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Impresoras de tejidos humanos

Regemat 3D, que facturó unos 700.000 euros en 2019, ofrece máquinas de bioimpresión

Impresoras de Regemat 3D.
Impresoras de Regemat 3D.

La idea de Regemat 3D nació del encuentro en 2011 entre José Manuel Baena, ingeniero industrial y doctor en biomedicina, y el investigador Juan Antonio Marchal. El primero venía del ámbito de la impresión en tres dimensiones aplicada a implantes y el segundo quería saber si era posible, usando la misma técnica, reproducir células para conseguir cultivos tridimensionales. Cuatro años después se constituyó esta empresa, con sede en Granada, que diseña, personaliza y distribuye impresoras capaces de “fabricar” tejido humano y que facturó unos 700.000 euros en 2019.

“En 2011 conocí a un investigador que trabajaba con células madre para regenerar el cartílago. Y su principal problema era que cuando trabajas con células las tienes que cultivar en dos dimensiones y no se comportan como un tejido vivo”, cuenta Baena por teléfono. Comenzaron a estudiar cómo dotar los cultivos de una tercera dimensión utilizando la ingeniería y en 2015 consiguieron una impresora y un software capaces de hacerlo. “Decidimos montar la empresa para que esta tecnología la pudiesen usar otros investigadores”, rememora este valenciano de 36 años.

Desde entonces, Regemat 3D ha incorporado al catálogo diferentes bioimpresoras y ha hecho de la adaptación de los aparatos a las necesidades de cada investigación una de sus señas de identidad. El año pasado comenzaron a comercializar también una especie de incubadoras llamadas biorreactores. “En estos años nos dimos cuenta de que, si querías hacer un tejido, tener un cultivo tridimensional no era suficiente, también tenías que trabajar la maduración”, dice el fundador.

Las bioimpresoras y los biorreactores son dos componentes básicos a la hora de crear un tejido que sea funcional sobre el que, por ejemplo, probar un fármaco o estudiar cómo se comporta un determinado virus.

El sector en el que se mueve Regemat 3D está en alza y cuenta con pronósticos de futuro muy favorables. Sin embargo, esto no la ha hecho inmune a algunos de los obstáculos a los que se enfrentan emprendedores de otros ámbitos: “Uno de los problemas que tenemos en España es la financiación”, comenta. Y esto repercute de manera negativa en la atracción del talento. “En nuestro sector prácticamente no hay paro. Entonces si no tienes buena financiación, te cuesta competir con lo que pueden estar pagando otras empresas”, asevera.

Pedidos tras el virus

Cuando llegó la crisis del coronavirus y las compañías comenzaron a sentir los efectos económicos de la pandemia, Regemat 3D experimentó un aumento en las ventas. “Nuestro cliente tiene un proceso de compra largo, pero al asustarse, se lanzaron a liberar muchos fondos para la investigación. Y al liberar fondos, compran más máquinas”, señala.

La empresa está en beneficios y el pasado ejercicio obtuvo un margen aproximado después de impuestos del 10%. “Este año esperamos tener un crecimiento del 35%”, apunta. En la actualidad, el equipo está formado por 16 personas, entre cinco socios involucrados en la empresa de manera completa o parcial, y once empleados, al que se sumará otra persona en breve.

Los equipos de Regemat 3D están presentes en laboratorios de 28 países como China, Estados Unidos, Canadá, Arabia Saudí, Argentina, México y Australia. Y Baena quiere llegar a más: “Tenemos cuantificados como unos 100 países que pueden hacer investigación”.

Con la vista puesta en el escalado del negocio, la empresa ha fijado una nueva ronda de financiación en el calendario. “Estamos haciendo una por crowdfunding con la que queremos financiar la expansión, generar la red comercial. Es la primera con inversores que no son únicamente institucionales”, cuenta. Otro de los objetivos es poder crear un sistema de apoyo local: “No solo hacer impresoras en Granada y mandarlas a Estados Unidos, sino que tengamos una asistencia técnica por zonas geográficas”.

Además, esperan poder dar un último impulso a otras líneas de negocio en las que vienen trabajando, como abrir un laboratorio en la empresa y ampliar y completar sus servicios para facilitar el trabajo del investigador. “No solo poner la instalación, sino poder ayudar para que tengan sus biorreactivos, su biomaterial y sus fungibles cuando lo necesiten”, asevera Baena.

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