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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Aniversario de la idea que hizo descarrilar al capitalismo

Las grandes corporaciones y patronales son conscientes de que tienen la obligación moral de devolver el favor a los Gobiernos y a la sociedad

Antón Costas
ilustración negocios
Maravillas Delgado

Se cumplen 50 años de la publicación de un ensayo que mudó la piel del capitalismo contemporáneo. El autor era Milton Friedman, uno de los fundadores de la Escuela de Economía de Chicago y laureado con el premio Nobel de Economía en 1976. El ensayo se titulaba The Social Responsability of Business is to Increase its Profits. Se publicó en el número del 13 de septiembre de 1970 de The New York Times Magazine.

La idea que transmitía era simple y poderosa: la única responsabilidad social de las empresas es maximizar sus beneficios. Esta idea, que en el contexto de la época podía tener cierta razón, en el caso de que los directivos se dedicasen a hacer filantropía corporativa con los recursos de los accionistas, acabó convirtiéndose en el mantra de que el único criterio para juzgar la buena gestión empresarial era “maximizar el valor para los accionistas”.

Este es uno de los ejemplos que mejor ilustran la categórica afirmación de John Maynard Keynes cuando, en el último epígrafe de su Teoría general, publicada en 1936, escribe que “las ideas de los economistas (…), tanto cuando son correctas como cuando son erróneas, tienen más poder de lo que comúnmente se piensa... [porque], tarde o temprano, son las ideas, y no los intereses creados, las que son peligrosas para bien o para mal”.

En este caso, esa influencia ha sido “para mal”. La primacía absoluta de los accionistas ha hecho descarrilar al capitalismo, sacándolo de la vía del progreso económico y social en la que había entrado tras las reformas llevadas a cabo después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial.

¡Entiéndaseme bien! No pretendo sugerir una “causa general” contra las grandes corporaciones y sus gestores. Su aportación al progreso occidental está fuera de toda duda. Pero lo están también sus perversas desviaciones, algo que no solo denuncian sus detractores, sino también muchos de sus defensores críticos. Como señaló uno de ellos, “la primacía de los accionistas es el error del código fuente del capitalismo”.

Son precisamente sus defensores los que están impulsando la reforma del capitalismo. Es el caso del manifiesto firmado en agosto de 2019 por los primeros ejecutivos de 181 grandes corporaciones agrupados en la asociación Business Rountable. Reconocen que han estado gestionando mal al orientarse únicamente al interés de los accionistas (shareholders). Se comprometen, a partir de ahora, a equilibrar los intereses de todos los interesados (stakeholders) en la buena marcha de la empresa: trabajadores, proveedores, clientes, comunidades y, naturalmente, accionistas. La reforma pretende transitar del capitalismo de los shareholders al de los stakeholders.

¿Se trata de simple retórica para aliviar su mala conciencia? Pienso que no. Más allá del alcance práctico que puedan llegar a tener, estos manifiestos dan cobertura a los directivos que quieran convencer a sus accionistas para dar este paso.

Pero para ello es necesario desarrollar nuevas métricas para evaluar la buena gestión empresarial. También en este terreno se están dando avances importantes. Un ejemplo es la iniciativa B Lab, surgida en Estados Unidos y con presencia en muchos países, incluida España. Su objetivo es contribuir a hacer de la empresa un instrumento orientado al bien común. Para ello, ayudan a las empresas a llevar a cabo esta transición y emiten certificados B Corps para aquellas que hayan dado el paso de trasladar a sus estatutos objetivos medibles relacionados con la sostenibilidad social (salarios y empleo), el fortalecimiento de las comunidades en que operan o el cuidado medioambiental. Esos certificados hacen que esas empresas “coticen” al alza a la hora de atraer mejores empleados, mejorar su innovación y productividad, ganar el favor de los consumidores y obtener mejor financiación. Las empresas no existen para hacer ricos a sus propietarios, sino para lograr fines sociales; y para que haciéndolo, puedan ganar dinero.

La pandemia de coronavirus es una oportunidad para reivindicar el capitalismo como instrumento del bien común. También en España, donde los principales directivos de algunas de nuestras grandes corporaciones y de las patronales están adoptando un compromiso y un liderazgo público hasta ahora inexistentes. Quizá porque son conscientes de que tienen la obligación moral de devolver el favor que los Gobiernos y la sociedad les están prestando con las enormes ayudas laborales, financieras y fiscales que están recibiendo. Es un momento de oportunidad para renovar el contrato social de la empresa. Un momento para volver a poner al capitalismo en las vías del progreso social del que descarriló hace medio siglo.

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