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Los yates echan el anzuelo a los ricos, pero los ‘millennials’ no pican

Los millonarios más jóvenes pasan de poseer embarcaciones de lujo: aunque quieren navegar, solo están dispuestos a pagar horas de barco

Yates amarrados en la marina OneOcean Port Vell de Barcelona esperando su venta o alquiler.
Yates amarrados en la marina OneOcean Port Vell de Barcelona esperando su venta o alquiler.Juan Barbosa

Las Walton, las hermanas más ricas del mundo según Forbes —herederas de los fundadores de los supermercados Walmart—, venden su yate: el Secret, una embarcación de 82 metros de eslora con toda clase de lujos. Hace unas semanas, potenciales compradores de todo el mundo pudieron visitarlo en Barcelona. Su precio: 119 millones de euros.

El Secret compartía amarre en la marina de lujo OneOcean Port Vell, ubicada en el barrio de la Barceloneta, con otros 29 grandes yates, también a la venta. El más barato, valorado en ocho millones. El muelle catalán ha repetido como sede de The Superyacht Show, organizado por la Asociación de Brokers de Embarcaciones de Gran Eslora (Lybra), una feria centrada en la venta, con el cliente final como objetivo.

A la espera de conocer las cifras del certamen de este año, desde Lybra confían en cerrar de inmediato —entre cuatro y seis semanas— la venta de seis embarcaciones, producto de las ofertas recibidas durante el evento. En 2018, el resultado de operaciones que tuvieron origen en la muestra alcanzó los 320 millones de euros. El mercado principal de este tipo de barcos es el norteamericano. “Seguido del europeo, sobre todo clientes del Reino Unido y Alemania. El mercado ruso es muy llamativo, pero no por el volumen de clientes, sino porque quieren los barcos más grandes”, señala Ignacio Erroz, director general de OneOcean Port Vell.

El sector intenta recuperarse de una crisis que hizo caer la producción un 37%

El sector intenta recuperarse de la crisis que hizo caer la producción de yates de más de 30 metros de eslora un 37% entre 2007 y 2017, según la publicación SuperYacht Times. “Vivimos un cambio de paradigma”, conviene Toni Tió, presidente ejecutivo del Barcelona Clúster Nàutic. “En 2007, la compraventa de yates de hasta 24 metros era la locomotora del sector, pero de 2007 a 2010 este mercado cayó un 70%”, subraya. Y en vistas a un futuro augura: “Se recuperarán un poco las cifras, pero en la compraventa de grandes embarcaciones los niveles del pasado ni están ni se esperan. Ahora la gente de menos de 30 años lo que compra son horas de barco”.

Días antes de The Super­yacht Show, la marina del Port Vell acogió la feria del alquiler, promovida por la Asociación Mundial de Yates (Myba). La feria del chárter de lujo se organiza para profesionales del sector. “Este tipo de acontecimientos aportan negocio directo porque nos permiten tener la marina al 100% de ocupación durante cuatro semanas o más. Y proporcionan reputación, por el prestigio de sus promotores. Es la mejor campaña de marketing posible”, apunta Erroz. El promedio de ocupación anual de este muelle es del 67%. “Tenemos que seguir mejorando la calidad del servicio para ser percibidos en el mercado como una de las marinas líderes en el sector de grandes yates”, continúa el director general del muelle.

La marina de lujo de Barcelona, gestionada ahora por el fondo de inversión catarí QInvest y el luxemburgués MIS Nominees, nació y vive entre cierta controversia. Reinaugurada en 2015, el Ayuntamiento, con Xavier Trias al frente y el apoyo del organismo público que gestiona el puerto —la Autoritat Portuària de Barcelona—, permitió el cambio de uso urbanístico de la zona y su privatización y concesión de uso, prorrogada hasta 2036. Todo sin atender a las quejas de los vecinos, indignados porque el proyecto no respondía a las necesidades sociales de la ciudad, ni a las protestas de algunos grupos políticos con representación entonces en el Consistorio.

“El Port Vell ha vivido un proceso tanto de degradación de una parte de sus espacios como de elitización”, señalan desde Barcelona en Comú, al frente ahora de la alcaldía. “Hay que reabrirlo a la ciudadanía y dignificarlo, con medidas que desde el corto hasta el largo plazo deberían ser: investigar y rediscutir las condiciones de la concesión de la marina de lujo del Port Vell y recuperar la accesibilidad ciudadana hasta la línea de agua eliminando la valla de la marina de lujo, siguiendo el ejemplo del puerto de Marsella”, añaden las mismas fuentes.

¿Un lujo obsceno?

Y es que el contraste de este negocio con el pulso del barrio se ha acentuado de un tiempo a esta parte. Más aún cuando decenas de vendedores ambulantes se han instalado al otro lado de la valla que separa la zona pública del exclusivo muelle. “La gente ve barcos de un lujo obsceno, pero no piensa que este es un sector económico de valor añadido”, reivindica Toni Tió. “Por cada barco amarrado se crean unos 15 puestos de trabajo. Y también significa inversión local en reparación y mantenimiento de yates. Estos barcos dan trabajo a Marina92 [empresa especializada en reparación, reacondicionamiento y mantenimiento de grandes yates con sede en el propio puerto de Barcelona], que factura 85 millones al año y subcontrata a otras 80 empresas”, señala el máximo responsable del clúster náutico. Dogus Grubu, una de las principales compañías turcas del sector marítimo de capital privado, controla desde 2015 el astillero barcelonés.

“La ocupación que ha generado el Port Vell en el barrio es mínima y del todo residual”, responden desde la Plataforma en Defensa de la Barceloneta, recordando la promesa inicial del proyecto de crear 900 empleos.

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