Las nuevas eran las de siempre
Podemos estar tranquilos: el ego de Michael Nyman no corre peligro. Anoche se llevó una buena salva de aplausos en plena Gran Vía incluso ofreciendo gato por liebre. Porque lo que se anunciaba como "estreno mundial de la banda sonora del espectáculo Dreams" (sic) resultó ser una mera recopilación de algunas de sus partituras más conocidas. Un escándalo, por decirlo en pocas palabras. Nyman ejerció de trilero, pero no se llevó un solo reproche. Y no sabemos si atribuir tanta condescendencia al espíritu navideño o a que somos unos benditos.
Andaba nuestro en teoría prolífico compositor inglés algo quejumbroso últimamente: dice que no le llegan encargos al teléfono (¿alguien se trae entre manos una ópera?), pese a su acreditada cualificación. Si por el mundo se extiende el escepticismo hacia el hombre de las gafas Urbino, no así en tierras ibéricas, donde la afición le brinda una acogida cálida, fiel y militante. Habían transcurrido 10 meses desde su última visita al Circo Price, pero anoche el Compac Gran Vía presentaba un lleno envidiable.
"Salvo un par de temas originales, el resto fue un corta y pega de aquí y allá"
Ignoramos cuántos de estos espectadores acudieron ante el reclamo del "estreno mundial", pero el material inédito se redujo en toda la velada a dos piezas. El resto, los "grandes éxitos" de siempre. "La convocatoria podía inducir a error", reconocía al filo de la medianoche el promotor del espectáculo, Carlos Lorenzo. Y detallaba: "Salvo un par de temas originales, el resto era un corta y pega de aquí y allá. Se estrenaba la banda sonora de Dreams, pero muchas de sus canciones eran anteriores, ciertamente. Nyman ha escrito nuevos arreglos, pero sus músicos todavía no los dominan bien. Y la decisión última de tocar el repertorio como ya lo conocíamos ha sido del autor".
Nyman y los 11 integrantes de su Michael Nyman Band son viejos conocidos, de acuerdo, y al espectador siempre le complace manejarse dentro de una cierta franja de seguridad. A nadie le desagradó que el programa anunciara una primera hora con el "repertorio clásico", a la espera de descubrir ese novísimo Dreams de la segunda parte. Pero el presunto estreno abundó, en realidad, en piezas ya muy divulgadas. Si alguien echaba en falta títulos como Chasing sheep is best left to shepherds o The piano en la selección anunciada, había truco: sonaron en la segunda mitad, la del "estreno mundial". Con sus tres décadas y tres lustros a las espaldas, respectivamente. Un pitorreo. Veníamos a descubrir páginas frescas de este Nyman al borde de los 67, pero las nuevas eran las de siempre.
A todo esto, ese Dreams ahora apadrinado por el británico es un espectáculo de baile, trapecistas y fuentes acuáticas que en octubre de 2008 ya pudimos ver en el Palacio de los Deportes, entonces con un pastiche de bandas sonoras. Y aunque el programa de mano de ayer aclara que el "renovado show" se estrenará en Nueva York este año, ya no sabemos muy bien qué pensar. El original pretendía parecerse al estilo colorista y plástico del Cirque du Soleil, pero, ejem, digamos que esa "renovación" habrá de ser radical para acercarse a tal objetivo.
Por lo demás, anoche sucedió lo de otras veces. La música de Drowning by numbers y, en general, de las bandas sonoras para Peter Greenaway siguen gozando de múltiples partidarios. Es minimalismo muy llevadero, con patrones repetitivos que se toleran bien: líneas líricas del clarinete, obstinatos de baja intensidad, filigranas entrecortadas de los violines. Pero esto ya nos lo sabíamos. Desde mucho tiempo atrás. Y sin "estreno mundial" de por medio.
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