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María Jesús Montero: “Para abordar esta crisis no cabían los vetos cruzados”

El Senado acaba de aprobar los Presupuestos para 2021, las primeras cuentas que ven luz verde desde 2018 y que servirán para afrontar una crisis sanitaria y económica sin precedentes

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en la azotea del ministerio, el 23 de diciembre.
La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, en la azotea del ministerio, el 23 de diciembre.INMA FLORES

“Me preocupa mucho que los políticos en vez de ayudar a los ciudadanos nos convirtamos en un problema”, dice María Jesús Montero (Sevilla, 1966) con esa forma de hablar desacomplejada con la que se enfrenta cada martes a las preguntas de los periodistas en las ruedas de prensa posteriores a los consejos de ministros. En esta ocasión la ministra de Hacienda conversa con EL PAÍS en vísperas de Navidad. El Senado acaba de aprobar los Presupuestos para 2021. Son probablemente las cuentas más importantes de la historia democrática de España, porque servirán para enfrentar una crisis sanitaria y económica sin precedentes y porque contienen un inédito aumento de gasto e inversiones gracias a los 27.000 millones de euros procedentes de las ayudas europeas. Está exultante por haber sacado adelante el proyecto con el mayor respaldo parlamentario en los anales del Congreso y con prisa porque en un par de horas tiene que coger un AVE que la lleve a Sevilla donde pasará la Navidad con su familia. A esa Sevilla que añora, donde la esperan sus dos hijas y sus padres.

Pero María Jesús Montero defiende, con esa energía desbordante que desprende en público a pesar de que solo tiene un café en el estómago y lleva casi 10 horas despierta, que “la política, para aquellos que no tienen nada, es el único instrumento para cambiar las cosas, para cambiar la realidad”. Lo dice la semana en la que el CIS publica una encuesta que revela que los políticos son el quinto problema para los españoles y creciendo. “Muchas veces la política no conecta adecuadamente con esa sensibilidad social, lo que se traduce de ruido en el Congreso, en noticias que pueden ser anecdóticas, pero que llaman la atención respecto a discusiones, alejan a los ciudadanos de la política y ese es el principal caldo de cultivo de los totalitarismos”. Por eso, apostilla: “Hay algunos a los que les interesa esta polarización de la vida y de la política, los que se mueven en extremos. Siempre les interesa la bronca, porque se mueven en una posición simplista, binaria, que no se corresponde con la realidad. Todo siempre es mucho más complejo porque la vida es mucho más compleja, y moverte en ese populismo que significa el sí o el no, en vez de en el mundo de los matices”.

Dice que sabe de lo que habla. En su vida ha transitado por mundos diferentes. Recuerda como con 14 años comenzó en Acción Católica, una asociación religiosa, que en los ochenta aglutinaba al ala progresista de la Iglesia. En aquella época conoció a un sacerdote comunista en el sevillano barrio de Triana, donde nació, que le inculcó algunos de los valores que conserva y aplica en política. Sus ojos se iluminan cuando recuerda su juventud, cuando empezó con el activismo social. Cuenta que Cristianos en el partido, comunistas en la iglesia, un libro de Alfonso Comín, le marcó profundamente porque le ayudó a superar esa dicotomía de ser de izquierdas en un entorno tan conservador como la iglesia católica de la época y viceversa, ser católica en una organización tan refractaria a la religión.

Luego llegarían los años universitarios, en los que estudió Medicina, aunque apenas la ejerció. Pronto empezó a trabajar en la dirección de hospitales de Andalucía. Fue subdirectora del hospital Virgen del Rocío de Sevilla, la joya de la corona de la sanidad andaluza. En 2002 recibió una llamada del presidente de la Junta en ese momento, Manuel Chaves, y desde entonces ha ocupado cargos cada vez con más responsabilidad política. “Es una de las mejores experiencias de mi vida y de la que me siento tremendamente orgullosa”, dice sobre la época en la que se dedicó a desarrollar el sistema sanitario andaluz.

