El BCE aboga por hacer permanente el fondo de recuperación europeo
La entidad señala que el plan de 750.000 millones “asegura un mayor apoyo macroeconómico para los países más vulnerables”
Descubrir la utilidad de una nueva herramienta fiscal y deshacerse de ella después sería algo parecido a un desperdicio. El Banco Central Europeo ha publicado este miércoles una nota en la que exalta las virtudes del plan de recuperación acordado por los Veintisiete en julio, dotado de 750.000 millones de euros que la Comisión Europea captará en los mercados emitiendo deuda. El organismo con sede en Fráncfort cree que el fondo debería prolongarse en el tiempo: estima que la respuesta europea a la crisis “es ambiciosa y acorde con el desafío al que se enfrenta el continente”, pero llama a no conformarse y extraer lecciones para la Unión Económica y Monetaria, que todavía carece de un sistema anticrisis supranacional.
La pandemia ha supuesto una especie de salto en el tiempo. Es muy probable que, sin virus de por medio, la UE hubiera tardado años o décadas en adentrarse en un ejercicio de compartir riesgos del calado del fondo sellado en Bruselas. El BCE verá por fin satisfecha su demanda, repetida durante años, de la necesidad de una expansión fiscal, pero desde la entidad consideran que su magnitud lo convierte en mucho más que un salvavidas al que aferrarse en momentos de crisis pandémica. Es un modelo a seguir que no tiene por qué tener fecha de caducidad. “Siempre que se utilice para gastos productivos y se acompañe de reformas que mejoren el crecimiento, no solo ayudaría a apuntalar la recuperación, sino que también aumentaría la capacidad de resistencia y el potencial de crecimiento de los Estados miembros”, señaló este miércoles en un estudio sobre el plan.
La palabra, reformas, que genera recelos en parte de la clase política española, aparece varias veces en el texto. La institución dirigida por Christine Lagarde espera reformas coherentes con las recomendaciones del Semestre Europeo. “Los fondos de la UE deben gastarse de acuerdo con las necesidades específicas de cada país y las prioridades de reforma acordadas a nivel europeo”, insta.
Los Estados tendrán a su disposición 360.000 millones de euros en préstamos, y subvenciones de hasta 390.000 millones de euros. El dinero oxigenará las arcas públicas de forma inminente hasta finales de 2026, y la devolución de lo prestado no será urgente: llevará casi cuatro décadas, hasta 2058. El BCE valora que el fondo “asegura un mayor apoyo macroeconómico a los países más vulnerables”, especialmente a los del Sur. “Grecia será el mayor beneficiario neto respecto al PIB, pero España e Italia, que se espera estén entre los más golpeados tanto en fallecidos [por el virus] como económicamente, también recibirán un cuantioso apoyo fiscal”.
El BCE no ahorra adjetivos elogiosos: califica el plan de “importante hito en la integración económica europea”. Pero advierte de varios riesgos. Teme que las capitales retiren prematuramente los estímulos y eso haga perder potencia a la recuperación. Y en vista del shock pandémico, llama a Bruselas a mantener la flexibilidad de las normas para que los Gobiernos puedan seguir gastando sin preocuparse por la desviación de los objetivos de déficit. En cualquier caso, el regreso de la rigidez parece aún lejano: el Ejecutivo comunitario no planea restaurar las reglas a corto plazo, y podría esperar hasta 2022.
La moneda tiene un reverso peligroso que el BCE no ignora, en forma de deudas públicas desbocadas, por lo que cuando la inercia vuelva a ser positiva llegará el momento de reducir el apalancamiento. “Si bien una política fiscal expansiva es necesaria para sostener la recuperación, en el futuro será importante que las reglas fiscales apoyen de manera efectiva la reducción de la elevada deuda pública en tiempos económicos favorables”, concluye.
Ese sería el modo de contar con margen la próxima crisis. La pandemia ha evidenciado que mientras países como Alemania disponían de un inmenso colchón para ayudar a sus empresas a evitar la quiebra, los más endeudados no contaban con ese arsenal, y solo la reacción sin precedentes del BCE y las instituciones europeas evita por ahora que se financien a intereses prohibitivos. “La crisis actual ha puesto de relieve cómo niveles muy altos de deuda pública pueden implicar vulnerabilidades y restricciones fiscales cuando un país se ve afectado por un gran shock económico", advierte.
Tampoco escatima comparaciones con la Gran Recesión. Para el BCE, la actuación de entonces queda ensombrecida frente a la de hoy. "Mientras que en 2008 en el plan solo contemplaba estímulos presupuestarios coordinados financiados por cada Estado miembro, ahora existe un modelo conjunto para financiar el gasto y las reformas en la UE”.
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