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AL CIERRE
Columna
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Magos del humor

En las cartelas de las farolas se anuncia a Arturo Fernández en el teatro Condal, donde dirige e interpreta La montaña rusa. Es un actor, y una persona, por la que siento debilidad y devoción. Pienso que las cosas no deben de ir tan mal si paseando podemos cruzarnos con Arturo Fernández, quizá comprando alguna prenda de ropa, un fular o un blazer con botones dorados, por ejemplo, en Bel. Es Arturo un hombre de acreditada distinción, de elegancia ligeramente pasada de moda, de simpatía desarmante. Lleva medio siglo interpretando en los escenarios y en las pantallas el papel de galán mujeriego, con problemas de dinero, caradura y bribón, que considera que por su buena planta, por su bonita sonrisa y porque lleva bien muy bien planchada la raya del pantalón ya cumple con la sociedad y todo le debería salir gratis. ¿Quién no disfrutaba viéndole en La Casa de los líos, en el momento recurrente en que le pedía a su empleado, tras invitarle a tomar el aperitivo, que pagase las consumiciones?: "¡Pero hombre, paga tú, Nachito, paga tú, no seas rácano, hoooombre! ¿No ves que me he dejado la cartera en la oficiiiina?". ¿Y aquel encogerse de hombros y demudar el semblante, mientras extendía las palmas de las manos, como diciendo "a mí que me registren", cuando le pedían cuentas de alguna tropelía? En la vida real encarnaba muy bien ese papel el añorado José Luis de Vilallonga, aunque con el inconveniente de ser aristócrata y escritor. El personaje de Arturo Fernández, en cambio, tiene mucho de impostor y de advenedizo, y el temor latente de que su impostura se descubra en cualquier momento. El mismo Arturo, siendo de "humilde extracción", como suele decirse, se mantiene pegado al personaje como a un seguro de vida: "¿Interpretar dramas, yo? ¡Ni hablar! Porque el drama se te pega... Es como si vas mal vestido... ¡es como si yo, en vez de ponerme un traje estupendo, me pusiera un mono! No, no, yo vengo de una generación en la que al que tenía un traje y además una chaqueta sport se le aplaudía por la calle...".

¡Arturo genial! Muchos lectores de este diario no irán a ver La montaña rusa. Pierdan cuidado: yo iré y lo contaré.

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