—¿Cómo una doctora termina siendo ministra de Hacienda?

—Siempre he tenido una clara vocación de servicio público y de compromiso social, es algo casi innato durante mi vida, que además he cultivado a lo largo de mi historia personal. Mis padres son maestros y siempre han llevado al entorno de la educación familiar esos valores. Y quizá por eso estudié Medicina. Me siento absolutamente vinculada al sistema sanitario, creo que es la mejor profesión del mundo, que permite comprender el cuerpo de la persona, pero también su alma.

La pandemia del coronavirus, sin duda, ha marcado el año. Ha dejado miles de muertes y un reguero de sufrimiento. El Gobierno ha vivido su año más difícil con dos estados de alarma y tratando de taponar las múltiples vías de aguas sanitarias y económicas. “Durante la pandemia se han aprobado 34 decretos leyes. Ha sido un esfuerzo titánico para minimizar el daño de esta pandemia sanitaria y creo que ahí están los resultados en términos de no haber provocado una hemorragia, una sangría en el terreno laboral, no haber provocado un cierre masivo de empresas, haber conseguido al menos mantener una situación que ha sido muy complicada. Ha sido un año intensísimo. Nos hemos dejado la piel para que al final hayamos llegado a este momento ya con las vacunas desde ayer [por el domingo]. Ha sido un tránsito de enriquecimiento, pero también de mucho sacrificio y de dolor”.

En este sentido, asegura que el Gobierno no está hablando aún de un plan de reequilibrio de las cuentas como piden algunos organismos. “Creemos importante desarrollar una política anticíclica, hay que darle una oportunidad a esa política, para que el tejido productivo que está ahí, y que lo vimos en el tercer trimestre, sea capaz de estimularse y sea capaz por tanto de responder al reto que se nos ha planteado como colectivo, como sociedad. Por tanto, no creo que sea el momento ni en política económica, ni en política de provisión de servicios públicos, de estar concentrados en cómo elaboramos un plan de ajuste. Lo importante ahora es la recuperación y tiempo habrá de establecer un plan de reequilibrio, cuando las autoridades europeas así lo exijan o cuando el momento político, económico, así también lo exija. Pero no tiene sentido ahora hacer una política de recorte”.

Lo dice la ministra que a pesar de ser médico no ha gestionado la crisis sanitaria, sino la económica. “Es verdad que aunque siempre que hay algún proyecto sanitario lo veo con especial interés. Lo sabe el ministro de sanidad, porque me gusta, y además me parecen apasionantes”, confiesa.

—¿Ha tenido impulsos de aconsejar al ministro Illa?

—Soy muy de política clásica. Por lo menos de la escuela que a mí siempre me han enseñado, que uno tiene que guardar cierta distancia de las políticas que uno ha practicado previamente.

Montero es la primera mujer en ocupar la cartera de Hacienda (después de Elena Salgado, cuando los ministerios de Hacienda y Economía eran un único departamento) un ministerio clave en la arquitectura del Estado, complejo y casi inabarcable. Se dice que un Gobierno es en realidad una coalición entre el Ministerio de Hacienda y el resto de ministerios, aunque en esta legislatura el juego político se ha complicado con el primer Ejecutivo de coalición de España. “Creo que tiene una parte de verdad, pero hay una parte de mito”, dice sobre el poder que se le atribuye a su cartera, que tendrá un rol crucial en la gesión de los fondos europeos. “Es verdad que este ministerio está obligado permanentemente a dialogar con todos los departamentos sobre sus necesidades. Y este proyecto de Presupuestos ha puesto a prueba nuestra capacidad de negociación, de diálogo, de entender la posición del otro, de buscar alternativas a propuestas que no puedes aceptar”. Rechaza los dogmatismos y pone en valor la negociación y el consenso: “Yo hubiera estado encantada de pactar y de negociar también un presupuesto con el PP. Y creo, a diferencia de algunos que piensan que las opciones siempre son excluyentes, yo creo que en este momento de país no cabían los vetos cruzados, no cabía excluir a nadie, sino intentar incorporar, aunque lo que incorpore no desvirtúe el esqueleto básico progresista”.

