El naranja es el nuevo gay

Jodie Foster optaba al Emmy a la mejor dirección de un capítulo de comedia por Orange is the new black. A la alfombra roja llegó de la mano de su mujer, Alexandra Hedison, con la que se casó hace cuatro meses. La actriz Samira Wiley (Poussey Washington en la ficción) también aprovechó la ceremonia de entrega de premios de la televisión estadounidense, celebrada el lunes pasado, para mostrarse de la mano de su novia, Lauren Morelli, guionista de la serie. Poco antes, Lea DeLaria, actriz que interpreta a Big Boo en la ficción que se ambienta en una prisión femenina, clamaba a favor del final del estigma que acarrea en televisión ser “una lesbiana marimacho”.

Orange is the new black parece haber hecho más por la normalización del lesbianismo que años de activismo. Esa visibilización se ve favorecida también desde la propia serie, donde el grupo de presas protagonistas no duda en mostrar su sexualidad de forma abierta en pantalla con un tratamiento equivalente al que reciben en series y películas de Hollywood las relaciones heterosexuales.

No es la primera serie con lesbianas entre sus personajes protagonistas. Otros títulos como Pretty little liars, Buffy cazavampiros, Anatomía de Grey, Orphan Black o Glee también tienen o han tenido personajes femeninos homosexuales, pero sin tanto protagonismo ni de forma tan visible como ocurre en Orange is the new black. Ficciones españolas como Los hombres de Paco, Aquí no hay quien viva u Hospital central también han contado con mujeres gais entre sus personajes. Jennifer López produce una serie, The Fosters, centrada en una pareja lesbiana, pero su repercusión ha sido mucho menor que la que ha tenido, a ambos lados del Atlántico, OITNB. La novedad con respecto a otras series estadounidenses que la han precedido con el lesbianismo como tema central, como The L Word, que protagonizó Jennifer Beals de 2004 a 2009, es que en esta ocasión ha trascendido su público objetivo para convertirse en un éxito de masas.

La industria ha dado grandes pasos, pero descubrirse como lesbiana aún puede conllevar un castigo

Según datos de un informe elaborado por la Alianza Gay y Lésbica contra la difamación (GLADD), el número de personajes lesbianos en televisión ha ido creciendo en los últimos años. De las 49 interpretaciones homosexuales que existían en las ficciones de las cadenas en abierto estadounidenses en la temporada 2012-2013, 10 eran lesbianas y 7 se consideraban bisexuales. En las cadenas de cable la cifra subía a 16 lesbianas, un 27% de los personajes pertenecientes al colectivo LGTB. Por entonces, Orange is the new black, que además cuenta entre sus personajes más exitosos con una transexual interpretada por la transgénero Laverne Cox, todavía no había entrado en escena.

El éxito de la serie y la normalización a la que está contribuyendo abre paso en Hollywood a un colectivo que no siempre lo ha tenido fácil para mostrarse abiertamente. En los años recientes, la industria audiovisual ha dado grandes pasos en el respaldo a actores, presentadores o directores abiertamente gais. Sin embargo, descubrirse como lesbiana puede encontrar su castigo. La presentadora y actriz Ellen DeGeneres podría representar la cara de esta moneda. Su carrera ha seguido en ascenso desde que en 1997 hiciera pública su homosexualidad en su serie, Ellen, y en el programa de Oprah Winfrey. La cruz la puede ejemplificar el caso de Anne Heche, quien tras anunciar su relación (que duraría tres años) con DeGeneres vio como su emergente carrera se desinflaba para siempre. Cosas de Hollywood, un mundo en el que todavía sorprende (y se aplaude) que mujeres como Jodie Foster o Ellen Page decidan hacer pública su sexualidad.