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El petróleo cae a mínimos de 10 meses y alienta un aterrizaje más rápido de la inflación

Los brotes de covid en China, la ralentización económica en Occidente y un posible aumento en la oferta de la OPEP llevan la referencia europea a su nivel más bajo desde enero, antes de la guerra

Petroleo
Vista de un depósito de crudo en Texas (EE UU).Richard Carson (REUTERS)
Ignacio Fariza

El petróleo empieza a dejar de ser un factor inflacionista. El crudo brent, el de referencia en Europa, ha llegado a desplomarse más de un 5% en la sesión de este lunes, hasta mínimos desde principios de enero, para reducir la caída en el tramo final de la jornada. Como casi siempre que se produce una caída de esta magnitud, las causas son múltiples: desde el temor a que los brotes de covid den al traste con el calendario de reapertura de la economía china hasta el enfriamiento de la actividad en Occidente pasando —sobre todo— por la posibilidad de que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) aumente su oferta, en un giro drástico respecto a la línea seguida en los últimos tiempos.

El mercado petrolero se mueve, sobre todo, a base de expectativas. Y, en cuestión de pocas semanas, todas parecen apuntar en una única dirección: la de una demanda languideciente, insuficiente para mantener las exigentes cotizaciones recientes. Atrás quedan los casi 130 dólares de principios de marzo, pocos días después de que Rusia invadiese Ucrania. También los 120 de principios de verano, cuando todo parecía apuntar a un largo periodo de precios altos del petróleo. Esa perspectiva se ha diluido en tiempo récord.

Los algo más de 80 dólares actuales siguen estando por encima de la media de los últimos años, pero —en combinación con un gas natural que también pica a la baja— permiten pensar en un aterrizaje de la inflación más rápido de lo anticipado. La correlación entre el petróleo y el índice general de precios es especialmente acusada en EE UU, donde la depreciación da alas a un tono más suave de la Reserva Federal en las próximas reuniones de tipos de interés.

La semana pasada, tanto la OPEP como la Agencia Internacional de la Energía (AIE, dependiente de la OCDE) revisaron a la baja sus expectativas de demanda petrolera a escala global, un jarro de agua fría para quienes pensaban que los tambores de recesión en Europa y EE UU apenas harían mella en el consumo de crudo. El aumento de casos de coronavirus en China y el nuevo endurecimiento en las condiciones de entrada al país más poblado del mundo ha añadido un punto adicional de pesimismo sobre la demanda.

El crudo llevaba varias sesiones consecutivas de zozobra, con números rojos sesión tras sesión. Pero el detonante último del brusco descenso registrado este lunes ha sido la publicación, por parte del diario estadounidense The Wall Street Journal —la Biblia de los negocios en la primera potencia mundial—, de un potencial aumento de la oferta en medio millón de barriles al día por parte de la OPEP. Una información que Arabia Saudí ha negado horas después.

El posible cambio de guion del cartel liderado por Riad se interpreta como un intento por complacer a EE UU —que lleva meses pidiendo una reapertura del grifo petrolero— tras varios encontronazos. Y es una sorpresa por dos motivos: porque llegaría en un momento de clara distensión de los precios y porque, tras varios tijeretazos consecutivos, las expectativas remaban en sentido contrario.

Un dato resume a la perfección la tendencia actual del mercado petrolero: entre principios de julio —en los primeros compases de la desescalada de los precios— y mediados de noviembre, los fondos de inversión han vendido el equivalente a 59 millones de barriles de crudo en futuros y opciones sobre crudo y productos refinados, según las cifras recopiladas por Reuters. En las seis semanas anteriores, en las que las fuertes subidas fueron la nota predominante, habían comprado el equivalente a 169 millones de barriles.

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Sobre la firma

Ignacio Fariza
Es redactor de la sección de Economía de EL PAÍS. Ha trabajado en las delegaciones del diario en Bruselas y Ciudad de México. Estudió Económicas y Periodismo en la Universidad Carlos III, y el Máster de Periodismo de EL PAÍS y la Universidad Autónoma de Madrid.

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