—¿Los Presupuestos son para un año o para una legislatura?

—Son nuestros primeros presupuestos. He insistido mucho a lo largo de la negociación con los grupos políticos, porque pareciera que toda la legislatura se tenía que resumir en este proyecto. Había una aspiración de todos los grupos de plasmar ya todo el acuerdo programático y yo les decía ‘si es el primer presupuesto de una serie de presupuestos’, pero todo el mundo tenía prisa por incorporar todas las medidas comprometidas en la investidura.

—¿Esa prisa no puede hacer que queden rapidamente en papel mojado? Hay una cepa del virus en el Reino Unido que puede retrasar la recuperación.

—Al revés. Creo en la aparición de la vacuna. Estoy confiada en que después del primer trimestre del año, que puede ser más duro, el segundo semestre sea más liviano y a partir de ahí podamos retomar la normalidad en la actividad económica, pero sobre todo en las relaciones sociales. Creo que todos los ciudadanos estamos deseando poder hablarnos sin utilizar la mascarilla, pero sobre todo abrazarnos, tocarnos”.

Las cuentas públicas de 2021 han salido a la luz con el respaldo del mayor número de partidos de la historia presupuestaria, a pesar de que el Gobierno se ha saltado muchos trámites y ha reducido al mínimo las comparecencias de altos cargos. Esto ha provocado que hayan sido los Presupuestos que más rápido se han tramitado.

—¿Un proyecto tan importante no debería haberse analizado con más calma tanto en el Congreso como en el Senado?

—El Presupuesto traía un precedente que era el de 2019, que nos sirvió para hacer una suerte de ensayo general, porque llegamos hasta el Congreso, tuvimos que defenderlo incluso en tribuna y por tanto nos conocíamos muy bien cuáles eran los elementos que queríamos mejorar y lo que daba de sí, porque hemos tenido que escudriñar en cada una de las partidas para estirarlo como un chicle.

La ministra detalla cómo tras pasar dos años con las mismas cuentas prorrogadas, las de Cristóbal Montoro (PP) de 2018, ya se las conocía al dedillo. Eso le permitió hacer pequeños cambios quirúrjicos para poder adaptar esas cuentas prorrogadas a la realidad de la crisis. “Este año estamos ya en torno a las 1.000 modificaciones presupuestarias. El nuevo Presupuesto es como si lo hubiéramos hecho sobre base cero”. Y añade para restar importancia a la premura: “Hemos tenido muchos contactos previos con los grupos políticos. La mayoría de partidos con los que negociamos terminaron incorporándose y otros se han quedado en el camino, como Ciudadanos. Creo que al final se descolgaron por puro tacticismo pensando más en las elecciones en Cataluña, que también han estado planeando sobre todo el debate presupuestario”.

El acuerdo con ERC incluía la armonización fiscal. ¿Cree que la negociación presupuestaria es un escenario adecuado para pactar eso?

—Creo que, si realmente enfrentamos con honestidad la política, deberíamos de alegrarnos de que un partido político como ERC reivindique la armonización fiscal en el país. Eso tiene un valor en sí mismo. Si hubiera sido el PP me hubiera alegrado de que ERC pida una armonización fiscal en España. Son nacionalistas y van con su propia hoja de ruta. Pero es que hay una realidad y es que los modelos de financiación autonómica siempre se han movido dentro de unas horquillas, en el ejercicio de la autonomía fiscal. ¿Cómo se ha roto ese equilibrio? Se rompió cuando alguna comunidad autónoma, porque alberga los efectos más importantes de sedes fiscales de las empresas o por la capitalidad, tiene la capacidad de tener una mayor recaudación, un mayor volumen de ciudadanos con una mayor renta y por tanto hizo de la política fiscal un objetivo en sí mismo. La política fiscal es instrumental, nunca puede ser un objetivo en sí mismo.

