_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Es culpa de los políticos?

Habría que revisar el papel que juegan otros colectivos como, por ejemplo, la élite económica

Ignacio Urquizu

Desde hace un tiempo, muchas personas han decidido que los políticos son un gran problema en nuestro país. Las manifestaciones frente al Congreso de los diputados son un reflejo de esta realidad. Fenómenos como el 15-M o el 25-S no se pueden entender sin la crisis política y de representación que vivimos.

Además, los datos demoscópico refuerzan esta creencia. Desde finales de 2009, un porcentaje muy elevado de ciudadanos sitúan en las encuestas del CIS a la clase política como el tercer gran problema de España. El último barómetro de septiembre lo vuelve a reflejar: casi un 27% de los entrevistados declaran que la clase política es su principal preocupación, la cifra más elevada de toda la democracia.

Es cierto que este estado de opinión no es la primera vez que se produce. En los años 1995 y 1996, el número de individuos que veía a los políticos como un problema también era muy elevado, situándose como la segunda preocupación de los españoles en septiembre de 1995. Al igual que entonces, la combinación de una crisis económica con casos de corrupción está resultando letal para nuestro sistema político.

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Pero hay algo que nos diferencia de los años 90. En la actualidad, algunos expertos se han unido al coro de voces ciudadanas que sitúan a la clase política como la responsable de todo los males que nos suceden. El pasado 10 de septiembre, en las páginas de este periódico, César Molinas nos presentaba una teoría general de la clase política. Cogiendo parcialmente los argumentos de Acemoglu y Robinson, para este economista gran parte de nuestros problemas se reducen a una “élite extractiva” que es incapaz de asumir su parte de responsabilidad en la crisis, puesto que ello le alejaría de su principal interés: hacerse con la renta de los españoles. Esta élite son los políticos y sólo un nuevo sistema electoral, de carácter mayoritario, nos prevendrían de este problema.

Que algunos expertos hayan comenzado a pensar así es preocupante por diferentes razones. Por un lado, revela una falta de profundidad en sus análisis. Aunque quizás este comportamiento no sea inocente y lo que están haciendo es evadir su parte de responsabilidad en la crisis. Por otro, las consecuencias para nuestras democracias pueden ser más que preocupantes. Vayamos por partes

La combinación de una crisis con casos de corrupción está resultando letal para el sistema

¿Es la clase política la única responsable? ¿Nadie más tiene responsabilidades en esta crisis? Intentar explicar cualquier fenómeno social, económico o político por un único factor es algo más que una ingenuidad. Casi todo lo que sucede en estos ámbitos no deja de ser la combinación de muchos elementos, que puestos en conjunto, nos ayudan a entender por qué las cosas suceden. Seguramente, en la crisis económica no sólo han influido un conjunto de decisiones políticas equivocadas. También tienen su parte de responsabilidad los empresarios que se beneficiaron de las distintas burbujas o los economistas que, con sus recomendaciones, nos empujaban a desregular los mercados, hablaban del fin de los ciclos económicos o invitaban a la gente a invertir en productos financieros que hasta ellos mismos desconocían en su funcionamiento.

Como acertadamente señala Molinas, una parte del problema está en “no tener un diagnóstico razonable de la crisis”. Pero, de nuevo, ¿sólo los políticos deben decirnos por qué suceden las cosas y cómo podemos resolver nuestros problemas? Seguramente, son muchos los colectivos que se muestran incapaces de hacer un análisis certero de la situación actual. Además, si un papel cumplen los expertos en la sociedad es la de utilizar su cualificación técnica en generar análisis y opiniones mucho más formadas que las del conjunto de los ciudadanos. En cambio, muchos de estos expertos han optado por poner en el punto de mira a la clase política. Esto me lleva a pensar que quizás los políticos no son los únicos que tienen la tentación de evadir su responsabilidad en esta crisis.

¿Por qué una persona tan formada va a actuar de esta manera? Algunos de estos expertos antes frecuentaban agencias de calificación y consultoras, actores muy relevantes para explicar el colapso del sistema financiero. Además, puesto que tampoco parecen haber revisado parte de las teorías económicas que nos han conducido a la crisis económica actual, siguen empeñados en argumentos erróneos. Por ello, cuando se adoptan las medidas que proponen y no funcionan, acaban concluyendo que el gobernante de turno ha sido muy blando y no ha aplicado su recomendación con la profundidad que se merece. Usando un símil cinematográfico, como decía Groucho en la genial película de Los hermanos Marx van al oeste, “es la guerra, traed madera, traed madera”. Y así hasta desmontar el tren. Es decir, y así hasta que la austeridad acabe con nuestras economías.

Seguir culpando a los políticos de todos nuestros males tiene horribles consecuencias. Si se continúa por esta senda, se va a producir una profunda deslegitimación de las democracias, algo que se añadiría a algunos procesos también preocupantes. En los últimos años, nuestros sistemas políticos han perdido mucho de su poder representativo. Ya sea por el surgimiento de instituciones de escaso origen democrático pero con un gran poder (por ejemplo, los bancos centrales independientes) como por la creciente apertura económica que está reduciendo la capacidad de maniobra de los gobiernos, los ciudadanos estamos perdiendo parte de nuestra capacidad de influencia sobre las decisiones políticas. Si a esto le añadimos el constante descrédito de los políticos, agrandamos las heridas por las que están sangrando nuestras democracias.

Además, un caldo de cultivo de estas características está generando las condiciones adecuadas para que surjan populismos de todo pelaje, desde los que proponen robar los carros de supermercado, hasta los que pueden derivar en opciones de carácter más autoritario. Si los políticos son el problema, ¿cuál es la solución? Pensar que con un nuevo sistema electoral lo cambiaremos todo, revela un gran desconocimiento de cómo funcionan los sistemas electorales y de lo que sucede en otras democracias.

En definitiva, son muchos los que nos han empujado a la situación económica que estamos viviendo y, seguramente, también habría que revisar el papel que juegan otros colectivos como, por ejemplo, la élite económica. Pensar que los políticos son los únicos culpables de la actual situación, no sólo no es acertado, sino que revela la falta de asunción de responsabilidades por parte del resto de protagonistas de la crisis, conduciendo a nuestras democracias a un callejón sin salida. Esto no quita que los partidos deban revisar su funcionamiento interno y reflexionar sobre cómo seleccionan a sus dirigentes. Que los ciudadanos vayan a manifestarse frente a las instituciones representativas no es casualidad. Pero también nos deberíamos preguntar por qué muchas personas de enorme valía tienen escasa vocación política. Si seguimos desprestigiando a la clase política, será muy difícil convencer a muchas personas para que dediquen una parte de su vida a la gestión de lo público.

Ignacio Urquizu es profesor de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid. Autor del libro La crisis de la socialdemocracia: ¿Qué crisis? (Catarata)

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_