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La cooperación multilateral en la crisis

La cooperación internacional es, en tiempos de excepcionalidad, un elemento fundamental.

Apenas dos meses atrás hablábamos en este blog del coronavirus como una realidad que sólo afectaba a China y otros (pocos) países asiáticos. Desde entonces, el foco de riesgo se ha desplazado desde Asia a Europa y, de ahí, a América y ya empezamos a ver su crecimiento en África. Parece que la probabilidad de que el COVID-19 evite hacer acto de presencia en algún lugar del planeta es prácticamente nula, haciendo que esta pandemia se haya convertido en uno de los principales retos del siglo XXI.

Las medidas de distanciamiento social y paralización de la actividad han llevado a unas perspectivas cada vez más negativas sobre la economía mundial. En cuestión de días ya había consenso sobre que este año 2020 habrá muy pocos países que logren escapar de una recesión.

Una vez más, la relación entre la economía y los mercados se hizo tangible y el buen inicio de año en los mercados no ha tardado en revertirse de forma contundente. La demanda por activos seguros deja a la deuda de EEUU y el oro como los pocos activos que han conseguido mantener la compostura en este año, mientras que la caída de los activos de riesgo ha sido generalizada. La renta variable global ha registrado cesiones sin precedentes a la par que las previsiones de beneficios empresariales se desploman, los spreads de crédito de peor calidad crediticia repuntan fuertemente y los activos de países emergentes registran la mayor retirada de flujos en un mes de los últimos 20 años: más de 80.000 millones de USD durante el mes de marzo.

En este entorno, los países emergentes sufren la tormenta perfecta. Además de carecer de la estructura sanitaria de las economías desarrolladas ni de la fortaleza institucional, también sufren por partida doble la paralización del comercio global y la fuerte cesión del precio de las materias primas. Adicionalmente, su nivel de apalancamiento es mucho mayor y enfrentan esta crisis con mayores volúmenes de deuda denominada en divisa fuerte de lo que lo hicieron en la crisis de 2008. Por este motivo, en un contexto de fuerte salidas de flujos, se precisará, sin duda, de una mayor cooperación financiera multilateral.

A este respecto, el FMI ya ha puesto a disposición de los países con mayores dificultades hasta un billón de USD en total a través de diferentes programas de financiación. No obstante, puede que estas medidas no sean suficientes.

En el seno del G20 se discuten otras medidas para aliviar la presión financiera que sufren las economías emergentes y, en su reunión de finales de esta misma semana, se podría anunciar una moratoria del pago de deuda para los países más pobres de entre 6 y 9 meses. Encima de la mesa también está la posibilidad de que se extiendan estas medidas a 2021 o de permitir reestructuraciones de deuda. Incluso, no se descarta la condonación, medidas que se aplicarían previo estudio de las características del país en cuestión.

Estas medidas, permitirían a los países centrarse en la recuperación de la actividad tras el paso de la pandemia, evitando males, como protestas sociales, que ya elevaron la volatilidad de los mercados en América Latina a finales del pasado año, o crisis de deuda. En definitiva, la cooperación internacional es, en tiempos de excepcionalidad, un elemento fundamental.

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