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Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El sistema electoral del Reino Unido falló

El precio a pagar es el de un Gobierno en el que una minoría puede pisotear a más de la mitad de la población

Tomás Ondarra

En la cuestión más importante de la historia moderna del Reino Unido (la permanencia o no en la Unión Europea) el sistema electoral británico produjo un resultado absurdo. Una mayoría de la población del país quiere quedarse en la UE, y de hecho en la elección parlamentaria del 12 de diciembre votó por partidos que expresaban esa preferencia. Pero la elección dio una gran mayoría al Partido Conservador, que promueve una salida rápida del bloque. La razón es tan sencilla como preocupante: la incapacidad de los sistemas electorales uninominales para convertir la opinión pública en resultados razonablemente representativos.

En un sistema electoral uninominal, cada escaño legislativo se lo queda el candidato que obtenga más votos en el distrito, aunque no sea de la mayoría. De modo que cuando la opinión mayoritaria está dividida entre varios partidos, prevalece la visión minoritaria con una minoría de los votos.

A modo de ejemplo simple, supongamos que hay tres partidos: Proeuropeos‑1, Proeuropeos‑2 y Brexiteros. Supongamos también que en cada distrito, el 66% de la población quiere permanecer en la UE y el 34% quiere abandonarla, y que los votantes del primer grupo están divididos a partes iguales entre sus dos partidos. Proeuropeos‑1 y Proeuropeos‑2 reciben cada uno el 33% de los votos en cada distrito, pero Brexiteros obtiene el escaño del distrito con el 34% de los votos. Si este resultado se repite en todos los distritos, Brexiteros se llevará el 100% de los escaños con el 34% del voto nacional. En cambio, en un sistema de representación proporcional nacional, los partidos proeuropeos obtendrían el 66% de los escaños y formarían Gobierno.

Por supuesto, la situación real en el Reino Unido es más compleja. El Brexit no fue el único tema de campaña, y once partidos (no sólo tres) recibieron al menos el 0,4% de los votos en el nivel nacional. De esos once partidos, ocho (el Laborista, el Partido Nacional Escocés, los liberaldemócratas, Sinn Féin, Plaid Cymru, el Partido Socialdemócrata y Laborista, el Partido Verde y el Partido de la Alianza de Irlanda del Norte) hicieron campaña en favor de llamar a un segundo plebiscito (una “votación popular”) o directamente permanecer en la UE. Sólo tres de los once partidos hicieron campaña por salir del bloque sin segundo referendo: los conservadores, el Partido Unionista Democrático y el Partido del Brexit.

En total, los once partidos recibieron el 98,6% de los votos, y una multitud de otros partidos más pequeños obtuvo el 1,4% restante. Los ocho partidos favorables a permanecer en la UE o llamar a otro referendo recibieron el 52,2% de los votos, mientras que los tres partidos favorables a salir del bloque sin un segundo referendo recibieron el 46,4%. Pero los tres partidos pro‑Brexit se llevaron 373 escaños, contra sólo 277 para los partidos que prefieren la permanencia en la UE o la convocatoria de un nuevo plebiscito.

Este resultado obedece a dos razones. En primer lugar, los votos pro‑Brexit se concentraron casi todos en un solo partido, el Conservador, que recibió el 94% del total de esos votos. El laborismo, en cambio, sólo obtuvo el 61% del total de votos de los ocho partidos contrarios al Brexit o que llamarían a un segundo referendo. El primer ministro Boris Johnson se unió a los brexiteros; el líder laborista, Jeremy Corbyn, dividió a los proeuropeos.

La segunda razón es que debido al sistema uninominal, las enormes mayorías (70% o más) conseguidas por partidos proeuropeos en algunos distritos (por ejemplo, Londres y Escocia) fueron básicamente votos desperdiciados, ya que el partido en cuestión se lleva un solo escaño. En un sistema de representación proporcional, esos votos hubieran sumado al porcentaje del partido en el nivel nacional.

Los porcentajes de votos del referéndum coinciden con las últimas encuestas de opinión referidas al Brexit. En una encuesta particularmente elocuente, realizada justo antes de la elección, los proeuropeos superaron a los brexiteros por el 53% contra el 47%. Una mayoría de los votantes quiere seguir en la UE, pero el sistema electoral produjo una enorme mayoría parlamentaria favorable a la salida.

El Reino Unido es sólo una de un puñado de democracias de altos ingresos donde se usa el sistema uninominal (otras son Estados Unidos y Canadá, que lo heredó de Londres). Si el Reino Unido tuviera un sistema de representación nacional proporcional, como casi toda Europa continental, iría camino de llamar a un segundo referendo por el Brexit y quedarse en la UE. Es probable que los resultados de la elección hubieran producido un Gobierno de coalición contrario a un Brexit rápido. Otro problema evidente, más difícil de resolver, es que los jóvenes son mayoritariamente partidarios de seguir en la UE, mientras que los votantes más viejos quieren irse; de modo que los segundos están imponiendo a los jóvenes un futuro que no quieren y cuyas consecuencias seguramente les afectarán por el resto de sus vidas.

Se ha dicho que el mecanismo de votación uninominal promueve la estabilidad política, al producir sistemas bipartidistas o casi bipartidistas. Los dos partidos principales del Reino Unido recibieron el 76% de los votos y tendrán el 87% de los escaños. Pero es una estabilidad ilusoria. Se obtiene al precio de un Gobierno en el que una minoría puede pisotear los intereses y preferencias de más de la mitad de la población. Y cuando eso sucede, el resultado es la polarización política de la sociedad.

En Europa continental, la mayor parte de los gobiernos son coaliciones multipartidarias. Tal vez sean difíciles de formar, trabajosas de mantener y lentas para actuar. Pero el mismo proceso de formación de coaliciones multipartidistas evita que una minoría se lleve todo el premio político contra los deseos de una gran parte de la población.

La situación es todavía más peligrosa en Estados Unidos, donde las elecciones presidenciales instalan a un Ejecutivo poderoso con dominio sobre una legislatura bipartidista. El sistema tiene tres grandes defectos. En primer lugar, los dos partidos no representan bien la opinión pública, sobre todo por la forma plutocrática en que se financian las campañas para las elecciones legislativas en EE UU. En segundo lugar, se confiere demasiado poder a un solo individuo. Y en tercer lugar, las peculiaridades del Colegio Electoral hacen posible la victoria de un candidato que sacó menos votos que su oponente, como sucedió en dos de las últimas cinco elecciones presidenciales. En 2016, Donald Trump consiguió el 57% de los votos en el Colegio Electoral, pese a haber obtenido 2,8 millones de votos menos que Hillary Clinton.

Como he escrito en otro artículo, y como confirma la última elección en el Reino Unido, las dos principales democracias anglosajonas no están funcionando bien. Pero la causa de ese mal funcionamiento no es sólo que el electorado esté polarizado, sino también el sistema electoral uninominal, que produce Gobiernos que no son representativos de la opinión pública.

Jeffrey D. Sachs es profesor de Desarrollo Sostenible, profesor de Gestión y Política Sanitaria y director del Centro de Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia

© Project Syndicate 1995–2019

Traducción: Esteban Flamini

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