La economía española creció un 0,8% en el tercer trimestre impulsada por el consumo privado y el público
El crecimiento interanual se acelera dos décimas hasta el 3,4%, pero la inversión vuelve a retroceder
La economía española continúa mostrando una fortaleza inusitada. Según el avance publicado este miércoles por el INE, el producto interior bruto avanzó un 0,8% trimestral entre julio y septiembre. El PIB encadena cinco trimestres consecutivos con tasas de crecimiento del 0,7% o superiores. En tasa interanual, la economía se acelera dos décimas y crece al 3,4% a pesar de un contexto de debilidad de sus socios europeos, empujada por los aumentos de la población inmigrante, el turismo, las exportaciones de servicios empresariales, el consumo público, una mayor resistencia de la industria española y una moderación de los precios.
En el tercer trimestre, la actividad se vio impulsada por el consumo de los hogares, que suma un robusto 1,1% trimestral gracias al incremento de la población y la progresiva recuperación del poder adquisitivo en una coyuntura en la que la tasa de inflación se ha quedado en el 1,8% interanual en octubre. Las familias han aprovechado los meses de verano para gastar con más alegría tras acumular tasas de ahorro bastante elevadas en los trimestres anteriores.
Pese a la necesidad de ir reduciendo el déficit público, el consumo de las Administraciones es otro motor del crecimiento con un fuerte incremento trimestral del 2,2%. El aumento del empleo público en las Comunidades Autónomas y el encarecimiento de sus contratos de suministros podría explicar esta subida tan acusada.
En cambio, la inversión vuelve a retroceder después de tres trimestres de crecimientos. Cae un 0,9% trimestral, dejando patente la debilidad de este capítulo en la recuperación tras la pandemia y las crisis de precios. Pese a la llegada de fondos europeos y la situación saneada de las cuentas de las empresas, la inversión privada no arranca. Los expertos aducen factores como la subida de tipos, la incertidumbre, las alzas de costes, los problemas de la industria o la carga regulatoria.
Todo el crecimiento del trimestre fue debido a la demanda interna. El sector exterior tuvo esta vez una aportación negativa de una décima después de haber sido una de las rúbricas más pujantes en la recuperación postcovid. Aunque las exportaciones sumaron un 0,9% trimestral, las importaciones se elevaron un 1,2%, restando al avance del PIB. El gasto turístico sigue aumentando de forma intensa: crece un 1,5% trimestral. Aun así, supone un ritmo más moderado que el de 2023. Y en los tres últimos trimestres todavía sube un 12% frente al mismo periodo del año anterior, con cifras que no están ya distorsionadas por la recuperación postpandemia.
“Por el lado negativo, la mitad del crecimiento ha procedido del consumo público y la inversión sigue sin recuperarse. Por el lado positivo, la productividad por hora está aumentando en el conjunto del año”, dice María Jesús Fernández, analista de Funcas. Y añade que el mayor crecimiento que se está dando en lo que va de año respecto a lo que pronosticaba el consenso a principios de 2024 viene de la mano del consumo público y el turismo.
Por sectores, la construcción se hunde un 1,4% trimestral en plena temporada estival. La industria apenas sube un 0,2% entre julio y septiembre, si bien en España está aguantando comparativamente bastante mejor que en el resto de Europa, donde el sector acusa sobre todo las dificultades del automóvil y un encarecimiento de la energía tras el conflicto de Ucrania. Y el empuje procede del sector servicios: comercio, transporte y hostelería crecen un 1,1% trimestral; las actividades profesionales, científicas y técnicas, un 2%, y las artísticas y recreativas se disparan un 4,5% con el verano.
Si se compara con el cuarto trimestre de 2019, el consumo público está ya casi 20 puntos por encima. Las exportaciones, 12, y las importaciones, 10. El PIB es ya 6,6 puntos superior y España se coloca ahora como una de las economías europeas que mejor se ha recobrado de la pandemia y la crisis inflacionaria. Sobre todo por el vigoroso rebote vivido en el último año y medio mientras que la zona euro se estancaba. Por el contrario, la inversión y el consumo de las familias apenas han recuperado las cotas previas a la covid en términos reales. El consumo en términos per cápita sigue siendo un 0,7% inferior, afectado todavía por la crisis inflacionaria y las subidas de tipos. Este ha crecido menos de lo que lo han hecho las rentas reales debido a un incremento sustancial de las tasas de ahorro. Quizás el progresivo envejecimiento de la población, con cada vez más personas ahorrando para la jubilación y unas menores necesidades de consumo, tenga un papel importante en estos comportamientos. Pero en todo caso, se trata de un indicador de bienestar que no está evolucionando bien. En claro contraste, el PIB per cápita se sitúa un 3,3% por encima de finales de 2019.
“El 0,8% de crecimiento ha sido una sorpresa respecto a lo que esperaba el consenso de analistas, que se había situado en torno al 0,7% y que hace solo cuatro meses preveía un 0,4% para este tercer trimestre. Destaca la mejora del consumo de bienes duraderos, por ejemplo en tecnología. Las familias están aprovechando la menor inflación para consumir estos productos, lo que a su vez denota una cierta confianza y tira de las importaciones”, señala Antonio Madera, economista jefe de EthiFinance.
“El PIB por hora trabajada aumenta en seis décimas en el trimestre. Pero el PIB por ocupado solo lo hace en dos. Esto refleja la caída de horas por trabajador, que continúa con su tendencia decreciente. En términos reales, sube con intensidad la remuneración de los asalariados y los impuestos netos de subvenciones, mientras que el excedente de las empresas y las rentas mixtas disminuye levemente”, explica Rafael Doménech, economista del BBVA. Un informe publicado este martes por el Banco de España, con datos de unas 300.000 empresas españolas desde 2008 a 2022, incidía en que hay una relación directa entre la mejora de los márgenes empresariales y el incremento de la inversión. En general, los economistas apuntan que los márgenes y la inversión son más procíclicos y crecen más que el PIB durante los periodos de expansión. Pero esta vez no lo están haciendo. Y esto podría tener consecuencias para la calidad del crecimiento en un momento en el que se precisa de inversiones para hacer frente a retos como la digitalización o el cambio climático.
En tasas interanuales, el consumo privado crece al 2,8% y el público al 4,7%. Las exportaciones tiran al 5,1% anual, en buena medida por el turismo pero también por un crecimiento del 12,5% de los servicios empresariales. La inversión se queda rezagada con un repunte del 1,8% respecto al 3,4% que crece el PIB. La industria manufacturera suma sorprendentemente un 4,6%, a pesar de que la inversión no empuja, las exportaciones de bienes sufren la ralentización europea y las compras de bienes duraderos no han ido muy bien hasta este trimestre. Los servicios suben un 4%. Y la construcción se queda atrás con un incremento del 2,4%. Las horas trabajadas solo avanzan un 0,9% interanual a pesar de que el empleo equivalente a puestos de trabajo a tiempo completo engorda un 1,9%, un dato que ya supone de por sí una ralentización del ritmo de creación de empleo. Elementos como el aumento de las bajas, la uberización de los trabajos o la preferencia por trabajar menos pueden estar detrás de esta tendencia de jornadas más cortas que se da en toda Europa. La otra cara es que, ante esas menores horas trabajadas, la productividad mejora un 1,4% por trabajador y un 2,5% por hora.
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