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Todos cortejan al país que más crece del mundo

La OPEP quiere que Guyana se una a su club, pero el Gobierno local prefiere exprimir rápido sus enormes recursos de gas y petróleo

OPEP Guyano
Un barco crea una isla artificial para la extracción de petróleo en alta mar en la desembocadura del río Demerara, en Guyana.Matias Delacroix (AP PHoto) (AP)

De ser el país de habla inglesa que casi nadie recordaba en el mapa de Sudamérica, Guyana ha pasado a convertirse en la nación que todos quieren en su club. Desde las Naciones Unidas, que para el próximo año la ha invitado al Consejo de Seguridad como miembro no permanente, hasta la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que lleva meses cortejándola.

El cambio tiene que ver con el espectacular crecimiento de Guyana desde que en diciembre de 2019 comenzó a extraer los hidrocarburos encontrados cuatro años antes por Exxon en yacimientos offshore. Desde entonces, el PIB del país registra las mayores tasas de crecimiento del mundo, con una espectacular mejora del 62,3% en 2022 (según el FMI) y la expectativa de mantener una mejora anual del 25% durante los próximos cuatro años.

Aunque desde el Gobierno local insisten en hablar de otros sectores importantes para el país, como la minería de oro y bauxita o la industria forestal, el tirón viene claramente del petróleo y el gas: en enero de 2023, la producción diaria ya estaba en 360.000 barriles y el plan es llegar en 2027 al millón de barriles por día. Un nivel comparable al de Libia que, en opinión del economista Murat Üngör, de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), podría hacer que en un futuro no muy lejano los 800.000 habitantes de Guyana sean los ciudadanos con mayor renta per cápita de la región.

Con esos números, es comprensible que la OPEP quiera invitar a Guyana a formar parte del cartel exportador. Según The Wall Street Journal, la invitación ya habría sido extendida y rechazada. Desde el Gobierno en Georgetown desmintieron la primera parte, pero no la segunda. “No hemos sido invitados formalmente a unirnos a la OPEP, no es algo en lo que estemos interesados”, dijo el vicepresidente del país, Bharrat Jagdeo, a la agencia Reuters. En sus declaraciones al periódico estadounidense, el vicepresidente había confirmado que el plan era extraer “lo más rápidamente posible tantos recursos como sea posible”: “No podemos estar seguros de cuánto tiempo va a durar esta oportunidad en el futuro”, dijo.

El mecanismo clásico de los países de la OPEP, ralentizar la producción para hacer subir los precios, implica pérdidas en el corto plazo a cambio de beneficios en el largo. El problema con esa estrategia es que al petróleo le queda cada vez menos futuro. Según la Agencia Internacional de Energía, la demanda global de hidrocarburos llegará a su máximo en 2028 y empezará a descender a partir de entonces. Si se cumple el pronóstico, los países con mayores costes de producción y crudos de peor calidad serán los primeros en salir del mercado. Según el analista de Eurasia Group y Gregory Brew, Guyana estará entre los que se mantendrán a flote incluso en ese escenario gracias a sus bajos costes de extracción y a una ubicación geográfica que le facilita “abastecer a grandes mercados de Europa Occidental y hasta a Estados Unidos”. Pero eso no quita que tenga que hacer los deberes para evitar los problemas que puede generar la abundancia de recursos.

El desafío de todo país que encuentra petróleo, dice Brew, es parecerse más a Noruega que a Venezuela. Una de las formas de lograrlo es invertir los beneficios en un fondo soberano, como hizo Noruega y como también ha hecho Guyana (con una capitalización objetivo de 5.400 millones de dólares para 2026). De esa manera eluden la trampa de la inflación que provocaría ingresar todos los dividendos en una economía tan pequeña como la de Guyana y a la vez buscan inversiones en sectores alternativos que reducen el riesgo de apostarlo todo a un producto con fecha de caducidad.

“En la historia hemos visto cómo países que se hacían ricos rápidamente por el petróleo y lo invertían todo en sus propias economías sufrían crisis de inflación y cuellos de botella, y no es solo el caso de Venezuela”, explica Brew. “El primer paso es encontrar fuera inversiones que sean capaces de generar rendimientos en el futuro”. Eso no quiere decir que no haya que acometer en paralelo las inversiones necesarias dentro del país para desarrollar un modelo económico de futuro. En Guyana, las inversiones ya en marcha van desde la construcción de una carretera que una al país con el norte de Brasil hasta un puente de conexión con Surinam, pasando por mejoras en el puerto, edificación de hospitales y de viviendas.

En su libro Petróleo de sangre, el académico de la Universidad de Stanford Leif Wenar analiza la deriva que han sufrido muchos países productores de petróleo hacia sistemas corruptos y autoritarios. Con una fuente de ingresos garantizada, dice, los gobernantes corren el riesgo de perder la conexión con las necesidades de los gobernados. Para evitarlo, Wenar cree que Guyana debería transformar los dividendos del petróleo en una transferencia directa para todos los ciudadanos del país mediante un programa llamado “de petróleo a efectivo”.

Tasa de pobreza

“Los programas de petróleo a efectivo parten de la premisa de que los recursos naturales de un país son propiedad de sus ciudadanos”, explica. El objetivo no es solo terminar con la pobreza en Guyana (en 2019, último dato del Banco Mundial, el 48,4% de la población era pobre). También, dice, fomentar la unidad nacional porque “la gente no recibiría el ingreso por ser de origen indio, africano, indígena o mestizo, sino por ser ciudadanos de Guyana”. “En vez de inundar con el dinero del petróleo a las escalas más altas del Gobierno, que después lo pueden emplear para corruptelas, comprar lealtades, o mantener al pueblo a raya, el dinero pasa a la gente y el Ejecutivo tiene que gobernar de acuerdo con los ciudadanos para poder gravarlos con impuestos”, explica.

Los ciudadanos de Alaska reciben un cheque anual desde los años setenta, con la última paga, en septiembre de 2022, de 3.000 dólares. Pero el ejemplo no es equiparable. Alaska pertenece a un país del tamaño de EE UU, con el que comparte moneda y mercado, mientras que Guyana es una pequeña nación en la que transferir todos los beneficios a la población podría provocar un desbarajuste de importaciones, inflación y devaluación. Un problema que, según el economista guyanés de la Universidad de Cambridge Collin Constantine, podría evitarse atendiendo de manera inmediata las necesidades más urgentes de la ciudadanía y entregando, para el resto, activos financieros personales intransferibles que serían cobrados en un futuro, cuando haya aumentado la capacidad productiva de Guyana y haya menos riesgo de generar inflación y déficit comercial.


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