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“Hay que informar a los migrantes. No para disuadir. Para que sepan qué les espera”

Vietti ha trabajado con Cruz Roja en Sicilia para apoyar a las instituciones en la acogida de quienes logran llegar a la isla tras la travesía del Mediterráneo en barcazas

Francesca Vietti con un grupo de inmigrantes en Lampedusa en el día de la visita del papa Francisco a la isla el pasado julio.
Francesca Vietti con un grupo de inmigrantes en Lampedusa en el día de la visita del papa Francisco a la isla el pasado julio.

Un libro de instituto de geografía, el Norte y el Sur del mundo, y las desigualdades que, en forma de fríos números, se presentan ante los ojos de una chica de 15 años. Si la escuela debe formar ciudadanos, concienciarlos y abrirlos al mundo, lo logró con Francesca Vietti. “Era el segundo año de instituto. Teníamos un libro, que aún guardo en mi casa, titulado El Sur del mundo. El año anterior habíamos estudiado el Norte. Un día el profesor comentó que Mozambique tenía una esperanza de vida de 42 años, cuando en Italia era de 82. Me despertó algo dentro. Pensé que era muy injusto. Y empecé a estudiar las estadísticas, a informarme”, cuenta Vietti, que ha sido delegada sobre el terreno de Cruz Roja en Sicilia.

Vietti aterrizó a la isla italiana hace año y medio cuando, tras pasar un proceso de selección, fue contratada por la organización internacional para un proyecto de apoyo a las instituciones en la gestión de las llegadas vía mar de inmigrantes y demandantes de asilo. Desde entonces ha pisado los muelles donde acababan los viajes de las pateras cargadas del sufrimiento de centenares de personas que, antes de la dramática travesía del Mediterráneo, han arrastrado sus vidas y sus historias cruzando durante meses, o incluso años, las fronteras de los países de tránsito. “Cuando desembarcan, al ver las organizaciones internacionales los migrantes se sienten aliviados. Nosotros intentamos tranquilizarles, les sonreímos, les preguntamos si están bien. Y yo siempre les digo que estoy contenta de que hayan llegado sanos y salvos, porque, a pesar de las dificultades que aún les esperan, intento ser propositiva y optimista. Para ellos llegar a Lampedusa es claramente una conquista. Pero el pasado 3 de octubre no pude. Aquello no era un inicio. Para muchos fue el final”, recuerda Vietti, sentada en la recepción de un hotel durante una reciente visita a Madrid. Su voz, decidida cuando cuenta sus experiencias sobre el terreno, se hace más débil.

Aquel comienzo de octubre en el muelle no había sonrisas que dispensar. Llegaban los supervivientes de una de las peores tragedias de la inmigración que se recuerda en los últimos años. Los que lograron salvarse en el hundimiento de una barcaza que alojaba a 500 personas eran una minoría. Los muertos fueron 387, entre ellos 16 niños, en su mayoría eritreos, sudaneses e etíopes. Ocho días después, frente a las costas de la isla, otro naufragio causaría otras decenas de víctimas. Vietti, que lleva 10 de sus 31 años, viajando por el mundo con proyectos de cooperación y atención a los migrantes, reconoce que fue una experiencia dura. “Ha sido el epilogo de la tragedia. Por eso, el presidente de Cruz Roja pidió que se abrieran corredores humanitarios”, comenta.

Tras la tragedia de Lampedusa creamos una red de contacto con las familias. Recibimos más de 700 peticiones desde 40 países"

Tras el naufragio la organización puso en marcha una red de información para las familias. “Henry Dunant, el fundador de Cruz Roja, en la batalla de Solferino [la masacre de 1859 tras la que el hombre de negocios suizo fundó la organización], pensó que no solo es importante salvar a las personas sobre el terreno, sino también informar a sus familias. Lo mismo hemos intentado hacer ahora. Creamos una dirección electrónica de correo y recibimos más de 700 peticiones desde más de 40 países. Algunos familiares ni siquiera sabían si sus allegados estaban en estas barcazas”, explica Vietti. “Hemos establecido un contacto y seguimos informándoles para que sepan que no nos olvidamos, que estamos trabajando en ello”.

Vietti, que se licenció en Instituciones Políticas y Derechos Humanos en la Universidad de Padua e hizo después un máster en el Centro europeo para los derechos Humanos de Venecia, tienen como pilar de su actividad salvaguardar “la seguridad humana”: “Es ser libres del miedo, libres de las necesidades, libres de la violencia. Y los sirios, somalíes o eritreos que dejan sus países por falta de seguridad, en todos los países de tránsito la pierden aún más. Y es una experiencia común para todos los inmigrantes”. La primera vez que lo comprobó sobre el terreno fue en Tapachula, en el estado mexicano de Chapas, en la frontera con Guatemala. Allí estuvo un tiempo en la casa de acogida los misioneros scalabrinianos que ayudan a los inmigrantes que emprenden el viaje hacia la frontera de Estados Unidos. “Lo que hacíamos era informarles de los peligros. No para que no partieran sino para que lo hicieran conscientes. Lo mismo quiere hacer Cruz Roja ahora reforzando su red de sus sedes en los países de origen, tránsito y destino. Porque es importante informar a los migrantes. No para disuadirles, sino para ponerlos frente a la realidad que se encontrarán”.

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