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FESTIVAL DE TÁNGER

Cine marroquí: de cantidad a calidad

De los cinco o seis films que se rodaban en los noventa ha pasado a la veintena que se produce actualmente

Analía Iglesias
Fotograma de la película 'Solei-man', de Mohamed El Badaoui.
Fotograma de la película 'Solei-man', de Mohamed El Badaoui.

"Estoy orgullosa de ser marroquí". Lo dice la realizadora Asmae El Moudir, una de las tantas artistas jóvenes del Magreb. Ella es la directora de un corto muy personal, entre el documental y la ficción, hecho con muñecas rusas que llevan pintada la cara de los líderes soviéticos pero que representan a sus tíos o a su abuela o a los niños que rodearon su infancia entre familiares migrantes, y que ha titulado nada menos que Memorias anacrónicas. Asmae está en Tánger presentando su obra, explicándola en francés, mientras escucha las preguntas en dariya (árabe dialectal marroquí). Lo mismo hace Narrimane Yamna Fakir, otra chica que dirige cine y regresa así a la vida cotidiana de su país de origen. Las mujeres se sienten parte de la sentencia del orgullo y hay aplausos en la sala llenísima de gente que se ha acercado, plena de preguntas, a la primera rueda de prensa de la 15ª edición del Festival Nacional de Cine de Tánger, en el hotel Chellah.

Transcurren las primeras jornadas de proyecciones de esta muestra de lo realizado en el vecino Marruecos, durante el año 2013, que constituye la cita anual más importante de la industria. Es esta una edición especial en la que las autoridades del Centro Cinematográfico Marroquí quieren poner sobre la mesa de debate el desarrollo de un marco jurídico, "a la luz de las recomendaciones del Libro blanco del cine marroquí".

Esta industria incipiente crece a buen ritmo (de cinco o seis filmes que se rodaban en los noventa, se ha pasado a superar los 20 anuales) y sus creadores anhelan se acerque al dinamismo de la egipcia y a la intrepidez y calidad de la iraní, que desde hace décadas forma parte de la selección de los festivales mundiales de referencia.

"Es tiempo de pasar de la cantidad a la calidad", remató, a propósito, el realizador Abdou Achouba, su discurso en la gala de apertura, con el marco histórico incomparable de la sala art deco del Cinema Rif de la Cinématèque de Tánger.

El certamen reúne a toda la industria, desde las 'vacas sagradas' hasta los realizadores noveles

Achouba preside el jurado que premiará a los mejores entre los 21 cortos en competencia. En tanto, el escritor y politólogo Abdallah Saaf es quien preside el jurado de largometrajes en competencia, que este año suman 22. El palmarés se anunciará el próximo sábado 15.

Muchísimos espectadores, salas en efervecencia, con todas las funciones atiborradas y gente pugnando por entrar a disfrutar y a verse, como sociedad, en pantalla grande. Tal el paisaje del Tánger de estos días, lluvioso y frío, al que no dejan de llegar periodistas de la capital y de medios de migrantes en Europa. Se trata de un momento histórico porque el público elige cine nacional a la hora de ir a las salas (y también de verlo en TV), aunque del otro lado todavía se oigan persistentes reivindicaciones de los artistas, especialmente los actores, por la profesionalización de un cine con limitadísimos presupuestos.

Quizá parte de esta cuestión presupuestaria esté detrás de la excelente calidad técnica y artística de la mayoría de los cortometrajes y, en cambio, los altibajos que se advierten en la producción de largos.

El Festival de Tánger tiene la particularidad de que aquí se reúnen todos, o casi todo el cine marroquí, desde las vacas sagradas hasta los realizadores noveles, entre ellos muchas mujeres.

Llegan a la ciudad más internacional de Marruecos chicos y chicas con su opera prima bajo el brazo, contra viento y marea, y contra todos los condicionantes del mundo, a mostrar un arte que empieza a decir cosas nuevas o desde una perspectiva absolutamente otra. Este es el caso de Solei-man, un largometraje de coproducción hispanomarroquí, dirigido y protagonizado por Mohamed El Badaoui, un joven rifeño residente en Madrid, que ha gozado de una envidiable acogida entre el público y los medios nacionales, tras su pase, este sábado.

Solei-man es la lacónica historia de un pescador de Alhucemas que se debate entre la atracción hacia una mujer y el compromiso con su familia, que vive una situación muy difícil a causa de la grave enfermedad de su hijo.

'Solei-man', de Mohamed El Badaoui.

"En Solei-man, que es mi primer largo, hablo del amor en sus infinitas maneras, de las más puras y fuertes, como las que unen incondicionalmente a los padres con sus hijos, hasta aquellos encuentros que nos arrollan con la fuerza de las olas, con una pasión inevitable, que se sienten y se viven con placer, pero también duelen", comenta El Badaoui al fin de la proyección y tras los aplausos de un público que acompañó el expresivo silencio del filme con plena atención.

Si el cine es contar un pedazo de verdad, El Badaoui intenta empezar a contar la suya, desde el jardín de una casita cerca de Alhucemas: "Venimos de un cine de diálogos, que se nutre estilísticamente del teatro marraquechí, de los textos coloridos de los cuentacuentos de la plaza de Djemá El Fnaa... En mi cine, yo elijo el paisaje del Rif, apenas el ruido de las olas, el viento del Mediterráneo y los paisajes humanos que conocí en mi infancia. Me expreso en la contemplación, porque el silencio dice y los gestos de las personas son un idioma universal".

Entre las obras de los consagrados, hemos visto Secrets d'oreiller de Jilali Ferhati, en la noche de inauguración. Con Ferhati hablamos luego de la prostitución como uno de los temas que aborda a menudo el cine marroquí. "Cuando hago una película sobre las mujeres, conozco mejor a los hombres. Es a través de la mujer que hablamos de las conductas del hombre", responde Ferhati, con el aplomo de la experiencia. "El velo o la vestimenta femenina son parte del folklore, o de ciertos principios de las sociedades. Pero muchos de los problemas de la mujer marroquí son los problemas de la mujer española", apunta.

Y uno de esos asuntos es, sin duda, el del sacrificio o la ambivalencia del sacrificio entre lo que es lícito conceder de libertad o de vida propia frente al valor de ciertos deberes familiares. Un asunto que ciertamente afecta a las mujeres de todos los continentes y que el cine magrebí aborda a menudo.

El de Marruecos es el cine de la verdad bien iluminada de sol africano, el que se propone ahora dar otro paso adelante.

Sobre la firma

Analía Iglesias
Colaboradora habitual en Planeta Futuro y El Viajero. Periodista y escritora argentina con dos décadas en España. Antes vivió en Alemania y en Marruecos, país que le inspiró el libro ‘Machi mushkil. Aproximaciones al destino magrebí’. Ha publicado dos ensayos en coautoría. Su primera novela es ‘Si los narcisos florecen, es revolución’.

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