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Nortegas ensaya el futuro del hidrógeno en Bilbao

El grupo energético investiga si las redes de gas natural actuales pueden soportar el transporte de fuentes de energía renovables

Nortegas hidrógeno
Centro de ensayo del hidrógeno en Zamudio (Bizkaia).
Ignacio Fariza

El primer centro de ensayo del hidrógeno en España mide poco más que una pista de tenis. Está en Zamudio, apenas 10 kilómetros al este de Bilbao, y tiene un único objetivo: identificar cuán preparadas están las redes actuales de transporte del gas natural para soportar la presión a la que serán sometidas en los próximos años, en los que previsiblemente el hidrógeno renovable irá ganando cada vez más presencia en los conductos europeos.

El enjambre de tuberías, en su mayoría recuperadas de instalaciones con décadas de servicio a sus espaldas, es mucho más que eso; es una suerte de test de estrés pionero en el Viejo Continente para un futuro del sistema energético que parece escrito en piedra y en el que el hidrógeno tendrá un papel central. “No queríamos dar nada por supuesto, sino probarlo: hay muchos estudios académicos sobre cómo responderá la red a ese cambio, pero nadie lo ha probado en condiciones reales”, explica el responsable técnico de H2Area, Daniel Cuadrado. Cuando este diario visitó la instalación, a mediados de septiembre, acababa de terminar un bloque de 3.000 horas con la instalación operando con un 5% de hidrógeno y un 95% de gas fósil; una fase aún inicial de un proceso que debería concluir con el 100% de hidrógeno.

Detrás de este innovador banco de pruebas está Nortegas, el segundo grupo español de distribución de este combustible y líder en la cornisa cantábrica, con 8.000 kilómetros de redes y más de un millón de clientes. Con la inversión, cercana al millón de euros, persigue un doble propósito: adelantarse a un futuro en el que el hidrógeno acabará siendo dominante y adelantarse también a su propio futuro como compañía. Para una distribuidora de gas, la eclosión de las alternativas renovables —y la capacidad de adaptación de sus infraestructuras a ellos— es cuestión de vida o muerte. “Ya antes de la pandemia, en 2019, nos empezamos a plantear que no queríamos estar únicamente dedicados a la distribución de gas”, explica Javier Contreras, consejero delegado de la antigua Naturgas. “La reflexión fue clara: si no hacemos algo, estas redes se van a acabar convirtiendo en activos varados, y dentro de 30 o 40 años no van a valer nada. En cambio, si conseguimos que por nuestras redes circulen gases que son limpios o, al menos, neutros en carbono, automáticamente estaremos haciendo que sean necesarias”.

Esa llamada de atención sobre la viabilidad de su actividad principal fue la que activó una estrategia de diversificación hacia los llamados gases renovables: el biogás y biometano, y el hidrógeno verde. “Descarbonizar no es solo electrificar: no toda la demanda de energía es electrificable y, aunque lo fuera, hacerlo implicaría inversiones ingentes que nadie quiere acometer. Lo que hay que hacer es reemplazar fuentes de energía contaminantes por otras menos contaminantes”, dice Contreras.

El hidrógeno verde ha pasado de ser un futurible lejano a algo casi tangible, al alcance de la mano. Llamado a ser sustituto del gas natural en muchos procesos industriales y de transporte, la escalada en su cotización ha empezado a poner en precio tanto el biometano como el hidrógeno renovable. A ese proceso más macro se suma uno de índole más micro en el caso de la distribuidora vasca: el convencimiento de sus dueños —JP Morgan, Swiss Life Asset Management y Covalis Capital— de la importancia de pensar en el horizonte futuro de la organización.

“Cuando digo largo plazo es largo plazo de verdad: nuestro principal accionista [JP Morgan] es un fondo abierto, que no tiene obligación de devolver el capital a sus inversores en un plazo determinado”, sostiene Contreras. “Y eso nos permite apostar por proyectos con retornos en un horizonte muy de futuro que no serían atractivos para otro tipo de accionistas”. Más allá de H2Area, la empresa con sede en Bilbao tiene en mente una treintena larga de proyectos de producción de biometano con una horquilla de generación de entre 12 y 100 gigavatios hora (GWh) por año. Suyo es, también, el primer hidroducto (el nombre que reciben los tubos íntegramente diseñados para el transporte de hidrógeno) que se está construyendo en España.

Tras años conjugando en futuro todos los verbos vinculados al hidrógeno como combustible, este ya es una realidad cuasitangible. “Es una oportunidad tremenda. Somos el país de Europa con mayor potencial solar y eólico; y habrá bastantes días en los que sobrará energía renovable, que el sistema no podrá absorber y que se dedicará a producir hidrógeno”, desliza Contreras. Nortegas quiere subirse en marcha a un tren que, lentamente y tras años de promesas, empieza a partir de la estación.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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