_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Aire embotellado

Tan fino y sutil es el aire de Madrid que si no fuera por los miasmas que contiene no sería respirable. Esta peregrina tesis que compartían eminentes físicos y médicos de la cortesana villa hasta hace unos pocos siglos para desconcierto y rechifla de eminentes y cultos visitantes extranjeros, sigue vigente en algunos caletres privilegiados como el de nuestra concejal del demediado Medio Ambiente y consejera consorte del ogro Murdoch, Ana Botella, gaviota reidora del Manzanares que no respira habitualmente el mismo aire que la mayoría de sus conciudadanos durante mucho tiempo porque prefiere el aire acondicionado de su despacho y el climatizado de su coche oficial del que no suele apearse. El aire de Madrid es tan sutil que mata a un hombre y no apaga un candil, Ana lo sabe y por eso procura evitar una excesiva exposición al aire libre y contaminado que mortifica y enferma a las ciudadanas y ciudadanos que se empeñan, acaparadores ellos, en respirar de forma incontrolada y salvaje en algunas zonas de la urbe. Por su bien, la concejal cambió de sitio las estaciones de medición de gases más flatulentas. Si quieren aire puro respiren en el Retiro como los indignados o pasen las horas en los bares en los que la prohibición de fumar ha despejado la atmósfera por decreto.

Ana Botella no ve la 'boina' desde su despacho o por el cristal del coche oficial del que no suele apearse

Ana Botella, no ve la boina, el sucio casquete de aire impuro que deposita su caspa sobre la ciudad, ni la ve ni cree en ella; tal vez a través del cristal tintado de su coche por el que mira cómo pasa la vida por este mundo traidor, los colores mutan y el gris hollín se torna en rosa ilusionado. La situación es alarmante pero no preocupante, o como dice la fantástica Anita, "el aire nunca estuvo mejor", pese a que hay más contaminación que en 2010. Que trabajen duro los exégetas y los apologetas para interpretar el oráculo de la Botella, qué sería de Madrid sin sus miasmas, gracias a ellas "la calidad del aire es la mejor de toda la historia de la ciudad"; ni los pobladores neolíticos de las orillas del Manzanares gozaron de una atmósfera tan privilegiada. Y es que en el aire de Madrid "hay muchos otros componentes además del dióxido de nitrógeno", nos recuerda la pícara concejala, incluso se registra la presencia de oxígeno en bajas concentraciones.

Alármense, pero no se preocupen: "Hasta ahora no existe un estudio científico que relacione la salud con la contaminación en la ciudad de Madrid", y si existiera ella no se tomaría la molestia de leerlo para no abrumarnos con más preocupaciones. Además, los estudios científicos están sobrevalorados, como el comisario europeo de Medio Ambiente, Janez Potocnik, emérito aguafiestas que dijo hace unos días que en Europa se registran anualmente "500.000 muertes prematuras asociadas a la contaminación atmosférica". Eso será en Polonia, o en donde quiera que esté su casa, señor Potocnik, en Madrid la gente no se muere de esas boberías y mucho menos prematuramente. En Madrid la gente se muere cuando le toca y de lo que le toca, pues esos son asuntos que aquí solemos dejar en manos del negociado de la Divina Providencia. ¿Contaminación? Haberla hayla, pero la concejala no cree en ella porque la concejala es creyente y sabe que Dios aprieta pero no asfixia del todo.

El aire de Madrid es rico en dióxido de nitrógeno, cinco microgramos por encima de los límites permitidos por la Unión Europea. Cinco microgramos de nada, y por esa irrisoria cantidad hay quien quiere montar un escándalo. Respiren hondo pero con moderación, se trata de no abusar inspirando y espirando con ansia y en cualquier parte.

Los niveles de contaminación registrados en Madrid en 2010 obligan a pedir una moratoria para cumplir con las directivas comunitarias. Aún no se ha pedido porque las mediciones se refieren al primer semestre del año y todavía nos quedan seis meses para que la cosa mejore. Si todos nos esforzamos más y respiramos menos a lo mejor no hay que andar pidiendo favores y moratorias a esas instituciones europeas que no entenderán nunca nuestras peculiaridades y singularidades, la excepcional idiosincrasia madrileña, el papel regulador que ejercen nuestros miasmas para que la atmósfera urbana si no salutífera al menos sea respirable, aún queda oxígeno en la botella y Botella para rato. Hay que encargar un estudio serio a la FAES, nada excesivamente científico, para que nos dé un respiro.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_