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Lesbos, el reto migratorio de la puerta de Europa

El Covid-19 no supone la principal preocupación de los migrantes que habitan la isla griega: tienen que enfrentarse diariamente a condiciones de vida deplorables y a una gran incertidumbre sobre su futuro, con frecuentes casos de depresión

Una mujer camina por el campamento de refugiados de Kara Tepe, en la isla de Lesbos. / Álvaro García
Una mujer camina por el campamento de refugiados de Kara Tepe, en la isla de Lesbos. / Álvaro García

El pasado 7 de abril el Consejo Municipal de Mitilene, en la isla griega de Lesbos, aprobó la construcción de un nuevo campo de refugiados. La decisión supone asimismo el cierre inmediato de otras instalaciones similares, en particular del campamento de Kara Tepe en el que residen actualmente aproximadamente 7.000 migrantes. Ante esta decisión, varias ONG han acusado al Ejecutivo griego de no preocuparse por el bienestar de los demandantes de asilo, mientras que numerosas asociaciones ciudadanas locales han exigido un cambio de dirección para impedir que la isla se convierta en una cárcel.

Lesbos se enfrenta de nuevo a un importante reto humanitario. Durante la crisis migratoria de 2015 y 2016, esta isla, situada a menos de 100 kilómetros de las costas occidentales de Turquía, batió todos los récords de llegadas de personas, y el volumen de entradas, la mayoría de ellos de ciudadanos de Siria que huían de la guerra civil, se mantuvo a lo largo de los años posteriores. Su posición geográfica en plena ruta del Egeo la convierte según algunos analistas en la puerta de Europa, una de las travesías más frecuentadas por estas personas. Grecia recibe desde 2000 más de un millón de migrantes cada año, y muchos de ellos entran por Lesbos, lo que permite entender la importancia de este territorio.

La última solución puesta en marcha para hacer frente al volumen de llegadas es el citado nuevo campo de Mitilene, que tendrá una capacidad máxima de 3.000 personas, aunque se estima que podría llegar a acoger a 2.000 más. Se instalará lejos de núcleos urbanos para evitar conflictos entre los migrantes y la población de las localidades cercanas, lo que ha sido criticado por varios activistas, quienes ha afirmado que lo remoto del emplazamiento puede dificultar el acceso de los migrantes a los servicios fundamentales, como los centros de salud. Su construcción se iniciará el próximo verano, y finalizará previsiblemente a finales de año.

Esta iniciativa forma parte de un plan comunitario presentado por la comisaria europea de Interior, Ylva Johansson, durante su visita a Lesbos en marzo de este año. Entonces, la política sueca anunció que la Comisión invertiría 155 millones de euros en la construcción de nuevos campos en la isla, con instalaciones como duchas o baños, así como con electricidad. “Es muy importante que no dejemos que la gente viva en tiendas durante otro invierno”, aseguró. El objetivo de las autoridades es que el campamento de Mitilene y los que se construyan después permitan acabar con la situación de provisionalidad que se generó para los migrantes acogidos en Lesbos el pasado mes de septiembre, cuando se produjo el incendio de Moria.

El mayor campo del continente

Dicho campamento de Moria, situado cerca de las nuevas instalaciones, ardió completamente en la noche del 9 de septiembre de 2020. Era el campo con más migrantes de toda Europa, ya que, pese a que su aforo máximo fuese de 3.000 personas, en él residían en aquel momento aproximadamente 13.000. Tras la catástrofe, los demandantes de asilo fueron trasladados a instalaciones que se construyeron de manera urgente y que debían ser un emplazamiento temporal para ellos, hasta que se les asignase a otro lugar o se resolviesen sus solicitudes de protección internacional. De estos campos, construidos de manera improvisada, destacan dos: Kara Tepe y Mavrovouni.

En los últimos meses, ambos han recibido el apodo de Moria 2.0, ya que se han constatado carencias y fallos estructurales en ellos que repercuten directamente en la vida de los migrantes, y ninguno respeta el aforo permitido. Kara Tepe y Mavrovouni han acogido a unas 6.500 personas cada uno, cuando el máximo permitido no llegaría al millar en ninguno de ellos. Algunas ONG han denunciado que la mayoría de los migrantes no tienen acceso a los servicios básicos, y han afirmado que la sobrepoblación acentúa este extremo. En una carta enviada al defensor del pueblo griego en febrero, estas organizaciones revelaron que actualmente hay 269 cuartos de baño operativos en Kara Tepe, lo que significa que cada servicio es usado por 25 personas de media.

Sin embargo, el anuncio del cierre de Kara Tepe provocó reacciones en contra por parte de las ONG. Médicos sin Fronteras afirmó que este campo era uno de los pocos lugares que garantizaban seguridad y dignidad a unos 400 migrantes en situación de vulnerabilidad. Por su parte, Oxfam Intermón y el Consejo Griego para los Refugiados publicaron el 29 de abril un informe en el que se manifestaban en términos similares en lo relativo a Kara Tepe, y solicitaban a Atenas que reconsiderase su decisión. “Es un campo que ofrece a los migrantes espacios para jugar, entretenerse y socializar, y esto se frenará en seco con su cierre”, declaró un portavoz de Oxfam Intermón Italia.

