Furor por el reciclaje en Rumania
Un nuevo sistema de recogida de residuos ha disparado la cantidad de plástico, vidrio o aluminio que los ciudadanos llevan a los puntos limpios
Una verdadera histeria por el reciclaje se ha creado en Rumania. La entrada en vigor del Sistema de Garantía de Devolución (SGR, sus siglas en rumano), implementado a finales de noviembre del año pasado por las autoridades, ha supuesto un cambio de mentalidad entre los rumanos que han reciclado desde entonces más de 1.300 millones de envases de plástico, vidrio o aluminio. El método consiste en introducir una botella —agua, refrescos, cervezas, vino o bebidas alcohólicas— que debe llevar un logo específico en un aparato especial situado en unos comercios indicados. Para ser devueltos, los embalajes deben estar intactos, no degradados ni deformados, ni rotos, ni prensados para que puedan ser escaneados según su forma y tamaño mediante aparatos de recuento y clasificación. Cuando el dispositivo acepte como bueno el recipiente, la máquina desembolsará 10 céntimos por cada una de ellas.
“Decenas de miles de toneladas de embalaje llegan a las fábricas de reciclaje cada día y observamos cómo va en aumento cada semana, lo que nos alegra porque significa nuevas inversiones, nuevos puestos de trabajo y más tecnología en Rumania”, declaró a finales de agosto el ministro de Medio Ambiente, Mircea Fechet, que prevé anunciar pronto los 2.000 millones de botellas recogidas. Con esta medida, pretende alcanzar una tasa de recogida superior al 90% en 2026. “En un país donde aparece una nueva forma de relieve, es decir, montañas de basura y vertederos, porque generamos seis millones de toneladas de residuos anualmente, este sistema es realmente bienvenido, ya que partimos de un porcentaje de recogida selectiva entre el 12% y el 13%, lo que nos sitúa en la cola de la Unión Europea en este capítulo”, señaló Fechet, quien subrayó que una de las mayores reticencias del sistema se encuentra en la negativa de los comercios en zonas rurales a hacerse cargo del embalaje del cliente, pese a que cobran como garantía la suma íntegra.
El sistema, que sólo lo tenía Alemania en el bloque comunitario, está dando sus frutos. Hay menos residuos en las calles de las ciudades, pero también se nota en áreas naturales, aseguró Fechet. Por ejemplo, en los aledaños de la aldea de Mureșenii Bârgãului, situada en la provincia de Bistrița-Nãsãud, las orillas de los ríos que estaban obstruidas hasta hace poco por las ingentes cantidades de envases de plástico abandonados ahora están limpias.
Una fuente de ingresos
Además, muchos ciudadanos han visto en el reciclaje una oportunidad de conseguir dinero adicional o para sobrevivir. Alrededor de la máquina se forman largas colas de personas con bolsas de basura repletas de envases, especialmente los fines de semana. “En dos semanas junto casi 50 recipientes”, afirma Nicolae Petre, un periodista radiofónico que se muestra abrumado por la reacción de sus connacionales: “Nunca había visto una avalancha de personas a cambio de una cantidad irrisoria de dinero, lo que muestra el lado avaricioso de la gente”. Confiesa que la medida gubernamental lo ha incentivado a reciclar aún más, aunque ya lo hacía desde antes, solo que ahora ingresa un pequeño extra.
En los últimos meses, los residuos que generan unos se han convertido en el tesoro de otros. Cada vez más personas recogen botellas de las calles. “Me levanto cada día a las seis de la mañana y cruzo la ciudad, siempre la misma ruta; al final, he cargado mi carrito con cientos de envases”, cuenta Cosmin Popa, mientras levanta una botella en una céntrica calle de Bucarest. “Gano casi 100 lei (20 euros) diarios; no es mucho, pero me permite comprar comida la mayoría de las veces”, prosigue el hombre que ha dejado la mendicidad a cambio de recoger residuos reciclables.
Incluso Popa ha desarrollado su propia estrategia: acercarse a las zonas donde se hacen pícnic y barbacoas. “Se trata de lugares llenos de gente que llevan consigo botellas de agua, zumo y cerveza; en un fin de semana logré obtener 400 lei (80 euros)”, asegura. “No creo que estemos perjudicando a nadie sino al contrario, ayudamos a reciclar”, puntualiza. “Para algunos, 10 céntimos no carecen de importancia, pero al final del día se puede hacer mucho con el dinero recaudado”, concluye.
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