Angola: el voto femenino a ritmo de kizomba
Un hombre que se sitúa por detrás de una mujer y le tapa los ojos con una cinta negra mientras que el ritmo sensual de la kizomba empieza a dominar sus cuerpos. Una mujer que sigue agarrada el paso que él le marca. Se cuelga, literalmente a él. La kizomba los posee, y ellos bailan…
La danza de la kizomba nació en Angola, como tantas y tantas mujeres que hoy luchan por su libertad. Bailan su ritmo, como queriendo salvarse, porque la danza siempre ha sido factor de integración, no de sumisión. Bailan con ellos, pero saben que sólo ellas tienen la llave para conseguir la tan ansiada igualdad. De ellas depende que el lema de su país se haga realidad: “la virtud unida es más fuerte”.
La República de Angola nació en 1975 tras su lucha por la independencia de Portugal. Desde 1979 su presidente ha sido José Eduardo dos Santos, perteneciente al MPLA (Movimiento Popular para la Liberación de Angola). El 31 de agosto es la fecha marcada en el calendario para que se celebren elecciones legislativas en Angola por tercera vez. Tercera vez desde 1975. Unas elecciones donde las mujeres tienen mucho que decir, donde sus voces deberían unirse para el tan ansiado proceso de democratización…
A día de hoy, la discriminación de la mujer sigue siendo un verdadero problema. Afortunadamente, hace años que no se practica la mutilación genital femenina, aunque se reconocieran casos en las zonas cercanas a Moxico (frontera entre la República Democrática del Congo y Zambia). Pero la violencia que perpetran los maridos contra sus mujeres continua siendo el pan de cada día. Sin embargo, el Ministerio de la Familia y Promoción de la Mujer (MINFAMU) noveirregularidades allá donde se dan casos de violencia intrafamiliar…
En Angola existe legislación nacional a favor de la mujer, como la Ley contra la Violencia Doméstica y la propia Constitución dictada en 2010. Pero no es suficiente cuando se vulnera cada punto dictado. No se “promueve la igualdad entre el hombre y la mujer” (Artículo 21 de la Constitución apartado K); y el hombre y la mujer tampoco “son iguales en el seno de la familia, de la sociedad y del Estado, disfrutando de los mismos derechos y correspondiéndoles los mismos deberes” (Artículo 35 de la Constitución apartado 3). Y… ¿por qué?
Porque carecen de apoyo, carecen de protección y su valor aún se cuestiona. El nivel de alfabetización apenas roza el 30% aproximadamente, la mitad que el nivel del hombre. Y la tasa de fecundidad ronda los 6 hijos, una de las mayores del mundo. Además, la mujer continua siendo discriminada en todo lo relacionado con la herencia, con las propiedades y con la participación en las actividades comerciales. Se encuentran sin derechos y sin protección. Algo que desemboca a una pérdida de los valores, problemas con el sustento económico y profundas crisis en el seno de las familias, según el propio ministerio.
La OMA (Organización de la Mujer Angoleña) es una de las organizaciones más fuertes que luchan cada día por las desigualdades de género en este país y participa en la elaboración de políticas así como en charlas comunitarias sobre la violencia y apoyo a los centros. Pero sin educación, no hay ninguna información que interpretar. Y por tanto se pierde toda comunicación.
Incentivar el voto a mujeres con una tasa de alfabetización de un escaso 30% es promover un voto porque sí cuando el verdadero problema se sitúa en las fronteras del mundo rural. En la provincia de Moxico, la OMA tiene actualmente 86.203 miembros de los cuales 85.603 son militantes del partido que gobierna el país, el mismo que tiene un ministerio que no contempla como irregularidad la violencia intrafamiliar. El mismo gobierno que concentra, cada vez más, el poder en un sólo hombre.
El voto femenino el próximo 31 de agosto debería ir a ritmo de kizomba. Al ritmo de una danza que funcione como verdadero factor de integración, sin cintas que tapen los ojos... Llegará la hora en este país de que hombres y mujeres bailen al mismo tiempo.
Imagen de Rafael Marchante, Cordon Press (12 de enero de 2010). Unas mujeres en la provincia de Cabinda venden pescado.
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