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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Seis apuntes sobre el debate de las pensiones

El Gobierno, pero también los partidos que aspiran a gobernar, deberían informar de manera clara sobre qué entienden por unas pensiones dignas y qué recursos quieren dedicar al pago de estas

Una concentración de jubilados protesta frente a la Delegación del Gobierno en La Rioja.
Una concentración de jubilados protesta frente a la Delegación del Gobierno en La Rioja.Europa Press

1.- Las reformas adoptadas hasta ahora han sido correctas y proporcionadas, y han logrado que el sistema sea más equitativo. Un sistema de pensiones no es un instrumento para redistribuir renta. Para eso están los impuestos. Sin embargo, todavía precisa de más reformas para enfrentar las necesidades financieras derivadas del envejecimiento. Estas necesidades, no obstante, podrían ser menores que las estimadas cuando los efectos que la crisis ha tenido sobre el empleo y los salarios se acaben reflejando en las pensiones. La crisis puede haber inducido una “reforma silenciosa” del sistema.

2.- El Gobierno, pero también los partidos que aspiran a gobernar, deberían informar de manera clara sobre los recursos que quieren dedicar al pago de todas las pensiones. En otras palabras, que definan qué entienden por pensiones dignas, justas o suficientes. La intensidad de las reformas venideras es contingente de esta decisión.

3.- El sistema de cuentas nocionales es más equitativo que el actual, y un cambio de modelo sería una buena decisión. Ahora bien, este cambio no es la solución a los problemas financieros que el sistema debe enfrentar en los próximos años. Podría haberlo sido antes, pero no lo es ahora. El cambio de modelo exigiría la implantación de un periodo transitorio que dejaría fuera a la mayoría de personas del baby boom. Estas quedarían integradas en el viejo sistema y habría que abonar sus pensiones con las viejas reglas.

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4.- Complementar las pensiones públicas con ahorro es una opción que no está abierta a todos. En los momentos actuales, además, no creo que sea ésta la solución más aconsejable. Los tipos de interés de equilibrio son extremadamente bajos, en parte como resultado del aumento del ahorro inducido por el propio proceso de envejecimiento. La rentabilidad que se podría obtener con inversiones conservadoras sería muy baja o negativa en términos reales.

5.- El aumento de la ocupación, así como la mejora de la calidad del empleo y, por supuesto, la elevación de los salarios, repercutirían positivamente en el equilibrio del sistema. Pero estos factores escapan al control directo del Gobierno. Los agentes sociales no pueden eludir su responsabilidad en este terreno.

6.- El sistema necesita más recursos financieros. La manera de conseguirlos importa. No soy partidario de ningún nuevo impuesto para financiar las pensiones. Lo más probable es que esta fórmula terminase siendo regresiva. La solución pasa por: desplazar a los presupuestos generales algunas prestaciones del sistema (entre otras, las de viudedad), cambiando su naturaleza a prestación no contributiva. Esta solución elevaría (transitoriamente) las necesidades de financiación del sector público, que debería financiar con un aumento de las aportaciones de los trabajadores mediante una subida de sus cotizaciones, inferiores a la media europea.

Felipe Serrano es catedrático de Economía de la Universidad del País Vasco.

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