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Reportaje:

Un biombo verde para Vallecas

Las pinceladas del paisajista Leandro Silva en el Parque Lineal de Palomeras

Patricia Gosálvez

El alumno de paisajismo tenía una idea de lo más fina: una vanguardista sombrilla con unos sensores solares que abrían o cerraban sus varillas para crear sombra cuando fuese necesario. El maestro Leandro Silva no pareció muy impresionado. "Eso ya se inventó", dijo con su deje uruguayo. "Se llama árbol".

Otro de sus alumnos, Alberto Sanz, cuenta la anécdota paseando por el Parque Lineal de Palomeras, una media luna verde de tres kilómetros que separa este barrio vallecano de la M-40 y la A-3. Fue la obra más extensa (34 hectáreas) y social en la que participó Silva, autor de un sinfín de jardines privados en urbanizaciones como La Moraleja o Puerta de Hierro, y encargado de devolver a la vida el Jardín Botánico tras años de abandono. Silva llegó a Madrid en 1969 y en el gremio se le considera el maestro del paisajismo español contemporáneo. Fuera del gremio, el público en general no tiene muy claro qué hace un paisajista.

Paseando por Palomeras parece que el parque siempre hubiera estado aquí. En sus praderas crecen asilvestrados dientes de león y lavandas. Está salpicado de bosquecillos desordenados de prunos y álamos, abunda la jara y la retama, huele a campo. "El paseante no se da cuenta, pero en un jardín todo es muy artificial, se imita a la naturaleza, pero es una obra realizada, compuesta, diseñada con planos", explica Sanz, responsable, junto Margarita Suárez, del legado de Leandro Silva en la Biblioteca de la Escuela de Arquitectura (Universidad Politécnica de Madrid). Más de 2.700 documentos: planos, croquis e ideas que sirvieron para crear espacios en apariencia "naturales".

Palomeras es obra de un enorme equipo multidisciplinar encargado de transformar un poblado chabolista en un barrio digno para 12.000 familias. "No queríamos hacer casas, sino hacer ciudad", explica el arquitecto Manuel Paredes, coordinador del proyecto. Por ello, era fundamental reunirse con las asociaciones vecinales, preguntarles qué querían y necesitaban. "

Leandro era un personaje como de Gauguin", recuerda Paredes, "grandote, barbudo, con sombrero hippy, chaqueta rústica, un punto bohemio, cultísimo, entrañable, un conversador nato al que los vecinos llamaban el jardinero".

Ante todo, los vecinos necesitaban separarse de la autopista. Para ello se creó el elemento más característico del parque, una pantalla visual y acústica de colinas artificiales. Tras ellas ni se ve ni se oye el río de coches. Las suaves pendientes recuerdan a la espalda de un dinosaurio dibujado por un niño, los vecinos las llaman "las tetas" y Silva "el biombo". Estas colinas que parecen haber estado siempre allí, se construyeron con los escombros de las obras, solucionando de paso otro problema: transportarlos a un vertedero. "El paisajismo es muy agradecido", explica Suárez, "es barato, social y soluciona el impacto de la arquitectura".

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En el Parque Lineal nada es casual. El proyecto tiene una narrativa (se transita de una zona ordenada y urbana, junto a las casas, a otra más silvestre junto a la carretera). El trazado sinuoso de los paseos invita a recorrerlos, las plazas con fuentes, a pararse; la distribución de las plantas divide el enorme espacio en pequeñas escenas de escala humana. Como en la buena arquitectura, las decisiones son funcionales: no hay flores, porque su mantenimiento supone un gasto, se usan sólo plantas resistentes y autóctonas. "Donde veas romero, planta romero", solía decir Silva que estudiaba sus paisajes a diferentes horas del día, analizaba los vientos, la composición del suelo, las sombras...

"Se pasaba las horas en el jardín, podando, dividiendo, plantando", recuerda su viuda, Julia Casaravilla, que sigue cuidando del Romeral de San Marcos, el delicioso jardín-laboratorio de Silva en Segovia. "Era un gran artista, pero también un gran botánico". Silva ya era un pintor conocido cuando, en una bienal en Río de Janeiro, conoció al brasileño Burle Marx, padre del paisajismo moderno. "Descubrió una nueva forma de usar el color en grandes superficies", dice Casaravilla, "empezó a pintar con grandes pinceladas de plantas". En Palomeras se siente la influencia de Burle Marx; en las curvas, la composición, la sensatez de las plantas utilizadas y la consciencia de que un jardín es algo vivo ("íntimamente ligado a lo efímero, lo que impone a su creador un alto grado de humildad", según Silva). Se nota, en fin, la mano de un paisajista, una profesión, dicen los del gremio, aún no suficientemente reglada o conocida. No en vano la web de la Asociación Española de Paisajistas arranca con un "¿Qué hace un paisajista?".

El vallecano Parque Lineal de Palomeras convirtió una escombrera en un lugar de recreo para los vecinos.
santi burgos
El vallecano Parque Lineal de Palomeras convirtió una escombrera en un lugar de recreo para los vecinos. santi burgos

Parque Palomeras

- Autores. Manuel Paredes (arquitecto urbanista), Leandro Silva (paisajista), A. Soto (ingeniero de caminos), J. L. Orgaz (ingeniero de obras publicas) y otros.

- Construcción. 1982-1988.

- Estilo. Moderno.

- Ubicación. Polígono de Palomeras sudeste (Miguel Hernández).

- Función. Parque público.

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Sobre la firma

Patricia Gosálvez
Escribe en EL PAÍS desde 2003, donde también ha ejercido como subjefa del Lab de nuevas narrativas y la sección de Sociedad. Actualmente forma parte del equipo de Fin de semana. Es máster de EL PAÍS, estudió Periodismo en la Complutense y cine en la universidad de Glasgow. Ha pasado por medios como Efe o la Cadena Ser.

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