, lo raro –y cosmético– habría sido un Gobierno paritario, argumentan muchas fuentes (también femeninas) de Syriza, que con 44 parlamentarias saca notoria ventaja al resto de partidos representados. No es verdad, hay seis mujeres, claman otros muchos interlocutores –de todo el arco político y social–, la estructura del Gobierno griego es distinta y esas seis mujeres ocupan puestos de gran responsabilidad, no son una presencia subsidiaria como simples jefas de negociado. En efecto, esas seis viceministras y ministras alternas (con rango superior al de un secretario de Estado español) son las titulares de Inmigración (importante cartera de nueva creación); Turismo (la gallina de los huevos de oro del país); la número dos del ministro de Finanzas, Yanis Varufakis; y las encargadas de las sensibles carteras de Tracia-Macedonia, Solidaridad Social o Lucha contra el Paro. Además, Syriza ha colocado en la presidencia del Parlamento (la tercera autoridad del país, tras el presidente y el primer ministro) a Zoí Konstantopulu, martillo de herejes en la anterior legislatura desde la comisión de transparencia y lucha contra la corrupción y prestigiosa y cañera abogada de derechos humanos.

Syriza ya avisó antes de las elecciones de que formaría el mejor Ejecutivo posible para sacar a Grecia adelante en estos momentos de inestabilidad y turbulencias, y que primaría la capacidad de sus miembros sobre cualquier otra consideración, incluido el género. Tsipras también ha debido equilibrar su composición para representar a todas las corrientes de Syriza, y además acomodar en él a su socio de coalición, el pequeño partido de derecha nacionalista Griegos Independientes (cuatro representantes). Muchos condicionantes para cuadrar el imposible sudoku de una Grecia otra vez al borde del abismo.

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