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Columna
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Hasta siempre

Como quiera que esto que se disponen a leer es un artículo pero también una carta de despedida, tentado estoy de comenzarla como tal ("queridos/as amigos/as, queridos/as lectores/as de esta columna, queridas/as compañeras/os y, ya mismo, también queridos adversarios políticos) y añadir enseguida la despedida en sí: dejo de escribir en el diario EL PAÍS. No me han dicho que me vaya por no seguir orientaciones ni instrucciones. Nunca me han hecho indicación alguna en los 15 años que llevo escribiendo en sus páginas de Andalucía. Tampoco me voy por colocar puntos y comas donde pensaba que más bonitas quedaban (tarea que ha tenido muy ocupados a correctores de todo género y me consta que no han reclamado jamás un plus de penosidad, bien merecido, ni han pedido por aclamación que siga un curso de Gramática). A todos, muchas gracias.

También quiero disculparme con aquellas personas a las que mi forma de decir las cosas haya podido molestar. Nunca he pretendido ofender a nadie sino solo criticar actos puntuales. La crítica es consustancial al sistema democrático y a la propia convivencia civilizada como debe serlo el respeto. Siempre he pretendido actuar así aunque puede ser que no siempre lo haya conseguido.

Me voy con un hasta siempre. Y me voy porque he aceptado la invitación de Juan Espadas, candidato socialista a la alcaldía de Sevilla, a trabajar por esta ciudad. Quiero dar las gracias no solo a Juan sino a todos los socialistas de las agrupaciones de Sevilla que lo han apoyado y a los que, dejando al margen sus aspiraciones de servir personalmente a la sociedad sevillana, han permitido que este independiente -no extraño al pensamiento de progreso y social que representan- pueda llegar a comprender mejor un proyecto que siento mío. A los demás también. He aceptado vuestra invitación sin condiciones. Y he aceptado con sinceridad y gratitud.

Algunas personas -muy pocas- me han dicho qué voy a ganar. Que únicamente voy a perder. Que las encuestas no dan por ganador este proyecto para mantener la alcaldía de Sevilla. Me resulta más atractivo pelear por cuanto sé que, aunque existan circunstancias que faciliten o incluso expliquen el resultado de estas encuestas, estas responden principalmente al ambiente de pesimismo que marca la crisis.

A la hora de la verdad estas respuestas, estos tópicos, se dejan y aparece el sentimiento que surge del corazón. Solo cuando se decide es cuando sé es sincero con uno mismo. Una sinceridad que hace que diga, y así se lo he comentado a Juan Espadas, que si no gobernáramos en Sevilla y tocara desempeñar tareas de oposición -algo improbable por cuanto el sentimiento colectivo mayoritario es de progreso- me quedaré en el Ayuntamiento por razones aun mayores a las que han dado lugar a mi decisión: las de que Sevilla sea dirigida por quienes miramos al futuro.

A los que honestamente os preocupáis por mí, os diré que sí, que naturalmente algo de tristeza surge en mi interior por las cosas y las personas de las que algo me alejo. Es un sentimiento inevitable en la vida y que aliviaré llevándoos en mi corazón y porque la tarea que viene y he aceptado me apasiona. No puedo ni debo rechazar esta invitación a vivir con unas ideas, un proyecto y bajo la dirección de una persona que lo va a lograr, porque lo va a querer Sevilla. Gracias a los lectores y lectoras por el respeto que siempre me han mostrado y por compartir mis preocupaciones sociales.

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Voy a entrar en una nueva etapa. Una más en mi vida. Lo haré como siempre he procurado hacerlo, con humildad. También con el orgullo de sentirme querido. Y lo haré con la pasión que siempre ha llenado mi vida, porque es mi forma de vivirla. Hasta siempre.

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