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Columna
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Lotería valenciana

La señora de la noche tuvo a bien señalar a sus agraciados por donde las comarcas centrales del País Valenciano. Las fases de la luna, la lotería o los juegos de azar son variables como la fortuna: eso es un tópico clásico al que se referían los romanos y cantaban los goliardos medievales. Pero no deja de originar un cierto contento, en luna menguante, el hecho de que haya habido miles de afortunados, unos con más necesidades que otros, en estas fechas navideñas. Que las papeletas de participación las vendieran nuestros conservadores o las vendiera una organización verde ocupada en la supervivencia del samaruc, carece de trascendencia. Importante es que en algunos hogares se puedan paliar los efectos de las hipotecas, del paro laboral o de algunas dificultades monetarias puntuales con las que siempre tropiezan las economías más débiles. Y si la luna se fijó en algún preboste público, a quien la señora de la noche permitirá renovar su coche de lujo, pues tanto mejor para el balance anual de la empresa fabricante de automóviles deportivos.

El azar y la suerte en la lotería son casuales e imprevisibles. No son como el gasto público o el cambiante discurso de nuestros dirigentes políticos cuando las urnas, y la ciudadanía, los señala como ganadores. Ahí tienen ustedes, vecinos, sin ir más lejos, la nueva fase lunar del léxico, la gramática y el discurso del Partido Popular valenciano: desde el 20 de noviembre se dan por desaparecidas las víctimas del desaprensivo Zapatero, las urgencias y exigencias de inversiones en infraestructuras y otras mandangas no excesivamente necesarias ni urgentes; se convirtió todo en tengamos sentido común y paciencia, porque el horno no está para dulces navideños de lujo. Incluso con la boca pequeña se avergüenzan bastantes conservadores del feísimo panorama que apareció cuando el telón dejó al descubierto las chabacanas conversaciones telefónicas del proceso de los trajes, cuyas costuras se alargan más allá del ámbito de la confección. Mejor, sin duda, aunque previsible y sin nada que ver con el azar o la lotería que nos tocó. Al cabo, hasta el santo Tomás Beckett cambió en Canterbury sus costumbres libertinas por la santidad, apenas le colocaron la mitra episcopal sobre su testa sajona. El cambio de discurso en el PP no es el gordo de la suerte.

El auténtico gordo de la lotería -de forma imprevisible y de hoy para mañana, un boleto con una inmensidad de valencianos agraciados- una suerte sin par, vendría a ser que de repente el grupo mayoritario de la oposición, el PSPV, cambiara sus usos y costumbres actuales, y sus desaguisados internos que en La Plana son especialmente lastimosos, por un discurso político alternativo al inútil y vacío hecho hasta ahora en la oposición. Y ello mientras los conservadores lavan sus trapos sucios, y con ellos la imagen de estas tierras valencianas, maltratadas por el cemento, el despilfarro real, el desarrollismo ilusorio y los casos de corrupción. Que la lotería nos sea propicia.

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