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Jan Eeckhout: “El ciudadano no tiene ni idea de la falta de competencia que hay”

El economista y autor de ‘La paradoja del beneficio’ denuncia el poder de las grandes multinacionales

Dani Cordero
El economista Jan Eeckhout en la Universidad Pompeu Fabra.
El economista Jan Eeckhout en la Universidad Pompeu Fabra.©Consuelo Bautista

Los gigantes tecnológicos cada vez son más fuertes en el mercado. Las barreras que ellos mismos han levantado les han permitido elevar su rentabilidad del 1% al 8% en los últimos 40 años, además de limitar al máximo su número de competidores. Las consecuencias de ese nuevo poder están afectando directamente a los salarios de los trabajadores, que se han estancado pese al crecimiento de la productividad y han perdido peso de forma significativa respecto a la rentabilidad de esas compañías. Jan Eeckhout (Aalst, Bélgica, 50 años), un economista investigador del programa ICREA de la Universitat Pompeu Fabra, relata esos abusos y las consecuencias en The profit paradox (La paradoja del beneficio, Princeton University Press). Rompe tópicos, como el de un aumento de las empresas innovadoras, y llega a una conclusión: la solución no es fiscal o de control sobre el empleo, sino emular en organismos independientes de competencia el trabajo de los bancos centrales.

Pregunta. ¿Por qué La paradoja del beneficio?

Respuesta. Entre 300 y 400 empresas obtienen grandes beneficios simplemente porque tienen el poder del mercado. El hecho de que tan pocas empresas generen tantos beneficios tiene efectos sobre el resto de las empresas, sobre las innovaciones y las start-ups. Siempre decimos que estamos en un momento de innovación, pero las start-ups han caído a la mitad. El porcentaje de empresas nuevas hoy es el 8% y fue el 14% en los años noventa. No tenemos innovación porque hay tantas empresas dominantes que las pequeñas no pueden llegar. Eso hace que la mayoría de las empresas estén sufriendo mucho a costa de una minoría. Y eso hace que la demanda de empleo sea menor y, si hay menor demanda, los salarios caen.

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P. ¿Cómo hemos llegado aquí?

R. Está claro que Amazon no es lo mismo que Inditex, o que Bertelsmann. Cada sector tiene su historia, pero hay aspectos comunes. Uno es la innovación, que es la palabra clave y que es tanto héroe como villano. Es buena porque esas empresas continúan haciendo i+D+i, pero es mala porque utilizan la propia tecnología para evitarse competencia y establecerla como una barrera de entrada. El ejemplo es Amazon: una empresa que es tan innovadora en su red de centros que no hay ninguna otra que pueda competir con ella. Con Facebook o eBay las cosas son diferentes, la economía de escala procede de los efectos de su red: está todo el mundo y justo por eso quiere estar todo el mundo. Es difícil crear un competidor nuevo. Las economías de escala generan mercados donde solo hay una o dos empresas. Visa o Mastercard son otros dos ejemplos. Eso está sucediendo por la nueva tecnología, algo que ya vimos en 1900, cuando las innovaciones eran el teléfono, el transporte ferroviario o el petróleo y se concentraron muchos poderes económicos.

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P. ¿Hay alternativa?

R. Se pueden hacer cosas, pero la solución no llegará de la mano de la fiscalidad o de subir el salario mínimo interprofesional. Lo único posible es atacar directamente la causa, la falta de competencia, a través de un organismo especializado. Hay un ejemplo muy bonito, la diferencia entre los mercados de telefonía en Estados Unidos y en Europa. Allí pago dos o tres veces lo que aquí por lo mismo y eso se debe a que allí hay tres empresas compitiendo y en Europa hay 150. La diferencia es que la UE obliga a la interoperabilidad de las redes, así que no hay por qué invertir en nueva red. No se pierden las economías de escala, hay más empresas compitiendo, se rebajan precios, el consumidor gana. Está el caso de la disputa entre Apple y Epic Games, en la que esta le acusa de obligarle a pagar un 30% de comisión por estar en su plataforma de venta únicamente porque no hay competencia. Hay que regularlo porque eso es un monopolio y solo hay una forma: antitrust. Competencia.

