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Malos augurios para el aceite de oliva

La prolongada sequía del olivar aboca a descensos de hasta el 80% en las cosechas de secano y amenaza la viabilidad del regadío

Dos trabajadores recogen aceituna en una finca de Sevilla.
Dos trabajadores recogen aceituna en una finca de Sevilla.PACO PUENTES (EL PAIS)
Ginés Donaire

A José Gilabert Blázquez, un olivarero de 57 años, no le salen las cuentas. “Llevamos tres años casi sin cosecha en el olivar de secano y esta campaña la situación es aún más crítica, pues estamos obteniendo un aceite de oliva a unos precios por debajo de los costes de producción”, señala. Gilabert gestiona junto a su hermano Ramón una explotación de 2.200 olivos de secano y regadío en Mogón (Jaén), además de ser arrendatarios de otros 4.400.

Este olivarero, que preside la cooperativa de su pueblo, con 1.300 socios, y es un destacado miembro de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA), se refiere a un fenómeno que ya no es una amenaza, sino una realidad. El cambio climático hace tiempo que pasa factura al campo español. Los expertos consideran que cada año se pierde el 6% del valor de la producción agrícola, más de 550 millones de euros. Y uno de los cultivos más amenazados es el olivo. En el caso de Gilabert, su explotación en secano volverá a quedarse a cero esta campaña, y en el regadío —con unas dotaciones medias de agua de 1.000 metros cúbicos por hectárea— la producción estará por debajo del 40% con respecto a 2021.

El olivarero José Gilabert.
El olivarero José Gilabert.

La sequía es especialmente grave en la cuenca del Guadalquivir, que concentra casi tres cuartas partes de la producción nacional de aceite de oliva. El prolongado estrés hídrico hace que las producciones permanezcan estancadas desde hace casi una década, y eso a pesar del aumento progresivo de las plantaciones en los últimos años. España, con algo más de 2,65 millones de hectáreas, que no paran de crecer, representa más del 22% de la superficie mundial de olivar y más del 42% de la producción de aceite de oliva en el mundo.

Un informe de la organización agraria COAG alertaba en julio de que el cambio climático reducirá un 80% la superficie apta para el cultivo del olivar en Andalucía en variedades de secano como hojiblanca y manzanilla. Únicamente la variedad picual podría mantener los rendimientos en secano en las zonas interiores de cultivo, aunque en un escenario de subida de 2,5 grados de temperatura, se reducirían los rendimientos en todas las zonas productoras: -83% en Sevilla, -72% en Cádiz, -41% en Córdoba, -16% en Jaén y -5,7% en Granada. El mismo estudio vaticina un descenso del 20% de la superficie de viñedo de alta calidad en España y de un 15% en los rendimientos en trigo en el centro y sur peninsular.

“En general, el calentamiento global se traduciría en un aumento de la evapotranspiración y en un descenso de las precipitaciones, lo que contribuiría a un aumento del déficit hídrico, especialmente durante el verano, hasta valores que podrían superar los límites tolerados por los olivos”, indica el autor del estudio, Pablo Resco, responsable de Riesgos Agrarios de COAG. Además, añade, el cambio climático puede aumentar el número e intensidad de pedriscos o de lluvias intensas. Estas últimas podrían incrementar la erosión en los suelos de olivar, un cultivo especialmente vulnerable debido a su presencia en zonas con altas pendientes.

El proyecto AdaptaOlive 2.0 —que impulsan investigadores del Instituto Andaluz de Investigación y Formación Agraria, Pesquera, Alimentaria (Ifapa) de Córdoba y del Centro de Estudios e Investigación para la Gestión de Riesgos Agrarios y Medioambientales de la Universidad Politécnica de Madrid— avisa de cambios en el comportamiento del olivo en un futuro cercano por alteraciones en las condiciones meteorológicas. En concreto, estima que el estrés hídrico produciría caídas en la producción en secano del 10% en Granada, casi el 20% en Jaén y más del 80% en zonas con inviernos cálidos como Sevilla.

Eso sí, el informe de sus expertos identifica incrementos en la producción de aceituna que podrían llegar hasta el 19% en las comarcas más frías, como consecuencia del efecto positivo del incremento del dióxido de carbono en la atmósfera y al adelanto en la floración. Ese anticipo hace que coincida menos con episodios de estrés hídrico o término. “Estas circunstancias ya han sido observadas en zonas cultivadas con olivar en la isla de Tenerife, y en el futuro podrían ser frecuentes en el suroeste de la península Ibérica”, señala Ignacio Jesús Lorite, investigador principal del Ifapa.

De acuerdo con COAG, un estrés hídrico moderado también podría tener un efecto beneficioso en la calidad del aceite. Sin embargo, superar ciertos niveles podría disminuir el ácido oleico y los aromas. Las aceitunas podrían entonces tener un amargor excesivo y ser más pequeñas, con lo que contendrían menos aceite.

Los beneficios del olivar

El olivar es protagonista en la lucha contra el cambio climático y la desertización. Se trata de un bosque bien cuidado que ayuda a fijar dióxido de carbono tanto en la masa leñosa como en el suelo. Se estima que cada ejemplar almacena en sus primeros 20 años de existencia una cantidad de CO₂ equivalente de 30,89 kilos por año. Y en el olivar ecológico (80.000 hectáreas en Andalucía) la Asociación Española de Producción Ecológica ha constatado que se reduce la huella de carbono en un 100%. “El olivar va a jugar un papel crucial en los próximos años debido a su poder fijador natural de CO₂, además de como proveedor de recursos energéticos (biomasa)”, apunta José Antonio la Cal, responsable de Bioliza, una empresa que gestiona huesos de aceituna, restos de poda y otros subproductos del olivar para la producción combinada de energía eléctrica y térmica.

Uno de los principales desafíos es la sostenibilidad. “Tenemos que ir hacia cultivos más sostenibles, preservando la cubierta vegetal, minimizando el uso de fitosanitarios y optimizando los recursos hídricos disponibles, que no son ilimitados”, advierte el olivarero José Gilabert, pionero en la producción integrada y ecológica de su cooperativa. Solo en Andalucía, las más de 500.000 hectáreas de olivar de regadío consumen cada año 864 hectómetros cúbicos, el 22% del total de la demanda en la comunidad. En este contexto se hace necesario acudir al riego con aguas regeneradas. Pero mientras el volumen de aguas residuales reutilizadas es del 11,2% en el conjunto de España, en Andalucía el porcentaje apenas llega al 5%, según los últimos datos del INE.

En este escenario tan sombrío, la nueva Política Agraria Común (PAC), que entrará en vigor en enero, llega con una mayor vocación verde pero con dudas sobre su aplicación. “Creo que llega con poca ambición y se va a quedar muy descafeinada”, sostine Gilabert. Y añade: “Va a seguir favoreciendo a los que más tienen al tomarse como foto fija los derechos adquiridos hace dos décadas, y no se va a premiar a quien lo está haciendo bien desde el punto de vista sostenible”.

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