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La construcción vuelve al tajo con incertidumbres y a medio gas

La recuperación de trabajos en servicios no esenciales arranca con algunas dudas sobre el suministro de equipos de protección y con numerosas provincias sin actividad por ser festivo

Trabajos de construcción de un edificios de viviendas en Madrid, este lunes. En vídeo, las obras en edificios solo se permiten cuando no vive nadie en el edificio.Vídeo: VICTOR SAINZ | ATLAS

Alrededor de 1,7 millones de trabajadores vinculados a la construcción reinician desde este lunes su actividad, una vez expirado el permiso retribuido que el Gobierno puso en marcha el pasado 30 de marzo para reforzar el confinamiento de la población por la epidemia. Así, tras dos semanas de máxima hibernación de la economía, con la excepción de los servicios esenciales, las obras vuelven a ponerse en marcha aunque con excepciones notables. La reanudación se está produciendo de forma muy paulatina, ya que en numerosas comunidades este Lunes de Pascua es festivo y en muchas otras provincias se había acordado como no laborable en el calendario de la construcción. La medida también afecta a otros sectores como la industria, aunque en esta la paralización había tenido una repercusión mucho menor.

El decreto de finales del mes pasado detuvo casi al completo toda la construcción (salvo las obras esenciales) y envió a casa a 1,2 millones de trabajadores directos y a más de 500.000 indirectos, según cálculos de la patronal Seopan. Desde instancias empresariales se criticó la precipitación del Gobierno al adoptarla, y de hecho casi sobre la bocina se estableció una prórroga de un día para que el lunes 30 de marzo pudieran clausurarse las obras en condiciones de seguridad. La vuelta, sin embargo, ha sido diferente porque desde hace más de una semana el Ejecutivo ha venido insistiendo en que se produciría este lunes 13.

“Hemos aprovechado el periodo previo para gestionar con las máximas precauciones la reanudación de las obras”, señalan desde AEDAS Homes, con 70 promociones inmobiliarias en marcha. “Estamos hablando de solo ocho días laborables de paralización, que además en algunas comunidades eran menos por los festivos, por lo que apenas ha tenido efecto; y se dejó todo preparado para poder reiniciar las obras sin problema”, apuntan en la promotora Neinor Homes, que prevé retomar entre el lunes y el martes medio centenar de trabajos en marcha en toda España. Ambas compañías insisten en la seguridad de los trabajadores como prioridad máxima en estos momentos.

“La gente se lo está tomando con cautela, como habíamos recomendado, y no están llegando incidencias significativas en materia preventiva aunque es verdad que hay escasez de EPI [equipos de protección individual, tales como mascarillas, guantes, etcétera]”, indica Pedro Hojas, secretario de la Federación de Industria, Construcción y Agro (FICA) de UGT. Desde el sindicato advierten de dos circunstancias. La primera es que la principal reactivación se dará este martes, laborable ya en toda España, y la segunda es que es necesario garantizar un suministro continuo de EPI. “Hay que cambiarlos cuando se utilizan y necesitamos que las empresas tengan capacidad de renovar esos materiales”, explica Hojas, quien expresa “satisfacción” por cómo está yendo la jornada, aunque destaca que este lunes el sector funciona “muy al ralentí”.

“Aquí no me dan mascarilla”

Madrid es una de las provincias donde el calendario laboral de la construcción preveía un festivo. Sin embargo, algunas empresas han aprovechado para abrir e iniciar así la recuperación de horas que los trabajadores deberán devolver por el permiso retribuido de ocho días. En ese caso se encuentra Sergio García, de 34 años. “Aquí seguimos igual, actuando igual que antes de que nos pararan el tajo”, comenta para quejarse de la falta de medidas de protección para evitar contagios en un edificio de más de 300 viviendas que se construye en la capital. “Yo sigo viniendo con mis guantes y con mi mascarilla. Aquí no me dan nada y hay compañeros que trabajan sin nada”, denuncia.

El parón de dos semanas no ha disipado el desasosiego de muchos empleados. “Esto tendría que parar ya de una vez”, se lamenta José, un oficial de obra que trabaja en un bloque de viviendas en Alcalá de Henares (Madrid). Tiene miedo de que sus hijos de 13 y 15 años se contagien. Más allá de las advertencias por medio de mensajes que le llegan de la empresa, las medidas de seguridad siguen aportándolas los propios trabajadores, indica. “Nos piden que mantengamos la distancia de seguridad y que llevemos mascarilla y guantes. Pero los tenemos que traer nosotros. Tenemos que buscarnos la vida”. Cuenta que tampoco les han tomado la temperatura al regresar a la obra.

