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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presidente Nikolic

La elección de un antiguo ultranacionalista pondrá a prueba el europeísmo de Serbia

Que Serbia haya elegido presidente a Tomislav Nikolic, en su tercer intento, es más que preocupante para una Unión Europea que acaba de hacer al país balcánico candidato a la integración. Por más que la lucha electoral se haya centrado casi exclusivamente en una economía extenuada y que el vencedor haya tratado en los ultimos cuatro años de reinventarse como un respetable derechista proeuropeo, no es ocioso recordar que el populista Nikolic (aunque no solo) fue en su momento muy estrecho aliado de personajes como Slobodan Milosevic o mano derecha, en el Partido Radical, del facineroso Vojislav Seselj, procesado en La Haya por crímenes de guerra. En Serbia siguen rondando los fantasmas del ultranacionalismo étnico que causó la aterradora tragedia europea con la que finalizó el siglo.

Con ser una mala noticia, el alcance real de la llegada de Nikolic a la presidencia está por verse. La Constitución serbia otorga escasos poderes al jefe del Estado y muchos más al de su Gobierno. En Belgrado comienza ahora el toma y daca para la formación de un Ejecutivo que asegure la estabilidad del país. Y no es descartable, dado lo inconcluyente de las elecciones parlamentarias de este mes, ganadas por estrecho margen por el partido de Nikolic, una reedición de la coalición saliente. Esa alianza entre los reformistas de Boris Tadic —el presidente derrotado, durante cuyo mandato Serbia ha detenido y entregado a La Haya a algunos de sus más sobresalientes genocidas— y los socialistas en ascenso de Ivica Dacic, herederos de Milosevic, terceros más votados y árbitros de la situación, sería probablemente el escenario menos malo de los varios posibles.

Nikolic ya no afirma que prefiere una Serbia provincia rusa y ha insistido en los últimos tiempos en su vocación europeísta y democrática. Pero esa profesión de fe del converso es por el momento una página en blanco y su verificación hará imprescindible un estrecho y exigente seguimiento de la Unión Europea. Parece poco probable, en cualquier caso, que la elección de Nikolic ayude a Serbia a convertirse en factor de estabilidad en los Balcanes o favorezca la imprescindible reconciliación con vecinos como Bosnia o Kosovo. La antigua provincia serbia, en particular, sobre la cual el discurso del nuevo presidente es mucho menos contemporizador que el de Tadic, representará una prueba de fuego de sus intenciones.

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