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Consecuencias del caos aéreo en Barajas
Columna
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Tiempos revueltos

En tiempos revueltos como estos lo mejor es no dejarse amargar completamente y marcharse al teatro. Hasta el 30 de enero está en cartel en el teatro Bellas Artes la obra Amar en tiempos revueltos, dirigida por Antonio Onetti, que seducirá a los espectadores espontáneos y a los enganchados a la serie que TVE1 emite en la sobremesa desde hace cinco temporadas con gran éxito. Yo la descubrí un día en que me dejé resbalar en el sofá, quería entrecerrar los ojos, amodorrarme con la televisión encendida, pero empezaron a aparecer personajes a los que les pasaban unas cosas tan tremendas y al mismo tiempo tan cotidianas, que me espabilé. Las vidas de estos personajes se cruzaban por amor, por odio, por costumbre, resignación o por pura y simple supervivencia. Unos eran valientes y nobles, otros hacían lo que podían y otros cobijaban sus miserias bajo la protección del franquismo de posguerra que hizo de este país un lugar melodramático en lo cotidiano y trágico en lo histórico. Las vidas en aquella rancia sociedad eran melodramáticas porque no podían respirar, porque la gente amaba a medio gas, hablaba a medio gas, se sentían frenados en su capacidad de existir por un régimen que no se conformaba con el poder sobre la vida ajena, también quería controlar la felicidad. Qué rabia debieron de sentir nuestros padres en aquellos años cincuenta en que el mundo se había estrechado como por obra de ese efecto especial en que las paredes de una habitación se van acercando hasta aplastar al protagonista, a no ser que llegue alguien repentinamente y toque un botón y detenga el desastre. En Amar en tiempos revueltos ese botón lo tocan los cómicos, la gente del teatro, Estela del Val y los actores de su compañía. Los únicos que no se autocensuran aunque sufran una zafia y rancia censura, los únicos que conocen el sabor de la libertad.

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Estela del Val es una mujer libre, sabe quién, de dónde viene y adónde va, y es precisamente en el momento más crítico de su carrera como empresaria y actriz cuando decide asumir su verdadera identidad: la de una mujer sin recursos que se ha hecho a sí misma y va hacia un matrimonio con su amigo homosexual, porque prefiere la compañía y la complicidad, el cariño y el respeto que etéreos príncipes azules. Cayetana Guillén Cuervo borda el papel de Estela del Val, sus debilidades y arrojo. No me imagino otra voz para ella, otro porte, otra bondad escondida bajo capas de satén y maquillaje. Las personas estamos hechas de muchos rasgos y matices, pero uno es el que nos define de un plumazo ante los demás, el que sobresale por encima de los otros: la mirada, los andares, la sonrisa, cómo movemos las manos... No se trata de rasgos físicos, sino de lo que emana de ellos. Y Cayetana tiene el don (la guinda que corona sus otras cualidades como actriz) de la voz. La música de la voz es casi lo más importante de una persona, porque es lo que más permanece de ella, lo que no se olvida, lo que se graba en el cerebro con la fuerza de un olor. Es el perfume de una persona, y el perfume de Cayetana tiene muchas onzas. Esa voz franca y grave hace de Estela del Val la mujer creíble que puede sacar adelante una compañía, una empresa o lo que sea, y hace creíble a la actriz cuando esa misma voz se quiebra y se rasga porque el mundo se desmorona. La actriz Cayetana interpreta a la actriz Estela, y Estela sale de su papel cuando la crudeza de la realidad se impone, cuando ya no puede hacerse más. Y ahí está Cayetana llenando el escenario con su presencia, con todos los demonios y debilidades de Estela, con sus propias emociones.

No me extraña que la serie Amar en tiempos revueltos se haya convertido en obra de teatro, porque desde mi sofá pensé, lo que estoy viendo debe de ser un culebrón, pero no tiene pinta de culebrón, aunque la intriga me enganche tanto. Es otra cosa, es como si estuviera viendo una serie de televisión y una obra de teatro a la vez. Esa es la estética que no tienen otras series y lo que le da su encanto particular. Luego descubrí los nombres de los guionistas, Josep María Benet i Jornet y Rodolf Sirera, que, mira por dónde, son grandes autores teatrales. Y no me extraña que se haya elegido, de todas las tramas de la serie, la de Estela del Val, la que toca el corazón del teatro, junto a la del escritor represaliado Salvador Bellido, que encarna la censura y que resumen nuestra pobre posguerra cotidiana. Que ustedes lo pasen bien.

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