“A mí me preguntan ‘¿usted prefiere subir o bajar los impuestos?’. Digo: ‘Depende’. Depende de cuándo, qué figura, a quién se lo subo o se lo bajo y qué pretendo con esa recaudación. Hay como un intento de querer hacer creer a los ciudadanos que los impuestos no son necesarios. Y yo estoy radicalmente en contra de la antipedagogía fiscal, porque me parece que engaña a los ciudadanos. Para que podamos tener servicios públicos es imprescindible que cada uno contribuya en función de su capacidad. Y lo que pedimos aquí es lo que pedimos en Europa. La situación que se ha producido con la fiscalidad en la Comunidad de Madrid responde a otras consignas. Si queremos tener unos servicios públicos de calidad, vivamos donde vivamos, tenemos que tener una fiscalidad que sea homogénea en el conjunto del país o al menos que no sea radicalmente contraria cuando uno atraviesa una carretera”, defiende.

La ministra alude a las fracasadas cuentas de 2019, que fueron tumbadas en el Congreso. Aquel episodio precipitó la convocatoria electoral y la posterior repetición de elecciones. Pero de aquel revolcón Montero salió reforzada. Su intervención en la tribuna del Congreso defendiendo las cuentas descubrió a una parlamentaria dura, eficaz y con coraje. “Fui a ese debate sabiendo que no salía el Presupuesto. ¿Me resultó muy duro que no pudiéramos apoyar un proyecto de presupuesto y tuviéramos que ir a elecciones? Pues ni se lo pueden imaginar. Y mucho más duro ir por segunda vez a una campaña electoral”. Pero tras ese debate y las elecciones de 2019 surgió un nuevo Gobierno de coalición en el que ella es la portavoz.

—¿Cómo lleva esa responsabilidad?

—Lo llevo con normalidad. Creo que tengo facilidad para la comunicación con las personas. Esto me permite hablar con mucha más espontaneida.

—¿Cómo lleva las críticas por su acento andaluz?

—Lo que me da rabia de esa crítica es que muchas personas lo identifican con la ignorancia y el desconocimiento. Desde mi punto de vista el andaluz es un castellano evolucionado. Creo que tiene el carácter de una comunicación muy gráfica, muy expresiva, con una sola palabra somos capaces de expresar muchos sentimientos. Cuando en España ha habido mujeres con responsabilidades y un acento más marcado recibían críticas mucho más feroces que los hombres.

María Jesús Montero, en el Ministerio de Hacienda.
María Jesús Montero, en el Ministerio de Hacienda.INMA FLORES

Montero participó en las negociaciones para formar gobierno con Unidas Podemos. “Tuvimos una muy buena experiencia en el acuerdo con Unidas Podemos. Fue un aprendizaje importante para luego los acuerdos de investidura. Nos conocíamos mucho mejor desde ese debate de Presupuestos. Sabíamos a lo que aspirábamos cada uno. Nuestros debates en las negociaciones son muy francos. Sabemos muy bien los límites que tenemos cada uno”.

—Han aprobado con holgura los Presupuestos de 2021. Hay quien dice que el PSOE puede buscar otros aliados para el resto de la legislatura y no depender tanto de Unidas Podemos.

—El presidente ha expresado siempre con mucha claridad la apuesta que hizo el partido socialista por una coalición de izquierdas, por un Gobierno progresista que permitiera corregir muchas de las injusticias que desde nuestro punto de vista se habían producido después de los Gobiernos de la derecha y de una crisis financiera que tuvo una salida que se saldó con una importante desigualdad en nuestro país. Estamos cómodos dentro de este Gobierno de coalición.

—Pero surgen frecuentes discrepancias.

—No es fácil, se necesita rodaje. En la mayor parte de las ocasiones, las discusiones que se producen en un Gobierno de coalición son muy similares, por no decir idénticas, a las que se producen en un Gobierno monocolor.

—Pero en los consejos de ministros hay discusiones por el salario mínimo, los desahucios o la reforma de la Seguridad Social.