Para estas organizaciones, la política europea en Lesbos es errática, y lamentan que se sigan manteniendo instalaciones con importantes carencias y se clausuren aquellas en las que los migrantes viven mejor. Muchas de ellas se opusieron frontalmente al desalojo del centro de acogida de refugiados de Pikpa, que se produjo en octubre de 2020. Los 74 migrantes residentes en él, entre los que había 30 menores, fueron trasladados a Kara Tepe tras el cierre.

El centro de Pikpa fue creado en 2012 y se convirtió rápidamente en un modelo de gestión migratoria en la isla; de hecho, su directora, Efi Latsudi, recibió en 2016 el premio Nansen para los Refugiados de ACNUR por los proyectos activos en él. Pese a esto, el Ejecutivo de Atenas tomó la decisión de clausurar estas instalaciones, afirmando que estaban ubicadas en un terreno público que había sido ocupado en los últimos años sin ningún tipo de control. “Es una decisión absurda, porque la prioridad debería ser atender a las muchas personas vulnerables que viven en los campos de Lesbos en una situación completamente inadecuada”, respondió Stephan Oberreit, jefe de misión de Médicos sin Fronteras en Grecia.

La pandemia llega a los campamentos

La situación migratoria en Lesbos se ha complicado en las últimas semanas, después de que se hayan multiplicado los contagios de Covid-19. Una treintena de ellos se han detectado en Mavrovouni, lo que ha provocado que otras cien personas, entre los que se encuentran familiares de los contagiados, hayan sido puestas en cuarentena. Desde el inicio de la pandemia, en marzo de 2020, se habían detectado muy pocos casos en ese campamento, lo que se debe, según las autoridades, a las duras restricciones que se aplican allí, ya que los migrantes solamente pueden salir durante un tiempo limitado cada semana; sin embargo, este protocolo ha cambiado recientemente.

En el conjunto de la isla de Lesbos se ha registrado un elevado número de focos de coronavirus en otras instalaciones para migrantes. El pasado 22 de septiembre, la agencia de salud pública griega informó de 243 nuevos contagios en el campo de Kara Tepe, y reveló que la edad media de los infectados era de 24 años, y que ninguno de los trabajadores del campamento había dado positivo por el virus. Sin embargo, varios expertos han asegurado que el Covid-19 no supone la principal preocupación de estos migrantes, que tienen que enfrentarse diariamente a condiciones de vida deplorables y a una gran incertidumbre sobre su futuro. De hecho, los casos de depresión entre estas personas son cada vez más frecuentes.

Más allá de todo esto, en los últimos meses se han sucedido las quejas entre los habitantes de la isla por la situación y las manifestaciones contrarias a la construcción de nuevos campos. Las autoridades locales han advertido de que la oposición a estas instalaciones permanentes se mantendrá hasta que se produzca un cambio de dirección por parte de la Comisión Europea. Esta resistencia ha llegado hasta la política, y algunos consejeros municipales votaron en contra del establecimiento del campo de Mitilene, entre ellos Erfili Yiannaka, quien afirmó: “En lugar de apoyarnos, Europa piensa que este es el lugar en el que hay que encerrar a todos los migrantes que lleguen”.

Las ONG insisten en exigir un plan concreto y a largo plazo para los migrantes que ya están en Lesbos y los que lleguen en el futuro, y censuran la forma de las actuaciones hasta ahora

Por su parte, varios ciudadanos anónimos manifestaron durante el pasado invierno su solidaridad hacia los migrantes en la isla. Un grupo llamado Los Ciudadanos de Lesbos publicó, en febrero de 2021, una carta llamando a la ciudadanía a abrir sus casas para recibir a los demandantes de asilo, y protegerles de las olas de frío que se estaban sucediendo. El colectivo denunció también las vulneraciones que ocurrían en los campos, especialmente en Mavrovouni, donde muchos de los habitantes se ven obligados a dormir en el suelo, y el 40% de los residentes son menores de edad.

El número de llegadas a Grecia y, en particular, a Lesbos se ha reducido considerablemente en 2021; según datos de ACNUR, 925 personas entraron de manera irregular en las islas del Egeo entre el 1 de enero y el 11 de abril de 2021, la mayoría de las cuales desembarcaron en Lesbos. En el mismo periodo del año pasado se produjeron 7.591 llegadas, lo que implica que ha habido un descenso del 89%. El Gobierno local está multiplicando los esfuerzos para resolver las demandas de protección internacional de estas personas, con el objetivo de reducir la población migrante de la isla, que ya se ha disminuido considerablemente desde que empezó 2021.

Cuando en 2015 un total de 379.000 personas en situación irregular desembarcaron en Lesbos, las autoridades de la isla respondieron con nervios e improvisación y pusieron en marcha instalaciones que no reunían unas condiciones mínimas para la residencia. Pero, cuando se redujo el número de llegadas, no se aprobó ningún plan político para ofrecer a estas personas una solución permanente.

Por ello, las ONG insisten en exigir un plan concreto y a largo plazo para ayudar a los migrantes que ya están en Lesbos y a aquellos que puedan llegar en el futuro, y censuran la forma en que se han desarrollado las actuaciones hasta ahora. “En lugar de crear alojamientos más dignos -denuncia Maria Eliana Tunno, de Médicos sin Fronteras-, las autoridades griegas siguen poniendo en riesgo a la gente en peligrosos campos, reproduciendo el modelo del campamento de Moria”.

* Felipe Manchón Campillo es director de Especie en viaje y colaborador de la Fundación Alternativas

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