_
_
_
_
_
AL CIERRE
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Motivos personales

Joan Subirats

Mañana, en Pinós (Solsonès), centro geográfico del país, Montilla expondrá los "motivos personales" que le han llevado a volverse a presentar, como candidato socialista, a la reelección como presidente de la Generalitat. El acto, "cargado de fuerte simbolismo" dicen, quiere mostrar una nueva forma de abordar una campaña electoral. Todo apunta a que se quiere personalizar el mensaje, humanizar al candidato. Como dice Rosanvallon en un reciente libro, en toda elección democrática se mezcla un principio de justificación con una técnica de decisión. Queremos escoger a alguien que decida por nosotros si obtiene la mayoría de los votos. Ello facilitará la tarea de tomar decisiones que nos representen a todos. Pero queremos también tener motivos para esa delegación de poder. No escogemos a alguien simplemente por lo complicado que es decidir colectivamente, sino que además queremos que ese alguien nos represente. Es decir, que esté próximo a nuestros quebraderos de cabeza, que entienda y comprenda lo que nos angustia, y que proyecte esperanzas, alternativas, ideas de mejora. Uno de los temas clásicos en la política democrática es analizar el grado de sintonía o identificación entre gobernantes y la comunidad que representan. A eso le llamamos legitimidad.

Montilla y sus asesores, como otros políticos, se han ido dando cuenta de que los mecanismos de identificación entre ciudadanía y sistema político funcionan mal. No basta sólo con demostrar que el gobierno no es de unos pocos ni que se preocupa de todos, votantes y no votantes. Cada vez la gente reclama una atención más personalizada. Los intereses generales han de poder transportar, al mismo tiempo, a la generalidad y a la particularidad. Y ello exige legitimidad de proximidad. Y proximidad implica tanto la reducción de la distancia como la reducción de la altura, de la jerarquía. Acercarse a problemas, a sentimientos. Compartir pasiones, deseos. Ser accesibles, receptivos, capaces de responder. Estar cercano es preocuparse por cada uno. Los compromisos electorales suenan lejanos, hipotéticos y convencionales. La presencia, en cambio, ofrece consistencia inmediata y efectiva. Y para avanzar en esa línea, qué mejor que explicar, personalizando, por qué quieres presentarte a la reelección.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_