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Columna
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La revolución líquida

Leo, en las páginas de El PAÍS, las dudas de Kenneth Rogoff, economista de la Universidad de Harvard, sobre la eficacia de la implantación del impuesto a las transacciones financieras (FTT) por la Comisión Europea, basándose fundamentalmente en que con ello se reduce la liquidez de los mercados financieros, que los impuestos a las transacciones incrementan el coste del capital, que con ello se reduce la inversión y el Estado ingresa menos, y, que, a largo plazo, los salarios caen y los trabajadores pierden. Es decir, afirma, o parece hacerlo, que es mejor no hacer nada o, lo que es lo mismo, dejar las cosas como están, igual (de mal). Pues aun cuando igualmente admite que existen motivos para estar indignados con el comportamiento del sector financiero, el ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional no ofrece alternativas, que es lo que verdaderamente hace falta.

La gobernanza mundial exige líderes capaces que faciliten la salida de la crisis

Hoy los indignados de todo el mundo exigen alternativas, que alcanzan a Wall Street, ante la magnitud de la crisis. Y no solo ellos, sino muchos que silenciosamente las esperan. Pero no les corresponde a los agraviados el ofrecerlas, sino a los políticos, pues para ello están. El enfermo se limita a manifestar los síntomas, el especialista, a diagnosticar y el cirujano, a operar. En el caso de las cajas de ahorro, no se puede únicamente exponer los hechos, lamentar la evolución de los acontecimientos y dejar las cosas sin intervenir. Isidro Fainé, presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro y de la Confederación de Organizaciones de Directivos y Ejecutivos, apunta la responsabilidad de empresarios y directivos de liderar la recuperación económica.

Mientras tanto, los políticos que tenían transferida la tutela de estas entidades financieras trasladan sus responsabilidades al Banco de España y, este, a su vez, a los consejos de administración o a las comisiones de control, donde algunos consejeros actúan, en ocasiones, cual modernos lazarillos de Tormes, que detraen de las arcas públicas, de tres en tres, lo que otros hacen de dos en dos. Los consejos y comisiones correspondientes son responsables de su actuación y las autoridades políticas e institucionales de la falta de adopción de las medidas necesarias. Los ciudadanos deben comprobar que los poderes del Estado reaccionan ante el delito de vaciar, por acción u omisión, las arcas de estas entidades y actuar en consecuencia.

La inoperancia de las autoridades políticas y financieras, globales y locales, ha hecho que el malestar se extienda. La crisis económica global contribuye a ello, pero la pasividad de las autoridades ha exasperado los ánimos. La gobernanza mundial exige líderes capaces que faciliten la salida de la crisis. La griega, la italiana, la europea y la mundial. Pues si no para qué tantas reuniones europeas y del G-20. Volviendo al ejemplo del primer párrafo sobre la implantación del impuesto a las transacciones financieras del 0,1% en la compraventa de bonos y acciones y del 0,01% sobre derivados, la misma puede representar, según la Comisión Europea, alrededor de 50.000 millones de euros anuales. Jeffrey Sachs, asesor de las Naciones Unidas para los Objetivos de Desarrollo del Milenio, afirma que con ello se puede aliviar la crisis económica mundial y facilitar el cumplimiento de los objetivos del milenio, lo cual bien difícil está resultando. En lo local, actuaciones como la reforma del Senado y las Diputaciones, la supresión de duplicidades, la limitación en las retribuciones y la exigencia de responsabilidades (lo ocurrido en Islandia es un buen ejemplo) puede suponer el inicio en la recuperación de la confianza y la regeneración democrática.

El filósofo Zygmunt Bauman, de actualidad en nuestros días por su aportación sobre la modernidad líquida, afirma que la emoción de los movimientos populares de los indignados es inapropiada para construir algo duradero, aun cuando resulte oportuna frente a la corrupción. Viene a ser algo así como la revolución líquida. Le falta, afirma Bauman, la elaboración del pensamiento que deben aportar los políticos. Puede que tenga razón, pero a estos movimientos tampoco les corresponde su elaboración. Otros son los especialistas que deben diagnosticar el tratamiento. El libro de reciente aparición Hay alternativas, de Vicenç Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón, con prólogo de Noam Chomsky, difundido gratuitamente en formato.pdf a través de la Red, se esté o no de acuerdo con todos sus planteamientos, apunta medidas para una acción social coherente que complemente la acción líquida de los movimientos populares que no permita a los políticos defraudar sus expectativas.

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