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Senderismo en familia para generar comunidad

Cada vez más centros promocionan actividades fuera del horario escolar para fomentar la sensación de tribu entre padres y alumnos

Extra colegios 06-03-22 Caucasian children walking in grassy field in remote landscape
Marc Romanelli (Getty Images/Tetra images RF)

Tras los distintos confinamientos (domiciliarios y perimetrales) derivados de la pandemia, un grupo de madres del CEIP Cervantes de Bilbao comenzaron a hacer salidas de senderismo por el monte que rodea a la ciudad vasca. “Fuimos descubriendo Bilbao desde las alturas, sitios que teníamos a un paso y aún no conocíamos, y disfrutando de la compañía y el momento de desconexión”, afirma Begoña Vicario, madre de dos hijos matriculados en el centro. El éxito de la iniciativa fue tal que al inicio del actual curso académico propusieron a través del AMPA compartir esas mismas excursiones con todas las familias, de forma que los niños tuviesen un momento de entretenimiento con otros compañeros mientras los adultos compartían conversaciones y tiempo fuera del entorno escolar. “Creemos que iniciativas como ésta favorecen la sensación de tribu en el colegio”, asegura Vicario.

En un mundo marcado por el individualismo, con familias que viven las crianzas cada vez más solas y con menos apoyos, los colegios aparecen muchas veces como núcleo principal de socialización, como espacio para generar comunidad. “El sentido de pertenencia al grupo es importante en la infancia, es necesario lograr que todos los alumnos se sientan parte del grupo y, a su vez, parte del colegio. No es algo nuevo, muchos centros educativos llevan años desarrollando actividades para generar esa sensación de tribu. No hay que olvidar que la educación es una actividad social”, reflexiona Francesc Vicent Nogales Sancho, elegido mejor docente de España en los Premios Educa Abanca 2021 por su trabajo en el colegio San Enrique de Quart de Poblet (Valencia) y gran defensor de la implicación de las familias en los colegios, que alerta no obstante de un peligro: que estas actividades acaben dando lugar a guetos o “clubes privados”: “Es fundamental que esas actividades sean abiertas a todos los alumnos del centro, participativas y además que se ofrezcan ayudas a las familias sin recursos para poder llegar a ellas. Desde esa perspectiva global, multicultural e inclusiva, creo que pueden ser tremendamente positivas”.

En el CEIP Méjico, situado en el distrito madrileño de Ciudad Lineal, se cumple a rajatabla esa perspectiva. Al ser un centro preferente para alumnos con necesidades especiales motóricas, todas las rutas que han organizado desde que empezaron la actividad en el curso 2019-2020 son adaptadas para sillas de ruedas y carros. “Un porcentaje muy alto de las familias que participan son precisamente las de este alumnado con necesidades especiales, lo que es muy positivo, porque además muchos de estos niños vienen de lejos, con un autobús de ruta, así que cuesta generar relación entre familias. Las rutas, en ese sentido, permiten formar piña, que las familias se conozcan más unas a otras en un entorno apto para todos y alrededor de una actividad divertida para niños y adultos”, explica María González, miembro del AMPA del centro y organizadora junto a su pareja de estas rutas trimestrales que aspiran a convertir en mensuales.

Propuestas inclusivas

También inclusivas, aunque en este caso por su apertura a familias de fuera del centro, son las rutas que preparan desde el grupo Sigleros Montañeros, surgido alrededor del colegio Siglo XXI de Moratalaz (Madrid). Arrancaron sus salidas en el curso 2014-2015, en un momento en el que el centro atravesaba una crisis en la relación entre docentes y familias y entre las propias familias. “Sigleros surgió un poco como forma de apaciguar la convivencia en la comunidad escolar con una actividad lúdica en la que podíamos hablar en un contexto diferente. Conseguimos que la gente se escuchase y creo que aportamos serenidad y perspectiva, un intercambio sano de ideas y de respeto a la diferencia”, apunta Patrick Narbona Vargas, fundador de una iniciativa que no solo se ha mantenido desde entonces, sino que incluso se ha ampliado con acampadas y albergues en los que han llegado a reunir a más de 200 personas. “En las salidas, y más todavía en las acampadas, se crea una gran sensación de tribu, un sentido de comunidad, de ser sigleros, que yo creo que favorece mucho luego a las relaciones que se dan en el colegio. Al final, familias que nunca hubiesen tenido contacto en el colegio de forma normal acaban relacionándose en este contexto, se hacen amigos, incluso luego se van de vacaciones juntas. Es muy especial”, concluye.

Otros emprendimientos que unen

El CEIP Condesa de Fenosa de O Barco de Valdeorras (Ourense) es uno de los 50 centros elegidos por la Xunta de Galicia para participar en el programa Lecturas en Familia, que entre otras acciones conlleva la creación de un grupo de lectura y otro de escritura para madres y padres de alumnos del centro. “Estas actividades son un ejemplo para los niños, les muestra que la lectura es una actividad agradable”, explica Tomás Castro, maestro del colegio, que se muestra sorprendido por el gran número de padres y madres interesados en una iniciativa que considera “un camino próspero para la relación entre los diferentes miembros de la comunidad educativa y por supuesto entre las familias del centro”.
Pese a la progresiva relajación de las restricciones, la pandemia sigue siendo un lastre para este tipo de actividades que fomentan la implicación y la relación entre familias. En el CEIP La Navata de Galapagar, por ejemplo, las familias se solían ­reunir algunos fines de semana para trabajar el huerto escolar. “La verdad es que la covid nos ha hecho mucho daño en estos dos años en el tema de la participación de las familias. Es una pena. Seguimos trabajando y dejando la puerta cada vez más abierta a que las familias participen, pero la realidad es que el proyecto del huerto sigue adelante ahora mismo con la implicación de algunas maestras”, reconoce Laura Ortega Barcenilla, directora del centro.
Algo similar ha sucedido con la iniciativa de patios abiertos del colegio Ágora de Madrid, que permitía a las familias quedarse en el patio escolar hasta las 17.45. “Ahora vamos al parque de al lado, pero hay algo que hace que no se genere el mismo ambiente”, señala Laura Bañuelos, miembro de la asociación Patios Habitables, que considera que este tipo de iniciativas “es una de las acciones que más ayuda a promover comunidad” en los colegios.

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