Entre helados, sol y fuegos
Veinte años como responsable máximo del desarrollo de la Semana Grande donostiarra y poder contarlo es casi un milagro si me pongo a pensar en lo que me tocó vivir y sufrir durante las fiestas, desde los graves incidentes que se repetían por la gracia de quienes hoy pisan las alfombras de los despachos de la autoridad local competente, y que convertían San Sebastian en foco de noticias tristes por toda Europa, hasta los problemas y fallos propios de una fiesta masiva.
Pasaron a la historia las broncas de quienes aprovechaban el paseíllo de la comitiva oficial de La Salve, hasta que lo eliminé por dignidad y porque me parecía algo rancio. ¡Qué decir del folletín de la izada de la bandera española! Pero el que lo eche en falta puede acudir a Azpeitia. Allí, será por la influencia de san Ignacio, tienen bula papal. Para eso y para montar corridas de toros. Vamos, que los mismos que aquí abominan de actos tan del país, en la capital ignaciana los promueven. Y hasta nos dan lecciones a los donostiarras liberales con su Tamborrada, quizás algo propagandista, en la víspera del santo patrón.
El cañonazo de esta tarde me parecerá un sonido de paz
¿Deberé pedir disculpas por el uso de esta, al parecer, innoble denominación de la capital de Gipuzkoa? Ya no aparece San Sebastián en las notas oficiales ni en el saluda del programa de la Aste Nagusia. Ya se sabe... es la euskaldunización. Total, ¿adónde vamos con un nombre tan largo y tan poco laico, por mucho que sea patrón de los gais?
Recuerdo que estos ocho días los sobrellevaba con angustia, pendiente del parte de incidentes con las quemas de buses, las campañas de pintadas en lo Viejo, la suciedad por doquier, los accidentes, posibles casos de violación, la respuesta ciudadana a cada evento, etcétera. Pero, sobre todo, me desquiciaba el mal tiempo. Vivía colgado de las previsiones meteorológicas. La lluvia que amenazaba los fuegos artificiales, los conciertos, el plan playero familiar, la caja de las heladerías... El cañonazo de esta tarde me parecerá un sonido de paz y me traerá el recuerdo de las víctimas del terrorismo.
Si el sol se muestra generoso y la previsible ausencia de incidentes políticos se cumple, seremos felices, en especial el que firma, que disfrutará como un ciudadano más. Aunque un curso intensivo de euskera, que se mantiene durante la semana, me seguirá ocupando toda la mañana. No hay que aburrirse.
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