Para Ángel, un encofrador de 45 años, el arranque de la jornada ha sido el contrario. La quincena de compañeros que trabajan en la construcción de ocho chalés cerca del hospital de La Paz, en Madrid, se han tenido que poner el termómetro antes de volver al tajo. “El ambiente es raro, raro”, relata. Todos han empleado coche particular para desplazarse y lo han hecho vestidos de faena para no cambiarse de ropa en la caseta. El vehículo es también su comedor (han implantado una jornada seguida de 7.30 a 15.30, para no comer juntos) y en cuanto a las medidas de seguridad, no se queja: todos tienen mascarillas. Aunque admite que el uso no siempre es el más apropiado: “Alguno la tiene puesta más tiempo en la barbilla que en la boca, porque esto es un trabajo físico y a veces te ahogas”. Tampoco es fácil respetar la distancia de seguridad: “Ahora estamos desmontando un encofrado, las tablas y el mecano. Son piezas que pesan y tienen que cogerlas entre dos o tres”. En todo caso, señala que la vuelta se ha producido a medio gas. “Llamas a un proveedor y no está, llamas a otro y está a medias”.

“Nos preocupa que las obras de construcción son muy distintas entre sí y no cuentan con procesos estandarizados”, dice Lluís Comerón, presidente de Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España (CSCAE). Ese organismo, junto con los consejos de arquitectos técnicos e ingenieros de obras públicas, pidió antes del 30 de marzo la paralización total del sector. Viendo que esta sería solo temporal, la semana pasada elaboraron un documento con una serie de recomendaciones para los profesionales, algo que para Comerón es insuficiente. “Sería preferible que el Gobierno las apoyara con directrices más concretas y escuchando a los sectores profesionales, además de a la patronal y a los sindicatos”, indica. El CSCAE pide además “un Plan de Reactivación que dé confianza al sector”.

Reformas prohibidas

“Con mucha incertidumbre, pero se sigue trabajando”, resume la situación el arquitecto técnico Rafael Luna. A su juicio, “la situación es la misma que hace dos semanas”. Aunque admite que algo ha cambiado. Él, de 12 obras que lleva en la provincia de Huelva, antes del parón tenía muchas detenidas y ahora esa situación solo se da en una. “A muchas empresas que habían decidido parar por su cuenta, tras un mes sin que se les paralice por decreto les acucia el tema económico y han decidido retomar el trabajo”, explica. Luna cree que la realidad de las grandes compañías es muy diferente de las pequeñas y medianas empresas, que son “cientos de miles” según la Asociación de Promotores Constructores de España (APCE). “Esta vuelta a la actividad permitirá que todos los agentes que intervienen en nuestra industria generen la actividad económica suficiente para que el impacto económico provocado por esta situación sea el menor posible”, valora Daniel Cuervo, secretario general de esa organización patronal.

Como sucedió con el decreto de paralización, también la reactivación del sector llegó con una sorpresa de última hora. Una orden de Sanidad, publicada a última hora del domingo en el BOE, aclaró que no se puede retomar ninguna obra en edificios habitados en los que no se pueda evitar el contacto entre los operarios y los vecinos, salvo las reparaciones urgentes. De facto significa paralizar la mayoría de las reformas, donde frecuentemente trabajan autónomos. Lorenzo Amor, presidente de la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), se queja de “improvisación” en las medidas del Gobierno y denuncia que los empleados por cuenta propia están en un “limbo legal”.

Liviu Bacari, rumano de 46 años, se muestra preocupado por la reforma que su empresa tiene a medias en una vivienda de Madrid. El lunes ha amanecido lluvioso, la cubierta de pizarra se encuentra levantada y el agua se está filtrando al interior. Llega incluso a la casa de un vecino. Todos los empleados, él y cuatro trabajadores más, se encuentran bajo un ERTE desde el pasado 28 de marzo. Tampoco puede llamar a los dos autónomos a los que suele recurrir. “Entramos en la tercera semana sin trabajar. Esto es muy duro”, afirma al tiempo que expresa su temor a tener que enfrentarse a los seguros: “Creo que no cubren los daños bajo la pandemia, lo tengo chungo”, se lamenta.

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