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EXÁMENES
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Edipo, la Esfinge y los exámenes de alto riesgo

Hay que poner pruebas que la inteligencia artificial suspenda y que el mítico rey de Tebas siga aprobando

examenes EBAU
en el instituto público Calderón de la Barca de Gijón.Paco Paredes

Cuando Edipo se dispuso a entrar en Tebas, la terrible Esfinge le detiene y amenaza con matarle, a él y a todos los habitantes de Tebas, si no es capaz de dar la respuesta correcta a la siguiente pregunta: ¿qué animal camina sobre cuatro patas por la mañana, sobre dos patas durante el día, y sobre tres patas al caer la noche? Edipo adivinó la respuesta, porque se trataba en efecto de una adivinanza más que de una pregunta de Saber y Ganar. Con ese acierto salvó a la ciudad de un monstruo que la tenía atemorizada, convirtiéndose después en Rey. A la Esfinge no la venció una memoria bien entrenada ni una brillante capacidad deductiva; no fue el esfuerzo de un pensamiento algorítmico, que aborda el problema paso a paso hasta hallar la solución correcta, sino ese efecto eureka con el que se denomina a la intuición creativa propia de los seres humanos. Los acertijos en los que el jugador arriesga la vida si falla en la respuesta son un elemento común en las culturas mitológicas de todo el mundo. Esta universalidad en poner a prueba la mente humana asumiendo el mayor riesgo posible ―la muerte― revela la enorme importancia que tiene la creatividad, incluso desde una perspectiva estrictamente evolutiva, no ya para progresar, sino incluso para sobrevivir. Lo que se presenta como un juego lleva aparejadas las consecuencias más extremas: Rey si aciertas, cadáver si te equivocas.

Los exámenes competitivos para regular el acceso a la universidad o, más adelante, para acceder a un cuerpo de funcionarios públicos, se conocen en inglés como high stakes ―lo que podría traducirse por “exámenes de alto riesgo” o “con mucho en juego”― y tienen en común con el examen en que triunfó Edipo el mucho riesgo, pero se distinguen radicalmente de éste por las habilidades y conocimientos necesarios para tener éxito. De poco le habría servido a Edipo para pasar su prueba haber memorizado textos filosóficos, y de menos aún haber recurrido a los dioses a través del análisis del vuelo de los pájaros. No obstante, seguro que haber disfrutado de buenos libros de poesía y experimentar con metáforas y alegorías le habría ayudado bastante. Sófocles no nos aclara si fue eso lo que marcó la diferencia. En todo caso, el enigma propuesto por la Esfinge sólo puede resolverse con lo que llamamos pensamiento lateral o pensamiento divergente, algo que no es posible encontrar premiado en ningún examen de alto riesgo, ciertamente tampoco en nuestra Selectividad, y que de hecho va desapareciendo de la vida escolar a medida que se avanza desde la Primaria a la Secundaria Obligatoria, y más aún desde ésta al Bachillerato. No deja de ser llamativo que, hasta no hace mucho, sólo se ha podido ejercitar con los llamados pasatiempos o con algunos juegos de mesa. Resolver jeroglíficos, acertar adivinanzas, hacer asociaciones remotas, concebir usos alternativos de un objeto, descubrir soluciones alternativas a un mismo problema, son pasatiempos para gente ociosa o, como mucho, ejercicios para prevenir enfermedades degenerativas, pero desde luego no tendrían nada que ver con el aprendizaje serio.

Si el pensamiento lateral y la creatividad en general se fueron quedando fuera de los exámenes académicos de riesgo, y con ello de lo que cuenta como “buena educación”, es cada vez más frecuente ver la demanda de esas habilidades y capacidades en los procesos de selección para empleos en el sector privado, y de modo especial en los sectores más punteros y para los trabajos mejor remunerados. Tiene sentido pensar que el estilo Edipo, llamémosle así, resulta más adaptativo, evolutivamente hablando, para el sector privado que para el público, y de ahí que los empleadores privados se fijen cada vez menos en los diplomas de los candidatos y cada vez más en sus capacidades para resolver enigmas, jeroglíficos y situaciones que parecen imposibles. De más está decir, sin embargo, que en el sector público no hay escasez de enigmas aparentemente irresolubles, y que le convendría igualmente disponer de personas que puedan pensar “fuera de la caja”, según la expresión importada del inglés. Pero seguimos sin premiar en los exámenes académicos ni en los procesos de selección de funcionarios a quienes tienen las capacidades que demostró Edipo en Tebas.

Con las últimas aplicaciones de inteligencia artificial copando el pensamiento convergente y sacando dieces en todos los exámenes al uso, no va a haber más remedio que plantearse cambiar el estatus académico del pensamiento lateral y comenzar a recuperarlo para la causa de la educación escolar, dándole entrada, aunque sea modesta, en la lista de lo que tiene valor y sentido aprender. Hay que poner exámenes que ChatGPT suspenda y que Edipo siga aprobando. No despreciemos el valor formativo del juego ni el pensamiento divergente. Con ellos nos venimos jugando la vida desde el principio de la evolución. Nada más serio que el juego creativo. En él nos va la vida, de toda la vida.

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