P. ¿Y concienciar a las personas para combatir esa situación quizás ilegítima?

R. Es que ilegítima no es, porque todo es legal. Yo soy el primero en decir que si a Bezos se le ha ocurrido hacer esa inversión, eso es muy positivo, pero, una vez la ha hecho, también ha conseguido ser tan productivo que no tiene competencia y por eso tenemos que intervenir como regulador para que no imponga barreras de entrada. Mi propuesta es más competencia. Si hay competencia no hay nada mejor que maximizar beneficios porque estás compitiendo, pero si estás maximizando beneficios sin competencia… eso no es bueno para la economía, ni para el consumidor, ni para el trabajador, ni para las empresas pequeñas, ni para la innovación… Ese es el gran problema.

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P. Propone romper relaciones entre poder político y económico. ¿Cómo?

R. Es evidente que Facebook o Telefónica no quieren competencia. Y harán todo lo posible para evitarla, y ahí está el problema: la conexión entre lo que queremos hacer y lo que el sistema político permite. Yo propongo tener una autoridad de competencia independiente, comparable con los bancos centrales. El BCE se fijó en la inflación como objetivo y es una historia de éxito. El caso del antitrust es muy parecido. Las empresas quieren mantener su poder y hacer todo para comprar a los políticos. Yo creo que con una autoridad independiente podemos hacerlo. El coste de la inflación para la economía se estima en un 0,5% del PIB y el coste del poder de mercado es del 9% del PIB. La Reserva Federal trabaja con 25.000 personas y el Antitrust son 2.000. Tenemos poca gente para controlar una regulación tan importante y que tiene más efecto que la inflación. Saldría muy barato.

P. ¿El impuesto a las grandes tecnológicas resuelve algo?

R. Los impuestos pueden redistribuir, pero no resuelven el problema. Si quieres resolver el problema, fiscalmente no puedes.

P. Habla de la falsa sensación de competencia a la hora de pedir una cerveza en un bar estadounidense. ¿El ciudadano tiene idea de la falta de competencia?

R. No lo sabe y se hace de todo para que no lo sepa, pero sí que le importa. Le preocupa sobre todo al consumidor que no compra simplemente porque no puede acceder por una cuestión de precio.

P. ¿La falta de conciencia social está detrás de esa acumulación de poder?

R. Hay una parte en la que el consumidor sí es el problema de este predominio de mercado y, obviamente, las marcas lo saben. El que quiere Coca-Cola y no Pepsi pese a estar demostrado que no podemos distinguir la diferencia. Por eso ellos hacen publicidad para generar ese valor. Hay otras situaciones en las que se generan adicciones, como es el caso de los consumidores de redes sociales de 16 o 17 años. Habría que reservar un papel a una autoridad de protección del consumidor, porque las redes sociales serán el tabaco de dentro de 10 años, cuando descubramos sus efectos colaterales.

P. Dice que la promoción laboral en España va de funeral en funeral. ¿Por qué?

R. La gente cree que su empleo es en propiedad y eso genera fricciones. Puede parecer que sea bueno para la gente, pero tiene un efecto sobre la macroeconomía y es que si eres joven es imposible conseguir un trabajo, y si a los 55 pierdes tu empleo no volverás a trabajar. Lo de tener un trabajo seguro genera unos efectos más negativos que positivos.

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Sobre la firma

Dani Cordero
Dani Cordero es redactor de economía en EL PAÍS, responsable del área de industria y automoción. Licenciado en Periodismo por la Universitat Ramon Llull, ha trabajado para distintos medios de comunicación como Expansión, El Mundo y Ara, entre otros, siempre desde Barcelona.

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