_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Pepiño

El vecindario estaba colgado masivamente de las extremidades inferiores de David Villa, una vez tranquilizado tras el penalti que Casillas le paró a Cardozo. Fue un encuentro deportivo emotivo, divertido y silencioso porque no se prodigaron los goles. Cuando sucede de otra forma, es decir, entra el esférico en la portería afín o en la del adversario, entonces se ayea con estruendo o resuenan los gritos de júbilo hasta que continúa el juego. Pero durante el cálido atardecer del último sábado reinaban la tranquilidad y el silencio por donde el viejo trazado de la carretera nacional 340, que tarde y mal sacaron del núcleo urbano; por donde la autopista de pago, que teóricamente debería funcionar como elemento vertebral de las tierras valencianas y clave en las comunicaciones del arco mediterráneo; por donde el destartalado desvío de la mencionada 340, modelo de despropósito en cualquier otro lugar del planeta; y reinaban el silencio y la tranquilidad por los varios viales -grandes, medianos y más chicos-, que conducen diariamente a miles de ciudadanos durante la época estival a la cercana población de Benicàssim. El partido paralizó en la capital de La Plana los motores y el ajetreo habitual, como en las demás comarcas del País Valenciano y de las anchas tierras hispanas a uno y otro lado del Atlántico. Pero aquí aparecieron un par de horas sosegadas para reflexionar sobre "la racionalidad y eficiencia" que las infraestructuras requieren, según vino a decirnos hace unos días José Blanco. Algo, por lo demás, que ya hace lustros se debió hacer.

José Blanco, Pepiño para sus correligionarios socialdemócratas, tenía por lengua una faca de Albacete antes de llegar al ministerio, y se convirtió en un modelo de prudencia y diálogo cuando Rodríguez Zapatero le dio el encargo de las carreteras, los puertos y costas, los aeropuertos y los trenes, los transportes y las infraestructuras hidráulicas. No es poco. Es además extremadamente dificultoso durante una crisis económica sin fronteras, que aquí tiene mala digestión. Porque aquí, y es sólo un ejemplo, puede haber cualquier Francisco Martínez que, en su calidad de presidente de la provincial diputación en funciones o de presidente de comisión de urbanismo, obras y transportes de la Federación de Municipios, reclame una estación del AVE en lo que llama aeropuerto de Castellón, como podría reclamar un apeadero del tren de alta velocidad en el Mas de les Oronetes. Y si Pepiño prudentemente calla, igual inician los consistorios del PP una campaña de mociones de censura en las que se le otorga al Ministro de Fomento el noble título de enemigo del pueblo. Título que luego repetiría hasta la saciedad la imparcial e impresentable televisión autonómica en sus informativos, porque aquí somos más valencianos que nadie y el amor a nuestra tierra -y a las impresentables cantinelas victimistas en época de crisis- es inquebrantable. Y gana José Blanco en imagen como gana la selección con Villa y compañía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_