—Se vive de una manera muy natural. Yo no me relaciono con los ministros dependiendo de dónde proceden sino de la materia que tienen entre manos. Diría que los consejos de ministros son mucho más pacíficos que la apariencia que algunos puedan dar, que da la impresión de que dentro del Gobierno estamos discutiendo por todo. Qué va, qué va. Estamos prácticamente de acuerdo en todo y hay algunas especificidades, que son las que podemos tener discrepancias, no tanto en función de los partidos, sino de quien maneje la materia.

—Le dijo cabezón a Iglesias.

—Yo utilizo, como siempre, expresiones coloquiales. La expresión del otro día de ‘piénsalo, Pablo no seas cabezón’, es la que le puedo decir a mi hija o a mis colaboradores más directos, porque son mis colegas. Es una expresión cariñosa y cómplice en la que estoy intentando trasladarle que piense el argumento que le he dado porque probablemente le puede hacer pensar.

La ministra echa la vista atrás y observa con vértigo el paso de los dos años que lleva en Madrid. Apenas ha tenido tiempo para disfrutar de la ciudad porque ha dedicado su tiempo a trabajar en la tarea que le encomendó Pedro Sánchez en mayo de 2018. “Un país se construye a partir de la fortaleza de la clase media y la clase media de nuestro país en la crisis anterior se empobreció. Bajó dos escalones respecto a la escala social. Tenemos que ser capaces de recuperar y de conquistar nuevas posiciones para la clase media, porque en definitiva son las que realmente dinamizan nuestro tejido productivo y las que por otra parte aportan seguridad y sostenibilidad al Estado del bienestar a través del pago de sus impuestos”.

—¿Cómo le explica a un trabajador que gana poco que no puede subir el salario mínimo.

—Le diría que lo que más nos preocupa, por encima de todo, es que se puedan conservar los puestos de trabajo. Estando en un escenario económico donde todavía hay incertidumbre tenemos que ser muy prudentes, muy cautelosos en acompañar a las empresas para que en esta última parte ya de la pandemia no vayan a producirse ajustes que hemos evitado durante toda la parte previa.

—Pero la ministra de Trabajo dice que, por nueve euros al mes, ¿no pueden las empresas subir esa cantidad?

—No, no, no. Se trata de ser prudentes, responsables, de dejar que el dialogo social siga hablando. No se trata de darle derecho de veto a nadie. No se trata de ningún mensaje político, se trata justamente de estar muy precavidos después de una caída tan dura como la que ha vivido durante este año.

Montero mira de reojo el reloj porque espera un tren para ir a pasar la Navidad con su familia. “Echo de menos Sevilla, echo de menos la luz, pero sobre todo a mi familia. Para mí el entorno familiar es muy importante. Al tener que vivir aquí lo que hago es trabajar 24 horas, imagínese la intensidad de mi trabajo, que bien lo sabe mi equipo que lo llamo a cualquier hora”, asegura mientras confiesa que no había subido hasta ahora a la terraza del ministerio, que cuenta con unas magníficas vistas de Madrid, ni ha bajado aún al sótano de la vieja casa de Aduanas, que está llena de tesoros históricos. “Estoy contenta de estar en Madrid. Es una experiencia única, te permite conocer la realidad con una visión más global. Es una experiencia extremadamente enriquecedora y para mí uno de los estímulos más importantes de la vida es aprender. Probablemente por eso de que soy hija de maestros”.

Está en las quinielas para ir de candidata del PSOE a Andalucía el próximo año.

—Lo vivo como un déjà vu porque a lo largo de mi vida política ha habido bastantes veces en los que mi nombre estaba en la quiniela. Mi nombre ha sonado más de lo que a mí me hubiera gustado porque eso provoca situaciones de tensión con otras personas que sí quieren disputar esa carrera o aspirar a esa responsabilidad política. Me incomoda. Quien quiera estar ahí que se lo tome con tranquilidad, porque al final la decisión colectiva es la mejor y esto significa que finalmente las personas que salgan de ahí serán nuestro mejor tiquet electoral para las campañas a las autonómicas.

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