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Análisis:EL ACENTO
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Profesionales ante la muerte

Kathryn Bigelow es la primera mujer que consigue el Oscar a la mejor dirección; y su película En tierra hostil (The hurt locker) recibió el Oscar a la mejor película del año. Pero lo que importa, más allá o más acá del sexo del director y de la efemérides del día, es que En tierra hostil era probablemente la mejor película comercial que se presentaba el domingo en el Kodak Theatre. Hasta la semana pasada, Bigelow era una directora desconocida para el gran público. Nadie se acordaba -ahora tampoco- de Acero azul, Días extraños, Le llaman Bodhi, K-19 o El peso del agua. Y sin embargo Bigelow era, como se aprecia hoy urbi et orbi, una directora capaz de rodar con brío y tensión secuencias violentas, complejas o de gran intensidad emocional. Es irrelevante, salvo para el cotilleo instantáneo y descafeinado, que su ex marido James Cameron, director de la pasmosa Avatar, haya perdido el duelo. Cameron no tiene ya el nervio fílmico que le iluminó en el primer Terminator, pero es un lince para las grandes producciones. Ya se llevó 11 oscars por Titanic.

Tampoco hay que prestar atención a otros tópicos. En tierra hostil no es políticamente correcta. Es una película de profesionales, hombres en peligro que se asoman al abismo de la muerte en tareas ininteligibles para el común de los mortales; como Bahía negra, de Anthony Mann, o Hatari!, de Howard Hawks, pero con la piel del conflicto iraquí. Lo políticamente correcto es que la Academia se cuidara de excluir en años anteriores filmes críticos contra la guerra de Irak, como Redacted, de Brian de Palma, o En el valle de Elah, de Paul Haggis.

Hollywood adora sus inercias, tan pesadas como la genética. El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella (mejor película extranjera), con su dosificada mezcla de melodrama azucarado, pizca de historia y dureza entrecortada, es más del gusto académico que La cinta blanca, de Michael Haneke, que debió caer en California como un ensayo fílmico a lo Carl T. Dreyer. Jeff Bridges y Sandra Bullock se merecen sus oscars. El primero porque es un excelente actor y la segunda, por su insistencia en considerarse una actriz de variado registro. Bullock es una actriz improbable y una estrella plausible. Con eso basta. El resto de los premios y de los olvidos también están pautados.

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