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La escuela concertada donde la diversidad es la norma

Alumnos de una docena de nacionalidades dan forma a un innovador modelo de educación inclusiva en Linares, Jaén

Un grupo de estudiantes salen al recreo en el Safa de Linares.
Un grupo de estudiantes salen al recreo en el Safa de Linares.Jose Manuel Pedrosa
Ginés Donaire

“Hablar de inclusión no es hablar de diferencias, puesto que estas no son percibidas ni por alumnos ni por profesores, todos somos iguales y desde esa igualdad nos relacionamos en esta escuela”. Inmaculada López, profesora de Economía, ejerce ahora como cicerone ante el alumnado de la escuela concertada Sagrada Familia (Safa) de Linares (Jaén). Lo hace como miembro de la asociación de antiguos alumnos aplicando su experiencia entre los 1.250 alumnos de diferentes niveles educativos (desde los tres años hasta Bachillerato y Formación Profesional) que conforman este centro, precursor de un innovador modelo de escuela inclusiva basado en el Diseño Universal del Aprendizaje (DUA).

“Lo que queremos es formar a los alumnos para que sepan enfrentarse a la vida cuando salgan de aquí”. El que habla es Carlos Ramírez Urrea, que atiende a sus alumnos de Infantil casi de una manera personalizada. Lo hace acompañado de otra profesora de Pedagogía Terapéutica. Ambos comparten un aula de necesidades específicas de apoyo educativo con chicos y chicas procedentes de una docena de países. Como Yuchen, una alumna china, y Doae, magrebí, que comparten una clase de Tecnología, una materia que en este centro tiene un valor capital: “Utilizamos las tecnologías para que puedan acceder, analizar y sintetizar información de todo tipo para después evaluarla con capacidad crítica y transformarla en nuevo conocimiento. Trabajamos con tareas competenciales que permiten el desarrollo cognitivo completo y conectamos el currículo con la vida”, subraya la psicóloga Ana María Gómez.

“Hace 20 años ya teníamos al segundo profesor en el aula, pero entonces se hablaba de integración y ahora nuestro reto es la inclusión”, señala la directora de la Safa de Linares, Lola Saiz. En este centro son habituales metodologías como la docencia compartida, el aprendizaje cooperativo, las inteligencias múltiples o el aprendizaje basado en proyectos. “Nos apoyamos en la idea de que la diversidad del ser humano, ya sea en la sociedad o en la escuela, es la norma y no la excepción”, sintetiza Saiz.

Tampoco el idioma nativo supone ninguna barrera. Para ello aplican buenas prácticas y dinámicas positivas de integración del alumnado, principalmente marroquíes, pakistaníes, chinos o nigerianos y un buen número de ucranianos llegados el último año, sin ningún conocimiento de español. Una integración que consiguen a base de afecto y cariño, pues son muchos los casos de éxito que han pasado de esconderse bajo el síndrome de la capucha a superar los estudios.

El acercamiento a una educación inclusiva ha obligado a este centro privado concertado a una profunda transformación en su diseño curricular, metodologías y sistemas de enseñanza, además de adaptar las infraestructuras y estructuras organizativas a la diversidad de la población escolar. Su plantilla la forma más de un centenar de trabajadores, entre profesorado y personal de administración y servicios. Pero la columna vertebral es su equipo de orientación integrado por cinco profesores de pedagogía terapéutica, tres psicólogos y un gabinete de logopedia. “No solo atendemos a alumnos que presentan dificultades de aprendizaje mayores, también trabajamos la detección temprana del alumnado con altas capacidades”, indica la orientadora Débora Jiménez.

Tres alumnos de distintos países hablan en el recreo del colegio Safa de Linares.
Tres alumnos de distintos países hablan en el recreo del colegio Safa de Linares.Jose Manuel Pedrosa

Desarrollar el talento en el epicentro del paro

Promover el desarrollo del talento es otra de las notas que distinguen a esta escuela linarense. Desde 2015 se lleva a cabo el programa de desarrollo Escuela de Talento para la formación y el acompañamiento de escolares con sobredotación intelectual con el objetivo final de la búsqueda de la excelencia. Una de ellas es Lucía Soriano, una antigua alumna que estudia en Sevilla el grado de Estudios en Asia oriental y que actualmente está en Taiwán como parte de esa formación. En su caso, la Safa elaboró un proyecto adaptado a sus capacidades y buscando la excelencia. Soriano ha publicado ya su primer libro, La transcendencia de lo efímero, donde pone en relieve las semejanzas culturales entre oriente y occidente.

Noemí Oset, que cursa primer curso de la ESO, es otra de esas alumnas que no pasan desapercibidas y que, con apenas 12 años, ya se ha atrevido a hacer sus pinitos en la investigación con un proyecto sobre el reciclaje. “Reciclar sirve, sobre todo, para concienciar sobre la necesidad de cambiar el mundo”, apunta esta alumna con vocación de veterinaria mientras comparte la hora del recreo con otros compañeros de diferentes nacionalidades. “Es lo que más me gusta de esta escuela, la integración de varias culturas”.

La Safa lleva instalada en Linares desde hace más de 70 años, por lo que ha sido testigo de las diferentes crisis que han asolado a esta ciudad, desde el cierre de las minas de plomo al ocaso de la industria automovilística tras el portazo de Santana Motor. Linares está a la cabeza en la tasa de paro de entre las ciudades mayores de 50.000 habitantes del país. Pero especialmente doloroso es el desempleo juvenil, que escaló el año pasado por encima del 50%. Conscientes de esa situación, los ciclos formativos que se ofrecen en este centro tienen que ver con la identidad industrial y comercial, hoy venida a menos, que ha acompañado a Linares en el último siglo. “Aquí entendemos que las dificultades de aprendizaje no siempre son imputables a la falta de estudio, sino a determinadas situaciones personales. Cada persona posee una destreza y el éxito es ofrecer la posibilidad de aportarla al grupo, Safa se enriquece con las diferencias”, concluye la directora.

Y uno de los antiguos alumnos que mejor simboliza el éxito de este proyecto de escuela inclusiva es Faheen Zia, un pakistaní de 36 años que llegó a Linares con su familia con apenas 13 años y sin hablar ni una sola palabra de español. “Estudiar en la Safa de Linares ha sido lo más maravilloso que me ha pasado en la vida, tuve la ayuda inestimable de profesores y compañeros que me ayudaron a ser hoy lo que soy”, explica Zia desde Barcelona, donde trabaja como abogado especializado en la numerosa comunidad pakistaní que reside en Catalunya.

Y es que, como explica López, “esta escuela nació de una actuación de emprendimiento social que sigue dando sus frutos, con la misión de detectar, incluir y atender las necesidades de todos los que pasan por su puerta”.

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