'Indie' rock en los viejos muelles
De los adoquines del Montreal histórico al óxido moderno del puerto. Buenas mesas y cerveza de elaboración propia. Arte, compras y noches movidas. La mayor ciudad de Québec rompe fronteras
Siete millones de quebecoises en un país bilingüe pero que presume de su origen francés, rodeado de 28 millones de compatriotas anglófonos y del poderoso vecino estadounidense. Montreal es el lugar donde las fronteras se rompen. La ciudad abierta donde conviven oficialmente 85 nacionalidades distintas, y el 20% de la población tiene padres de distintas procedencias raciales. La urbe en la que Québec se ofrece al mundo. Y que tiene mucho que enseñar.
10.00 Para mirones
Montreal disimula que está situada en una isla fluvial de 500 kilómetros cuadrados. Al norte está el Prairies. Al sur, el mítico y caudaloso San Lorenzo. La ciudad mira a la orilla de este último. La mejor forma de comprobarlo es subiendo a la plataforma de Mont Royal (1), el mirador oficial de la ciudad. Es una ascensión de media hora por un parque tan exuberante que parece un bosque. Desde lo alto de la colina de 233 metros, que dio nombre a la ciudad, se tiene una visión general del centro, una abigarrada mezcla de rascacielos, iglesias (es famosa la cita de Mark Twain: "Ésta es la primera vez que estoy en una ciudad en la que no se puede tirar un ladrillo sin romper una vidriera") y casas coloniales. Y a lo lejos en el centro del San Lorenzo se distinguen las dos islas artificiales (Saint Helen y Notre Dame - (2)) que la ciudad construyó para la exposición universal de 1967 que marcó para siempre a Montreal. "Mi padre cuenta que entonces era un pueblo, que por primera vez se abrieron las puertas al mundo y ya nunca se volvieron a cerrar", relata Zoe, una veinteañera local. En poco más de cuarenta años ese pueblo se ha transformado en una ciudad cosmopolita de casi dos millones de habitantes. Una belleza serena, madura, que se permite algunas excentricidades.
12.00 Tentaciones del Vieux Montreal
Empecemos por lo que la ciudad quiere enseñarnos: el viejo Montreal, la parte bonita, histórica. Suelos adoquinados y construcciones que parecen sacadas de una película francesa de época. Un paseo por uno de esos pequeños rincones de pasado europeo en el que La Casa Dumas (3) (445, calle Saint Paul Este) es una de las principales atracciones de una zona repleta de tiendas de souvenirs y restaurantes coquetos. "Trampas para turistas, caros y no demasiados buenos", explica Mathieu Gilbert, un joven sommelier. Pero hermosas trampas en las que resulta complicado no caer. Sobre todo alrededor de la plaza Jacques-Cartier (4), el corazón del Vieux Montreal, su centro, donde están las construcciones más antiguas.
14.00 Orgullo obrero
Si el viejo Montreal es la concesión a la historia noble, el viejo puerto (5) es el resquicio de la historia obrera, la conversión de una zona industrial, un puerto mercante, en una increíble sucesión de parques, centros comerciales y zonas de recreo que no sólo no ocultan su procedencia sino que han aprovechado los viejos muelles y mantenido sus estructuras en una fusión impecable. Al fondo se mantiene en pie, cubierto de óxido y precioso en su decadencia, Five Roses (6), un silo de harina. El contraste entre lo industrial, lo natural y lo artificial resulta emocionante. Allí, mientras el clima lo permita, está el Müv Box (7), un antiguo contenedor reconvertido en restaurante portátil que ofrece platos basados en la langosta de Îles-de-la-Madeleine.
17.00 Un mundo bajo la nieve
En Place des Arts (8) se codean museos, centros comerciales y plaza pública en un complejo rodeado por rascacielos. Muy interesante resulta el Musée d'Art Contemporain de Montreal (9) (185, rue Sainte-Catherine Ouest; www.macm.org; 5 euros), con 7.000 obras en su colección permanente, el 60% de artistas de Québec. Pintura, diseño, escultura, fotografía... Por aquí también se puede acceder a la ciudad subterránea, a ese mundo paralelo pensado para poder vivir cuando la nieve en la superficie alcanza el metro (las nevadas comienzan en noviembre y duran hasta marzo o abril).
18.30 Cuidadosamente descuidado
No está de más coger un taxi, o el metro, para una corta visita a una de las zonas residenciales. Para ver cómo viven los montrealenses de clase media, es ideal un barrio afrancesado burgués de toda la vida, Outremont (10), al norte. Su sucesión de calles de casas bajas rodeadas de jardines salvajes, de césped cuidadosamente descuidado, flores silvestres y árboles por todas partes crean un paisaje armónico y relajado. Parques pensados para el disfrute y el encuentro como el John F. Kennedy y restaurantes entre lo lujoso y lo residencial, a apenas media hora andando del centro. Un poco más allá está el mercado de Jean-Talon (11) (7070, Henri-Julien Street), un precioso lugar donde los granjeros locales exponen sus productos. Incluido el sirope de arce.
20.00 'Burgers' y crepes
Y de vuelta al centro. Al epicentro comercial: la calle Sainte Catherine, donde encontramos The Bay (12) (585 Sainte Catherine Street West), que presume de ser el centro comercial más antiguo del mundo. Hay tiendas de todas esas marcas que están en las calles caras de todas las ciudades grandes del mundo, establecimientos de comida rápida y ajetreo. Clubes de strip-tease que iluminan con sus espectaculares neones manzanas enteras. Algunos transformados en restaurantes como The Oven (13) (270, Ste, Catherine Street West). Una de las elecciones más complicadas -o más sencillas, según se mire- es dónde comer. La parte francófona de Montreal ha contagiado a la anglófona el placer por una buena mesa. Así que lo mejor es dejarse caer allí donde apetezca, después de consultar la carta y los precios (por cierto, sin olvidar nunca que hay que añadir siempre los impuestos, alrededor del 10%, y la propina, un 15% i-ne-lu-di-ble). Una recomendación: en la zona del Plateau de Mont Royal, en la esquina entre la Rue Rachel y Rue Sainte Hubert, se esconde L'Anecdote (14) (801 Rue Rachel E; 001 514 526 79 67), una hamburguesería francófona que combina burgers con crepes.
23.00 Sainte Laurent y Sainte Denis
La brasserie Reservoir (15) (9 Duluth Street; 001 514 849 77 79) es un buen lugar para tomar una cerveza de elaboración propia en la zona de Sainte Laurent, al norte de Sheerbrooke. Cerca está La Casa del Popolo (16) (www.casadelpopolo.com; 4873 boul. St-Laurent), con la programación de conciertos más atractiva de la ciudad. Al sur de Sheerbroke está Sainte Denis, más universitaria, con bares para fumar nargile como el Café Gitana - (17) (2080 A St-Denis), algo excepcional en una ciudad en la que está prohibido fumar en los interiores. A las 3.00 los bares cierran. Cuentan que cerca de la Rue Bernard (18), la zona donde vive la comunidad musical, últimamente una de las más punteras del mundo (de ella han salido maravillas como Arcade Fire con su indie rock), se celebran fiestas ilegales, perdón, privadas, hasta el amanecer. Pero eso ha de comprobarlo cada uno.
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