Un eclipse solar en pleno Raval
El alarde rítmico de Four Tet reina en la versión diurna de Sónar
Se hizo de noche ayer a pleno sol en Sónar. Un hombre encapuchado, vestido de negro se balanceaba sobre sus máquinas. Ráfagas de humo blanco envolvían la fragilidad de unas voces disparadas como si fueran aerosoles. Un ritmo de mazazos y estridentes cuchillas se mecía al compás de algo así como las campanas de una catedral. Así suena la bruma sonora del inglés y hermético Holy Other, uno de los principales artistas del pequeño sello Tri Angle, que se adueñó en la tarde de ayer de la programación del escenario del MACBA. Y lo que propuso es un asunto oscuro, lento y espiritual. Algunos lo llamaron en su momento witch house o drag. Pero el invento, que trasciende ya claramente a esas etiquetas, lleva meses tiñendo la electrónica actual de una tiniebla espiritual con bandas como Salem, Balam Acab o How to dress Well. Ayer Sónar, entregándoles un espacio para ellos solos, otorgó a esta corriente el certificado de madurez.
Las bandas del sello Tri Angle brindaron lentitud, oscuridad y espiritualidad
Hebden sonó un tanto enlatado y alejado de la improvisación
La noche real, la que Sónar inauguró ayer en la Fira de Barcelona, arrancó con los ochenteros The Human League. La inclusión de esta banda, muy lejos de tener algo nuevo que decir, representa la cuota que cada año el festival programa para reivindicar a los padres de la electrónica actual. Es justo. Y además sonaron dignos, que ya es mucho cuando uno se expone a este tipo de experimentos vintage. Tienen disco nuevo y quisieron enseñarlo, aunque sin mucho interés por parte de un público que básicamente quería su ración de hit. Eso llegó, claro, con el himno Don't you want me, un patrón cuya influencia alcanza todavía a grupos como los veinteañeros Cut Copy, que tocaban en ese momento en otro escenario.
Horas, antes, en el recinto del Raval, el grupo estadounidense oOoOO había estrenado su particular tarde de eclipse solar. Dexter Greenspan, tocado con una gorra de béisbol y una camiseta de tirantes blanca (el uniforme white trash preferido entre los artistas del género) arrancaba de las máquinas lentos acordes mientras la voz de cristal de su acompañante guiaba esa especie de liturgia mística. En realidad este sonido es un lejano vericueto del hip-hop. Una evolución del rap que hace 20 años se hacía en Houston y que basaba la lentitud de sus revoluciones en el consumo de jarabe de codeína de sus artífices. Sonidos chiclosos, voces distorsionadas y una extraña y placentera sensación de que al walkman se le van a acabar las pilas en cualquier momento. Como a la mayoría de grupos que florecen estos días al amparo de esta idea artística.
How to dress well (que pese a su elocuente nombre se presentó con una camiseta Imperio), otro artista de este sello de Brooklyn, les sucedió en las tablas del museo de arte contemporáneo. Abusó de gorgoritos y falsete y su interesante disco quedó un tanto aguado. No llegó a la profundidad de Holy Other, que propuso un viaje espiritual a los pocos que resistieron, casi con los ojos cerrados, los cantos de sirena de fuera del museo ofreciendo una tarde soleada y sin ninguna intensidad mística con Four Tet.
Porque si hay un músico que ha dado con la fórmula de la electrónica que gusta a todos es Kieran Hebden, alias Four Tet. Este superdotado de la percusión, alumno aventajado de Steve Reid y compañero de pupitre de Burial (el otro gran transformador de la electrónica), ha evolucionado durante los últimos diez años un sonido pop y post-rock, convirtiéndolo en una marca propia basada en un alarde de ritmo apabullante. Junto a Caribou, se ha convertido en el embajador de la música de baile elaborada. Todos quieren sus remezclas, incluso Thom Yorke, líder de Radiohead, acaba de firmar un trabajo mano a mano con él.
Y eso es lo que mostraba la cara del público. Un gran alivio por bailar, sobre todo al principio de su actuación, algo ya alejado para siempre del efectismo del techno, el electro o el minimal de épocas no tan remotas. Con la puesta de sol, Hebden se dejó de experimentos y lanzó enseguida Love cry, el hit de su último álbum con el que 15.000 personas reclamaron un trocito de verbena. Hebden, ataviado con un polo verde Lacoste y con la partida ganada antes de salir, no se resistió a sacar su lado más facilón para poner de patas arriba el escenario principal del Sónar diurno, donde poco antes había triunfado el rapero blanco Atmosphere (hizo bailar hasta al codirector de Sónar, Enric Palau). Arrasó, aunque esta vez el campaneo de su magia rítmica sonó un tanto enlatado. Pero a Four Tet nadie le reprocha ya nada.
Babelia
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